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El calor la despertó antes de que sonara la alarma de su móvil. Se levantó de la cama, abrió el ventanal y salió a la terraza para admirar las vistas. Desde allí se veía el mar, totalmente en calma. Cerró los ojos e inspiró, impregnándose del olor de aquel lugar.

-Huele a sal y limón ¿verdad? – dijo alguien a su izquierda, dándole un susto de muerte.

Elle pegó un brinco y se llevó una mano al pecho mientras se daba la vuelta. Timothée estaba sentado en una silla de su propia terraza particular, leyendo el mismo libro antiguo del aeropuerto. Llevaba puertas unas gafas negras, un modelo típico de la marca Ray-Ban, el pelo igual de revuelto que el día anterior, un polo azul con rayas blancas desabotonado y unos vaqueros cortos; estaba descalzo.

Timothée rió con ganas al ver la expresión de la chica y se levantó de la silla para acercarse al borde del balcón.

-Lo siento, no quería asustarte – se disculpó, tendiéndole la mano.

-Casi me da un infarto – respondió la chica, acercándose al balcón para estrecharla – Pensé que era la primera en levantarme.

-No podía dormir por el calor – dijo el chico – Y quería ducharme antes de que te despertaras, para no molestarte después.

-Gracias.

Elle apartó la mirada del chico, le ponía nerviosa el hecho de que llevara gafas de sol y no supiera con certeza si la miraba o no.

-Bueno, pues voy a ducharme y arreglarme antes de ir a desayunar – informó a Timothée, que asintió con la cabeza y volvió a su asiento.

Elle le miró una última vez antes de volver a su habitación. El chico ya había vuelto a meterse de lleno en la lectura, echado ligeramente hacia delante, con los codos apoyados en sus piernas. Decidió que tenía que preguntarle qué libro era ese y por qué era tan interesante.


Escuchó las voces de su padre y Amélie en la planta inferior cuando bajó las escaleras, duchada, arreglada y vestida con unos pantalones cortos vaqueros y una blusa amarilla. La mujer le dedicó una enorme sonrisa mientras le daba los buenos días acompañado de un breve abrazo. Su padre ni la miró, y por suerte Timothée bajó las escaleras poco después, para poner así rumbo al restaurante del hotel.

Se sentaron en una mesa parecida a la de la noche anterior y pidieron sus respectivos desayunos. Elle vio como su padre sacaba un mapa del bolsillo del pantalón y empezaba a hablar con Amélie, trazando la ruta de aquella mañana y dejando a Timothée y a ella totalmente fuera de la conversación. Así que le miró, para ver si él también estaba molesto; pero estaba mirando su móvil.

Como si lo hubiera notado, levantó la vista y le sonrió.

-¿Te ha gustado? – le preguntó, señalando el plato con la cabeza.

Estaba completamente vacío.

-No ha estado mal – respondió Elle, cruzando las piernas y apoyando la espalda en el respaldo de la silla.

Él bajó los ojos por sus piernas y sonrió cuando llegó a sus pies.

-Nos hemos puesto de acuerdo – comentó, levantando su pie derecho. Ambos llevaban converse blancos.

-Qué coincidencia.

-Son los playeros más cómodos.

-Opino lo mismo.

Y volvieron a sonreírse el uno al otro.

Aquello era una estupidez, ponerse a hablar sobre playeros, pero no le conocía de nada, así que no sabía cuales eran sus intereses -además de los libros- y tampoco estaban solos, así que no podían tener una conversación como la de la noche anterior en el cuarto de baño.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora