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Agarró el móvil para apagar la alarma, que la sacó del profundo y precioso sueño que estaba teniendo. No recordaba exactamente qué pasaba, pero sabía que era feliz.

Después entrecerró los ojos, un mensaje de Will aparecía en la pantalla, de la noche anterior a las cinco de la mañana. Lo abrió. No se sorprendió al leerlo. Volvía a pedirle disculpas, le decía cuánto la extrañaba, que no podía esperar siete días más hasta que volviera.

Lo había escrito borracho, por eso lo borró sin pararse a responderle. No quería pensar en él durante el resto del viaje.

Se recogió el pelo en un moño, se aplicó máscara en las pestañas y un poco de brillo en los labios. El vestido que escogió para aquel día le encantaba. Lo había comprado cuando aún no tenía la piel bronceada, pero ahora el blanco resaltaba más que nunca. Tenía los tirantes finos, el escote en forma de corazón y desde él bajaban grandes botones de madera hasta el final de éste, ya que le llegaba por debajo de las rodillas. Se calzó unas sandalias con un poco de plataforma y salió de la habitación.

Su padre y Amélie la esperaban abajo, y le extrañó que Timothée no estuviera allí. Como si le hubiera leído el pensamiento, Amélie habló. La miraba con los ojos ligeramente entrecerrados; la observó atentamente.

-Viene ahora, se había olvidado una cosa en la habitación.

Elle asintió y se quedó mirando los peldaños de la escalera, como si así el chico fuera a aparecer antes.

-¿Qué te apetece hacer hoy? – le preguntó su padre, sacándola del ensimismamiento.

-¿A mí? Pues... lo que queráis. No tengo problema con nada la verdad.

-Podríamos ir a Sidari, dicen que es precioso.

-Todo aquí es precioso – se adelantó Amélie.

-¡Ya estoy! – gritó Timothée, bajando las escaleras de dos en dos.

Aquel día se había puesto un pantalón vaquero largo doblado en la parte baja y una camisa de finas rayas rosadas y blancas. El pelo seguía igual de despeinado. Elle le sonrió. Le hacía gracia su manera de acelerarse cuando veía que estaban esperando por él.

-¿De qué te ríes? – le preguntó Timothée, mientras caminaban hacia el restaurante.

-De ti.

Él abrió los ojos de manera divertida, haciéndose el ofendido. Se tapó la boca con la mano y cuando Elle volvió a reír, comenzó a hacerle cosquillas. La chica intentó soltarse, pero él la levantó del suelo.

-Me alegra ver que os lleváis mejor – dijo Max, sonriendo.

Timothée volvió a dejarla en el suelo y apartó sus manos de ella para llevárselas al pelo y echarlo hacia atrás.

-Gracias, papá – respondió Elle, que se había olvidado por completo de que sus padres estaban allí.

Mantuvo sus manos pegadas a su cuerpo, y Timothée las metió en los bolsillos del pantalón. El estómago le daba vueltas y sabía que apenas podría desayunar, pero aun así pidió algo para intentarlo.

Estuvo a punto de escupir la tostada cuando Amélie volvió a hablar.

-¡Pero Timmy cariño! – y se echó hacia delante para agarrar a su hijo por el hombro - ¿Qué te ha pasado en el cuello?

A Elle casi se le salen los ojos de las cuencas cuando vio la marca que tenía en él, de un tono rojizo y leves motas moradas en el centro. No recordaba haberle hecho un chupetón, pero allí estaba.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora