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Elle se observó las manos. Tenía las uñas destrozadas, el esmalte escachado y heridas en los bordes, de morder los pellejos a causa de los nervios. Su pierna derecha empezó a temblar, pronto empezaría a hacerlo todo su cuerpo, y entonces vendrían los sollozos y ya no podría parar. Tenía que aguantar.

Una mano se posó en su muslo y la hizo parar. Elle alzó la vista para encontrarse con unos ojos verdes iguales a los suyos y una sonrisa amigable.

-Tranquila, se pondrá bien. No ha sido nada grave.

Elle asintió, incapaz de hablar. Hacía más de una hora que Nora se había ido del hospital, porque su madre la había reemplazado. Había ido en cuanto la había llamado, ella trabajaba en aquel hospital, así que consiguió que atendieran a Timothée antes de lo previsto, y le examinaran a fondo.

Omitió el tema de la pelea, aunque su madre ya se lo había imaginado nada más verlo, con la cara destrozada y la ropa llena de sangre. Elle volvió a llevarse las uñas a la boca, y esta vez, la misma mano la detuvo.

-Elle, cielo, vale ya. ¿Quieres salir a tomar un poco el aire?

-No. No – negó con la cabeza.

No pensaba moverse de esa maldita silla de plástico hasta que Timothée saliera. Hasta estar segura de que estaba bien.

Todo aquello había sido culpa suya. Era una completa imbécil y un completo desastre. ¿Cómo era posible estropear tanto las cosas en menos de una semana? Nora no le había pedido más explicaciones, pero estaba segura de que el resto de sus amigos lo harían; o se pondrían de parte de Will sin haber escuchado su versión de la historia.

Iba a perderlo todo, si no lo había hecho ya.

-Tu padre está a punto de llegar – le anunció su madre, que lo había llamado en cuanto Timothée había sido atendido.

No quería ni pensar en lo que le diría su padre. Le echaría la culpa, y esta vez no podría odiarle por ello. Se tapó la cara con las manos, no iba a poder contener las lágrimas mucho más tiempo.

-Cielo, ahí viene – le susurró su madre, haciéndola alzar la cabeza rápidamente.

Timothée se acercaba por el pasillo, con la cabeza gacha, pero hacia ellas. Seguían en el mismo sitio.

Elle se levantó de la silla y caminó hacia él. Timothée intentó evitarla, pero Elle posó una mano en su mejilla suavemente para mirarle a la cara. Tenía un ojo morado, una tira blanca recubría parte de su nariz, el labio seguía hinchado y le habían cosido la ceja.

-Tim... - susurró – Lo siento tanto.

-Tranquila Elle, me han dado tantos calmantes que no siento la cara. Casi no siento el cuerpo.

-Todo esto es culpa mía y... yo... lo siento.

No aguantó más. Estalló. Se tapó la cara con las manos y sollozó. Notó cómo los brazos de Timothée la rodeaban pero no se movió por miedo a hacerle daño. Ya había hecho suficiente. Lo había estropeado todo. Él le acarició la cabeza y la espalda, intentó calmarla.

-Elle, por favor, no llores. No pasa nada.

-Sí que pasa.

-Prefiero que me haya pegado a mi que a ti.

-Me lo merecía – dijo, agachando la mirada.

Timothée endureció la suya.

-Ni de broma digas eso. Ni de broma.

Elle volvió a alzar los ojos para mirarle. Incluso con la cara destrozada era arte.

Y le hubiera besado, a pesar del labio partido, incluso aunque su madre estuviera allí, mirándoles. Lo hubiera hecho. Porque le quería más que nunca, tanto que hasta le dolía el corazón.

IN YOUR WILD HEART (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora