Después de una gran mañana de deporte en la azotea, quedamos exhaustos, pero sin importar nada, por la tarde me lleva a las Islas Palm y alucino al tener que pasar por debajo del agua para cruzar a las distintas partes que la conforman, todo es de verdad hermoso, y cuando llegamos al Atlantis The Palm quedo encantada, al ver el precioso hotel con el parque acuático incluido.
Después de recorrerlo todo, me lleva al puerto de Dubái y hacemos un recorrido hasta una hermosa isla fraccionada. La recorremos un rato y me hace bajar en una de las fracciones ubicada adentro de ella.
―Bienvenida a "The World" cielo, uno de los más grandes proyecto que lleva mí empresa.
Me quedo asombrada mirando el lugar, mientras me cuenta que la isla "The World" mide aproximadamente 9 kilómetros de largo y 7 de ancho y está fraccionada con la forma de cada país del mapamundi, separadas cada una por algunos metros de agua. Damián me cuenta que estas fracciones se venderán, quedando de un país por persona, para que tenga su mini país exclusivo en la isla sólo para ellos.
―Y en este momentos estamos en nuestra isla ―dice sorprendiéndome.
― ¿Nuestra isla? ―Pregunto sorprendida.
―Sí cielo, Bienvenida a Colombia.
Mi cara debe ser de película, porque sonríe al ver mi expresión. Si me compró el helado más caro del mundo. ¿Por qué no compraría una isla? ―pienso. Esto es lo que hace la gente con dinero.
―Dime algo ―Me mira esperando respuesta ― ¿Qué estás pensando?
―Tú tienes más dinero que neuronas, cielo ―le digo, mientras Damián suelta una carcajada y me abraza.
―Sabía que dirías eso. ―Me da un casto beso y me invita a recorrer el lugar, mientras me cuenta los planes que tiene para la isla.
En la mañana siguiente, Damián me levanta temprano, hoy es nuestro último día y me tiene una sorpresa, pero yo me preocupo, nunca sé con qué locura va a salir. Llegamos nuevamente a Isla Palm y entramos al Atlantis, me lleva hasta el acuario del lugar, habla en árabe con al administrador y este le da dos pases. De allí me lleva a una habitación y me dice:
―Cielo, tenemos que cambiarnos.
― ¿Cambiarnos? ―pregunto confundida.
―Sí cielo, tienes que llevar esto.
Al mirarlo este sostiene un traje de buceo y guiñándome el ojo añade:
―Quiero que veas todo lo bello de las ruinas de la Atlántida y la hermosa e inigualable laguna Ambassador.―Asiento sin decir nada.
El conoce Dubái y sabe cuáles son los mejores lugares para visitar, pero entonces recuerdo algo y digo:
―Nunca he buceado en mi vida.
―No te preocupes cielo, todo es seguro, además siempre estaremos juntos. ―Me da un casto beso y me ayuda a vestir.
Cuando llegamos a la atracción de buceo respiro tranquila, al enterarme que no es a mar abierto como imaginaba, todo es seguro y vigilado. Antes de entrar nos dan una pequeña charla del lugar y los nombres de alguno de los Sesenta y Cinco Mil animales marinos que se encuentran en esta atracción. Cuando escucho Mantarraya y tiburones me quedo helada, mientras Damián me dice al oído que todo irá bien, que lo ha hecho antes y nada pasará.
El instructor se acerca y me explica cómo debo utilizar el oxígeno y como debe ser mi respiración dentro del agua y cuando me lo explica por milésima vez y lo he comprendido todo, nos invita a colocarnos la máscara y entrar.