Unas horas más tarde, cuando Bea está que se arranca los pelos para ir por Juan y la abuela, los llamo y ellos aparecen en la habitación momento después, ambos con una gran sonrisa.
― ¿Por qué se han demorado tanto? ―Pregunta al verlos.
―Estábamos comiendo algo cielo ―responde Juan, acercándose a ella.
― ¿Qué me has traído a mí? ―le pregunta.
Bea ama comer.
―A ustedes les he traído...
Levanta una gran bolsa con muchos flanes de arequipe.
―Estás perdonado, ahora bésame.
Suelto una carcajada al escucharla, cada día está más desatada.
Miro a mi abuela y ella me regala una sonrisa cómplice, así que me acerco a ella y de un momento a otro entran a la habitación: Ena, Melissa y Max, y yo los miro extrañada.
¿Qué hacen aquí todos?
Instantes después me doy cuenta cuando veo como Juan se separa de Bea y nos mira.
―Los he reunido a todos hoy, porque quiero agradecerles que hayan cuidado de mi hermosa mujer y de mi pequeñín ―dice.
Este pone su mano en la barriga de Bea y la acaricia con cariño. Bea sorprendida, mira la cara de todos en la habitación, mientras Juan continúa:
―Quiero que sepan que esta noticia me ha hecho el hombre más feliz del mundo, ya llevaba tiempo deseando esto, pero mi hermosa mujer se resistía, hasta que por fin pasó.
Todos hacemos silencio y la abuela solloza, Juan se voltea hacia Bea y añade:
―Cielo, serás una madre extraordinaria, yo te ayudaré y te apoyaré en todo, seremos una hermosa familia y hoy, con el permiso de tu madre y tu padre que está en el cielo, quiero pedirte que me complazcas y aceptes ser mi mujer, mi esposa, mi compañera, la madre de mis hijos, bueno, aquí ya te adelantaste. ―Todos reímos. ―Bea de mi vida, cásate conmigo y hazme doblemente feliz.
Juan se pone de rodillas y saca un hermoso anillo. Mientras Bea es un mar de lágrimas, abrazo a mi abuela y ya somos siete los que lloramos en la habitación.
―Sólo acepto con una condición ―suelta de pronto, todos la miramos perplejos y yo abro los ojos sorprendida.
¡Ay, Dios!
Bea y sus locuras.
―La que quieras cielo.
―Bea, acepta de una buena vez y no salgas con bobadas―le suelta mi abuela.
―No pienso irme de la casa de mamá, así que en todo caso tú te vienes a vivir con nosotras ―le dice esta.
―Bea, eso no es posible, sabes que Juan trabaja en Barranquilla y le va mucho mejor allá y ahora con un bebé a bordo no se suaviza la situación, así que no se hable más―intervengo. No puede ser tan tonta, aunque sé que Juan lo aceptaría no puedo permitirlo así que añado:―Además, he tomado la decisión de irme a vivir a Montería con la abuela, así que tu tranquila, podrás hacer tu vida con Juan donde quieras.
― ¿Qué tú, Que? ―dicen mi abuela y Bea al tiempo, mientras Melissa y Max niegan con la cabeza.
Juan sigue perplejo mientras Bea sigue con sus locuras y Ena me mira con mala cara.
―Así como lo oyen, y ya acepta de una buena vez, antes de que este hombre se arrepienta de casarse con una mujer tan complicada como tú. ―Sonríe y mira a Juan.
―Claro que me caso contigo cariño, pero el otro asunto ya lo hablaremos. ―Este asiente, le pone el anillo y la besa mientras sonreímos.
Todos nos acercamos a felicitar a la pareja, y minutos después, el doctor llega a informarnos que le darán de alta. ―Todos sonreíamos al escucharlo. ―Ahora sí que somos doblemente felices.
Antes de irse, este nos dice que mi tía necesitara reposo absoluto. Bea sonríe al escucharlo, ama que la apapachen, la mimen y no hacer nada.
