AGRADECIMIENTOS + ADELANTO PRÓXIMA NOVELA

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¡SE ACABÓ MIS AMORES! 

Primero de todo, muchísimas gracias a tod@s l@s que habéis leído, comentado y votado, jamás pensé que esta novela llegara a tener tanta aceptación, de verdad que no sé cómo agradecéroslo, porque ha significado muchísimo para mí, y también me ha animado a seguir escribiendo, es por eso que os pondré aquí el adelanto de mi próxima novela, y espero que os guste al menos tanto como esta, en serio.

Sé que lo he escrito muchísimas veces, pero sois increíbles y os adoro, incluso aunque a much@s no os conozca<3

Así que, esperando no ser muy pesada : GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS.

Y ahora... lo que seguramente estaréis esperando leer si llegáis hasta aquí: 

PRÓLOGO "SHINE A LIGHT"

El flash de la cámara impactó directamente en sus ojos, cegándola. Parpadeó un par de veces sin dejar de sonreír, ¿de aquello se trataba, no? De aguantar cualquier cosa con tal de salir perfectamente en las fotos.

Todos gritaban su nombre, suplicaban que los mirara, que les dedicara una sonrisa, un guiño; algo. Intentó complacerles, aunque, ¿quien la complacía a ella?

La respuesta era simple: nadie.

Miró a su derecha, sus padres ya habían avanzado en la alfombra, ahora su hija era lo suficiente mayor e importante como para posar sola. Aun así, a ellos no les faltaba atención. Su padre agarraba a su madre por la cintura y la acercaba a su cuerpo, ambos sonreían de una manera que incluso parecía natural. Incluso se miraron el uno al otro. Aquella foto vendería millones.

Erin apretó los puños. Si todas aquellas personas supieran que en casa ni siquiera se hablaban... se llevarían una gran desilusión.

Pero de puertas para fuera los Michaelson eran la familia perfecta. El sueño americano.

Volvió a sonreír.


La cena había terminado, un hombre del que no recordaba el nombre había dado un discurso con el que casi se había quedado dormida y ahora empezaba el turno de tomarse un par de copas antes de abandonar la gala.

Le dolían los pies a causa de aquellos tacones. No tenía que haberle hecho caso a su madre, aunque la mujer se hubiera puesto como una fiera si no lo hubiera hecho, así que al final había terminado embutiendo su cuerpo en aquel vestido carísimo y unos tacones kilométricos. ¿Para qué? Para ser la envidia de todas las mujeres.

Aquellas últimas palabras las había pronunciado su madre, y a ella le entraban ganas de vomitar cada vez que pensaba en ello.

Así que se excusó diciendo que tenía que ir al cuarto de baño, se encerró en uno de los cubículos, cuando estuvo segura de que no había nadie más allí, se dobló sobre sí misma y comenzó a vomitar.

Necesitaba adelgazar dos kilos antes de la próxima sesión de fotos o su madre la torturaría durante un mes entero por haber salido demasiado gorda.

Erin se preguntaba cuánto deberían sobresalirle los huesos para que su madre dejara de presionarla.

Tiró de la cisterna al levantarse y se sentó sobre la taza bajada. Abrió el bolso y rebuscó hasta encontrar lo que había estado intentando olvidar durante toda la noche; y todo el día. Pero lo necesitaba para calmarse.

Abrió la pequeña bolsita que contenía una pastilla de diazepan y la vació en la palma de su mano. Después se la tragó sin problemas; ya ni siquiera necesitaba agua.


Al salir del baño, evitó volver junto a sus padres y sus amigos, estaba cansada de hablar, cansada de preguntas estúpidas. No había ni una persona inteligente en aquel círculo, ninguna con la que valiera la pena pasar el rato; así que para eso prefería estar sola, por eso salió al balcón del edificio.

La terraza y el restaurante se encontraba en la última planta de uno de los mil rascacielos de Nueva York, hacía viento, así que tuvo que abrazarse a sí misma mientras caminaba hacia el muro de seguridad.

Las vistas eran increíbles; sólo por eso había valido la pena asistir a aquella gala.

Erin notó como el cuerpo empezaba a relajarse, las primeras veces que había tomado aquella pastilla se había quedado dormida, pero el efecto había disminuido de tal manera que simplemente la tranquilizaba y hacía posible soportar aquella vida que le había tocado vivir.

Ojalá sus padres no hubieran sido famosos, pensó, mientras apoyaba los codos en el muro y miraba el cielo estrellado. Aquella noche había luna llena.

Unos pasos y después una voz la sacaron de sus pensamientos y la hicieron volver la cabeza al notar que se colocaba a su lado, pero a una distancia prudente.

Tenía el pelo largo, pero no demasiado, por debajo de las orejas pero sin llegar a los hombros; y rizado. Observó su perfil, tenía la nariz recta y se le marcaba la línea de la mandíbula. Al volverse para mirarla, sonrió.

Estaba oscuro, así que no pudo ver con claridad el color de sus ojos, pero su sonrisa era bonita y parecía amigable.

-Hola – la saludó, estirando el brazo para que la chica estrechara su mano – Soy Timothée, tu eres Erin, ¿verdad?

-Sí – respondió ella, sin entender por qué aquel desconocido conocía su nombre y ella nunca había escuchado el suyo.

-Seremos compañeros en la próxima película de Bill – dijo él, y entonces Erin lo entendió todo – Te he visto aquí sola y pensé en pasar para presentarme.

Por alguna razón desconocida, el chico seguía sonriendo.

-Oh sí, claro, pues... encantada.

Intentó sonreír sin conseguirlo; aquella no era su noche. Un aire frío le recorrió todo el cuerpo y la hizo abrazarse más fuerte. Él se dio cuenta del gesto y frunció el ceño.

-¿Tienes frío? ¿Quieres mi chaqueta?

El joven hizo un amago de desabrocharse los botones de la americana, pero Erin se apresuró a pararle.

-No, no, tranquilo. Ya voy a volver dentro – dijo, comenzando a caminar.

-Oye, perdona si te he molestado, sólo...

-No es culpa tuya, es que no me encuentro muy bien hoy, pero ha sido un placer conocerte.

Timothée apoyó una mano en el asa de la puerta para abrirla.

-¿Quieres que te acompañe al taxi o a algún sitio? Tienes mala cara.

-No, no te preocupes, gracias – volvió a decir.

Sabía que el chico sólo quería ser amable, pero necesitaba salir de allí cuanto antes. Y sola. Así que caminó hasta el vestidor, pidió su abrigo y tras ponérselo, abandonó el gran salón y la fiesta. Era consciente de que su madre le diría que la había avergonzado delante de todos sus amigos al día siguiente, por irse sin avisar; pero podría dormir tranquila aquella noche al menos.

Continuará en SHINE A LIGHT...


Así que pasaos por ella si os ha gustado este trocito del prólogo, ¡porfa! Y sed libres de comentar lo que queráis, me encanta leer vuestras opiniones<3333

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora