Amanece más rápido de lo que debería y no he podido pegar los ojos en toda la noche, ya Bea lleva tres días en el hospital y su condición es la misma. Melissa se acaba de ir y yo estoy sentada en el mueble al lado de mi abuela sobando su cabeza, mientras ella sigue dormida, cierro los ojos y las lágrimas se deslizan por mis mejillas con facilidad, cuando ya creo que no tengo más lágrimas, estas aparecen y no se van, todo lo que está pasando en vez de ir disminuyendo, solo me supera más.
―No llores, mi niña. ―Escucho la voz de mi abuela y levanto la cabeza de inmediato.
― ¿Cómo estás abuela? ¿Cómo te sientes?
Es lo único que puedo decir, mientras me lanzo a abrazarla, no quiero que se dé cuenta de todo lo que me está pasando.
―Cansada hija, pero estoy bien, no te preocupes por mí, más bien dime: ¿Tú que tienes?
―Abuela, todo está bien, solo estoy preocupada por Bea.―Asiente.
―A mí no me engañas mi niña, desde que te vi entrar con esos ojitos tan apagados supe que había algo más.
Me quedo callada, no quiero preocuparla más de lo que ya debe estar por todo lo que está pasando con Bea, pero entonces añade:
―En las cosas de amor no siempre se gana, pero siempre se aprende mi niña, y yo aprendí a reconocer a un buen hombre, y sea lo que sea que esté pasando, sé que Damián sí lo es.
―Abuela yo...
Antes de que pueda decir algo más, añade:
―Lo sé, porque te mira y sus ojos solo brillan de alegría, te protege como su más preciado tesoro y te besa como si no hubiera un mañana y así, era tu abuelo, mi niña.
Mi corazón se encoge al escuchar sus palabras.
Si ella supiera no lo defendería tanto.
―Él no es como el abuelo, jamás lo será y antes de que sigas diciéndome cosas buenas de él, quiero que sepas que se ha ido y jamás volverá.
― ¡Ay!, mi niña, lo que vi en la mirada de ese muchacho es amor del bueno, ya verás cómo vuelve.
―Yo no quiero que vuelva ―le digo, y ella me toma de las manos.
―No te digas mentiras hija mía. Nunca en tus veinticuatro años, te había visto tan motivada por un hombre y mucho menos feliz.
Me levanta la cara para que la mire y pone su mano en mi corazón.
―Yo sé, que, en ese bueno y hermoso corazoncito, tienes guardada la esperanza de que regrese, y porque lo sientes aquí, no podrás ocultártelo a ti misma nunca.
Mis lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas y la abrazo.
―Quiero que todo vuelva a ser como antes ―digo entre sollozos.
―Hija, las cosas siempre tienen un propósito y si hoy estamos aquí, y ha pasado todo lo que pasó con la tienda, con el baboso de Gregory y con Damián, es porque así tenía que ser, ya verás como Dios aprieta, pero no ahorca.
No sé cómo ella está enterada de lo que yo no quería que supiera, pero sin más ella continúa:
―Ah, y sin decir que apenas Beatriz se despierte y se entere que está embarazada, pegará tal grito, que hará que Damián lo escuche en Londres.
Sonrío, ya me imagino cuando Bea se entere.
― ¿Crees que no lo sepa?
―No mi niña, yo lo sospechaba y le dije que se hiciera una prueba para salir de dudas, pero ya sabes cómo es, se negaba y se negaba, andaba con la absurda idea de que era una virosis.―Negando con la cabeza esta añade: ―Ella cree que es la única mujer que nunca quedará embarazada, así se la pase cogiendo como coneja.