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Aquella mañana Elle se despertó con el estómago destrozado, seguramente el alcohol hubiera tenido algo que ver, pero también influían los nervios. Las tripas le rugían y apenas había sido capaz de probar bocado durante el desayuno.

Amélie y ella habían abandonado el apartamento justo después, ya que Max y Timothée se vestirían en él, ellas lo harían en la tienda del diseñador, donde además las peinarían y maquillarían para la ocasión.

Se sentó en la silla y dejó que la peluquera jugara con su pelo. Lo onduló, pero después decidió que era mejor que lo llevara en un moño, así que trenzó varios mechones que después entrelazó en el resto del pelo, que terminó sujeto en la parte baja de su cabeza. Colocó una diadema con pequeñas piedritas blancas para resaltar el peinado y después, otra mujer comenzó a maquillarla.

No querían un maquillaje cargado, puesto que sus labios irían pintados de color rojo, así que simplemente delinearon sus ojos y aplicaron máscara de pestañas, un poco de colorete en las mejillas y listo. Después llegó el momento más esperado, ponerse el vestido.

Tras subirse a unos zapatos negros de tacón ancho, Elle dio una vuelta sobre sí misma para verse mejor. Podría ir a una gala de los Óscar's tranquilamente vestida así.

Amélie se colocó a su lado poco después, la miró de arriba abajo antes de hablar.

-Estás preciosa – dijo, aunque su voz sonaba dura.

-Gracias – respondió Elle, observándola a ella – Tu también. Mi padre se va a enamorar más de ti cuando te vea.

Y para su sorpresa, Amélie sonrió ante el cometario; y se ruborizó.

-¿Tú crees que le gustará?

-Estoy segura – dijo la chica, y lo decía de verdad.

Después, Amélie volvió a hablar.

-A Timothée le ocurrirá lo mismo contigo.

Y entonces la que se ruborizó fue ella, agachó la mirada hasta sus zapatos e intentó tranquilizarse. Se sorprendió al notar los brazos de Amélie rodeándola y estrechándola contra su cuerpo, pero terminó uniéndose al abrazo.

Al separarse, la mujer fue la primera en hablar.

-¿Vamos? A una novia se le permite llegar tarde, pero una hora es demasiado.

Elle asintió con una sonrisa y la siguió hasta la salida de la tienda, donde les esperaba una limusina blanca decorada con flores en diferentes tonos de rosa.


Cuando llegaron a la iglesia situada a las afueras de París, un montón de gente se congregaba en la entrada, todos vestidos con sus mejores galas. El chófer de la limusina se bajó para abrirle la puerta a Amélie, y para su sorpresa, otra figura masculina se la abrió a ella.

Esa misma persona le tendió la mano para ayudarla a salir del coche, tenía los dedos largos y delgados. Dedos de pianista.

El corazón le dio un vuelco cuando alzó la vista y le miró a los ojos. Se había echado el pelo hacia atrás con gomina y llevaba un traje negro, clásico, con camisa blanca y corbata roja, en la chaqueta llevaba doblado un pañuelo del mismo color y Elle sonrió; luego descubrió que había sido Amélie quien le había dicho que ella vestiría de rojo, así él podría ir a juego.

Timothée la observó de arriba abajo, le brillaban los ojos cuando volvió a posarlos en los suyos.

-Madre mía yo... yo... no sé que decir. Wow – se pasó una mano por el pelo, intentando echarlo hacia atrás aunque ya lo tenía así – Estás espectacular. Jamás había visto a una mujer tan increíble como lo estás tú ahora mismo.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora