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Todo en ella era dorado, pensó Timothée cuando la vio aparecer por el salón. Su pelo, recogido en una coleta dejaba a la vista toda su espalda, además, el body lleno de piedras doradas que se había puesto tampoco la cubría, así que fijó la vista en la línea de su columna.

Y bajó, hasta posarlos en su culo. La minifalda negra apenas le llegaba a la mitad de los muslos, así que agarró más fuerte el vaso y siguió bajando la mirada por sus piernas. Aquellas piernas, largas y estilizadas gracias a los tacones, también dorados.

Se pasó una mano por el pelo y se aflojó la corbata, de repente tenía mucho calor. Le dio un largo sorbo a su copa, como no empezaran a sacar pronto los canapés, no tardaría en emborracharse.

Vio como sonreía a uno de los amigos de Max, el hombre hablaba animadamente sobre algo. Sabía que estaba incómoda por como se le tensaba el cuello y apretaba los puños. No debería saber eso, no debería mirarle el cuello, pero lo estaba haciendo. Se desanudó la corbata un poco más.

Su padre apareció para salvarla de aquel hombre, paseó con ella por todo el salón, presentándole a todo el mundo. Elle no quería conocer a ninguno de los presentes, pero tenía que aguantar; aquella fiesta era por ella.

Y como era una fiesta, Timothée por fin apartó los ojos de la chica para volver al rincón donde se encontraban las botellas. Cogió la botella de ron y echó una cantidad considerable de líquido en su copa, después echó Coca-Cola. Necesitaba los canapés rápidamente.

Cerró los ojos con fuerza cuando la escuchó reír. Aquella no era su risa de verdad. Él la conocía.

Le dio otro trago a la copa y volvió a su lugar de antes. No estaba apartado de la gente, pero pasaba desapercibido. Y lo agradecía, porque si tuviera que ponerse a hablar con alguien, la lengua le jugaría una mala pasada.


Elle volvió a sonreír, empezaba a dolerle la boca de hacerlo sin ganas, y los pies a causa de los tacones. Su padre le había presentado a todos y cada uno de los presentes, y aunque todos la habían felicitado, tenía la sensación de que estaban allí simplemente por la fiesta y no por su ingreso en Columbia. Algo obvio por otra parte.

Observo a Timothée de reojo. Estaba justo en medio de la cristalera del salón, mirando sin ver a nadie. Elle le había visto beber varias copas, se dio cuenta de que llevaba el nudo de la corbata mal apretado y se había estado tocando el pelo, porque la gomina prácticamente había desaparecido.

El traje azul marino le quedaba como un guante, y la camisa blanca. Se mordió el labio inferior.

Pero entonces volvieron a llamar su atención y tuvo que centrarse en la conversación.


Timothée sonrió cuando vio aparecer a sus amigos, que como de costumbre, llegaban tarde. Céline fue la primera en saludarle con un abrazo. Anne le dio un beso en la mejilla. Pierre y Alain simplemente le golpearon la espalda.

-¿Qué bebes? – le preguntó Céline, quitándole la copa de la mano.

-Ron-Cola – respondió él, cuando ella ya había dado un trago.

Arrugó la nariz y sacó la lengua.

-Puaj, está asqueroso. ¿Cuánto ron has echado aquí? ¿La botella entera o qué?

Timothée se encogió de hombros y sonrió. Le daba igual la cantidad que hubiera echado. Ya no sentía ni padecía, solo quería sacar a Elle de su cabeza, y parecía estar funcionando.

-¿Estas borracho? – preguntó Anne, abriendo los ojos – Dios mío, está borracho.

-¿Cuánto llevas bebiendo? – le preguntó Pierre, agarrando su hombro.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora