Me remuevo de frío y cuando siento unas manos sobre mí, abro los ojos despavorida y lo veo acostado a mi lado, vestido con un impresionante traje azul turquí. Intento separarme de él, pero no lo consigo y le suelto furiosa:
―Quiero que sepas que estoy tan, pero tan molesta contigo, que quiero estar sola. ―Asiente y me acerca más a él.
―Perdóname cielo, estar aquí para mí es desesperante, tantas cosas en la oficina que tenía pendientes, la gran bienvenida, el nuevo animal de Emma.
Damián mete su cabeza en mi cuello y suspira con fuerza mientras me abraza, después de un silencio que ya se me hace molesto, me muevo tratando de despegarme de él y este añade:
―Lo siento, siento haberte dejado sola, perdóname por haberte gritado y refunfuñado cuando llegamos, por no mostrarte la casa y por todo lo demás que pude haber hecho sin pensar.
No le digo nada y me volteo, estoy enojada y triste, extraño mi casa y a mi familia. Trato de contener mis lágrimas mientras me abrazo a mí misma, y pienso en los que amo y como estarán ahora.
―Todo será mejor ahora que estás aquí, te lo prometo, tú calmas mi ira, apaciguas a la fiera que llevo dentro, tú harás de esta casa una mucho mejor, como lo estás haciendo conmigo.
Escucho cada palabra que dice, pero no me nuevo, Damián al ver que no diré nada, me voltea y me pone frente a él, de inmediato me deposita un dulce beso en la frente y añade:
―Otro asunto que quería comentarte, ya he mandado a llevar tus cosas a mi habitación, no pensarás que te traje a vivir conmigo para que durmieras en una habitación diferente a la mía.
No respondo, no quiero hablarle, no quiero perdonarle lo que acaba de hacerme, pero este sin más comienza a besar mi cuello, mientras me hace cosquillas.
―Damián, no estoy de ánimos ―gruño.
―Tu nunca estás de ánimos, te recuerdo que eres una amargada.
— Y yo te recuerdo que tú eres un muñeco de plástico sin corazón, uno que dejó a su novia sola el primer día que la trae a vivir a su casa.
Lo miro con una cara que, si las miradas mataran, él ya no la contaba.
―No fue mi intensión hacerlo, solo que llego aquí y todo mi mundo se pone de cabeza, te prometo que no volverá a pasar.
―Claro que no volverá a pasar, porque pasa y cuando vuelvas aquí no me encuentras.
―Prometido, no volverá a pasar, ahora vamos a cenar, tu cuerpo necesita comida.
― ¿Ya es hora de cenar? ―Pregunto incrédula.
―Sí cariño, has dormido bastante y me ha dado tiempo de ir a la oficina y volver. ―Asiento y mi enojo aumenta.
¿Me dejó sola tanto tiempo que hasta fue a su oficina?
Cierro los ojos por unos minutos y respiro con calma, esta no es mi casa y no debo formar problemas aquí, así que me siento en la cama, me quito el pelo de la cara y recogiéndomelo en una cola alta me pongo de pie, mientras Damián no me quita los ojos de encima.
― ¿Vamos a ir a cenar o te quedarás ahí acostado como un monigote? ―pregunto enojada al ver que se acomoda y me observa.
―La vista es hermosa ―me responde el muy canalla.
Este no se pierde ninguno de mis movimientos, mientras levanta las piernas y se acomoda más en la cama, pero no dispuesta a seguir su juego doy media vuelta y salgo de la habitación, que se quede mirando el techo si le da la gana, aunque justo cuando voy llegando a las escaleras ya lo tengo encima de mí.