Cuando por fin le dan la salida, después de mil papeles y cuentas que pagar, salimos en los diferentes autos y nos vamos a casa de Ena; Melissa y Max tienen cosas que hacer, así que se despiden tiempo después y yo los invito a una comida mañana, para celebrar el compromiso y todos aceptan encantados.
―Mañana nos vemos. ―Me abraza Melissa antes de irse.
―Paty me ha dicho que vendrá también, últimamente anda algo extraña y no tiene tiempo para nada.
―Ya hablaremos con ella mañana y haremos que nos cuente.
―Sí, y también debemos hablar contigo, pero ya será mañana, por hoy descansa. ―Asiento y sé a lo que sé refieren.
―Retoño de mi vida, tú sabes que te amo, y que si no fuera gay ya me hubiera casado contigo. ¿Lo sabes? ¿Verdad? ―. Asiento y sonrío. ―Ya verás cómo ese cabrón vuelve, nadie deja ir a una mujer como tú.
Le doy un beso en ambas mejillas al escucharlo y me despido de ellos, antes de que me eche a llorar por todo lo que me dice.
―Anda, lárguense ya. ―Sonríen y yo regreso a la casa.
En la noche Ena pide algo de cenar, mientras yo le enseño a Juan y Bea su habitación y ayudo a esta a ponerse cómoda.
―Yo me iré a un hotel, no es necesario incomodarlas ―dice Juan, apenado cuando ve a mi abuela sacar sus cosas de la habitación.
―De eso nada, mi abuela dormirá conmigo y tú aquí con Bea ―lo regaño.
― ¿Vas a dejar sola a tu futura esposa? ―Mi abuela lo taladra con la mirada.
―No, yo no quiero incomodar, mañana regresaría bien temprano o me la llevaría conmigo.
―Ni se te ocurra, los dos se quedan aquí y listo, tenemos espacio para todos ―dice Ena, al entrar con unas enormes bolsas de lasaña.
―Comida, comida ―dice Bea, mientras aplaude y todos reímos.
Nos sentamos en unas sillas a su alrededor y comemos todos juntos, pero de la nada Bea deja de comer y añade:
―Yo sé que tú no quieres hablar de esto, pero no puedo permitir que lo hagas.
― ¿Qué haga qué cosa? ―Pregunto confundida.
―Estoy de acuerdo con Bea mi niña, no puedes dejar todo lo que tienes, para irte a vivir a Montería de nuevo.
―Lo he perdido todo y sólo las tengo a ustedes, esa es una decisión ya tomada.
―Gracias por lo que me toca. ―Suelta Ena haciendo pucheros.
Yo a ella la amo, pero sé que debo irme.
―Tú sabes que te adoro y que nunca terminaré de agradecerte todo lo que has hecho por mí, pero necesito que me entiendas, necesito tiempo, espacio, necesito alejarme de todo esto que está pasando y comenzar allá con mi familia, y aunque tú formas parte de ella, porque sabes que te amo como una hermana, sé que allá voy a estar mejor, así que no te preocupes por mí―digo, y volteando la mirada a las Piojosas mayores añado: ―Parece que no les gustara la idea de que viva con ustedes.
―Me encantaría tenerte conmigo a toda hora mi niña, pero tus sueños están acá ―dice mi abuela.
―Acá tienes más oportunidades, Piojosa ―interviene Bea.
―Mis sueños están donde yo esté y dependen de mí, no del lugar en donde me encuentre, además, las oportunidades llegan en todas partes y están en todos los rincones, así que me iré con ustedes y se acabó, fin del tema.
Todos hacen silencio, yo me levanto y salgo de la habitación, no quiero seguir en esta ciudad, extrañaré a los chicos, pero puedo venir a visitarlos, buscaré trabajo allá y más adelante montaré el restaurante de mi abuela y le haré compañía, así Bea puede irse tranquila con Juan y tener una mejor calidad de vida allá donde él está. Todo será mejor si me voy, este lugar me lo recuerda a él, a todo lo que perdí y no quiero, no quiero sufrir cada día de mi vida al salir aquí y recordarlo todo.