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Los dos días siguientes pasaron sin pena ni gloria. Timothée y ella no habían vuelto a quedarse a solas, así que apenas habían hablado. Él se había dedicado a leer y ella a ver la vida pasar. Se iba pronto a dormir y madrugaba bastante para tomar el sol en la piscina tras el desayuno, a la hora de comer volvía a reunirse con los demás, una tarde habían hecho una visita guiada, y otra la habían pasado en la playa.

Hasta que aquel día Max y Amélie anunciaron que habían alquilado un yate para que los cuatro salieran a navegar; o a tumbarse boca arriba a tomar el sol y, si hacía mucho calor, darse un chapuzón en el mar.

El yate era increíble, completamente blanco, con sofás de cuero y hamacas acolchadas. Eran tan grande que podías vivir en él cómodamente; pero demasiado ostentoso para Elle.

La chica vio a su padre desaparecer por una puerta que daba a una sala donde se encontraba el timón y todo lo demás necesario para manejar el yate; Amélie le siguió y las risitas no tardaron en aparecer. Puso los ojos en blanco y se tumbó en una hamaca; al menos aquel verano conseguiría broncearse.

Pero la soledad no duró mucho, porque un cuerpo prácticamente desnudo salvo por un bañador azul con dibujitos verdes apareció para tumbarse en la hamaca que había a su lado.

-Hola – dijo, sin mirarla.

-Hola – respondió ella, fríamente.

Escuchó a Timothée suspirar y ni un minuto después, cómo se daba la vuelta para quedar frente a ella. Se incorporó levemente, apoyándose en la parte baja de su brazo y se quitó las gafas de sol.

-¿He hecho algo que te ha molestado? – le preguntó, llamando su atención.

Elle se giró y también se incorporó para quedar levemente tumbada en la hamaca. Pensaba que sería él quien se hubiera enfadado con ella. Después de todo había sido ella quien se había alejado y había dejado de hablarle, o hacía todo lo posible por no estar cerca de él.

-No, no has hecho nada.

-Entonces ¿por qué estas evitándome?

-Yo no...

-Por favor, no digas que no estas haciéndolo, porque no soy idiota. Mira – Timothée se sentó en la hamaca, sin dejar de mirarla – Sé que no te caigo bien, ¿vale? Lo supe desde que nos conocimos, pero después de lo del otro día pensé que podíamos ser amigos. Nuestros padres están juntos, seguramente no sean estas vacaciones la última vez que nos veamos y me gustaría poder llevarme bien contigo.

Elle abrió la boca para responder, pero no sabía qué decir. Timothée no le caía mal en absoluto. Era un chico genial. Atento, gracioso, atractivo, amable e inteligente. Y ese era el problema.

-¿No vas a decir nada?

Timothée la apremió, con aquellos ojos verdes bien abiertos, inquietos, expectantes.

-Yo... siento parecer una borde, no estoy en mi mejor momento, eso es todo – se encogió de hombros, y apartando la mirada de él añadió – Y no me caes mal, de echo me caes bastante bien.

-¿En serio? – Timothée parecía desconcertado, se pasó una mano por el pelo para apartar los rizos que le caían por la frente de los ojos y frunció levemente el ceño – Vaya. Eso sí que no me lo esperaba.

-Pues es la verdad.

Elle volvió a tumbarse, y cuando Timothée volvió a hablarle supo sin mirarle que estaba sonriendo.

-¿Te apetece darte un baño?

Su cerebro le dijo que se negara, pero su cuerpo fue mas rápido y respondió primero.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora