Mientras preparaba en botes mas ungüentos para la herida de Zircle, no paraba de pensar en la conversación que tuvo con Alieth de regreso al campamento. Parecía que el tenia interés en saber de ella, de su vida
-Esto esta listo –ahora tenia que preparar todo para la cena –saldré al pilón a lavar esta olla
Mientras lavaba la olla en el pilón, Ereter apareció ante ella, otra vez ese hombre, cada vez que todo se calmaba el aparecía de nuevo
-Hola preciosa, me han dicho que eres una buena enfermera –sonreía acercándose cada vez mas a ella –yo tambien tengo una herida que te parece si me la curas
-¡No te acerques a mi cerdo asqueroso! –trate de alejarme pero me tomo por el brazo -¡suéltame!
-Pero no seas tan arisca, si solo quiero ser amable –no paraba de reír y eso me ponía mucho mas nerviosa . Saque fuerzas de donde pude y lo golpee en la entrepierna con lo que conseguí que me soltara y cayera al suelo.
Salí corriendo y en ese momento apareció Alieth, Ereter corría detrás mía pero paro en seco cuando vio a su hermano a mi lado. En tan solo un instante sin saber como paso, los dos estaban peleando, revolcándose por el suelo y golpeándose el uno al otro. Otros guerreros se acercaron y se metieron en la pelea intentando separarlos, hasta que lo consiguieron.
Alieth entro a la tienda, aun parecía furioso y no paraba de caminar de un lado al otro.
-¿Estas bien? –no se me ocurría que otra cosa decirle
-¡Perfectamente! –me contesto de forma brusca lo que me sobresalto y creo que el se dio cuenta porque se acercó a mi –estoy bien, no te preocupes
-Estas herido –tenia un poco de sangre en el labio y un fuerte golpe en la mandíbula –deja que te cure. Siéntate
A pesar de lo nervioso que estaba, me hizo caso se sentó en la cama y yo me senté junto a el, girándome para mirarle directamente. Comencé a limpiarle las heridas y le coloque un poco de ungüento en ellas, el no paraba de mirarme .
Entonces observe que tenia sangre en el costado, el siguió mi mirada y sonrió, se levanto y se quito la ropa dejando su torso al descubierto para que yo pudiera observar la herida. Pero lo cierto es que no podía concentrarme solo en la herida, era tan guapo.
-No creo que necesites puntos –fue lo único que se me ocurrió decir mientras le limpiaba la herida del torso, las manos me temblaban y estoy segura de que el se dio cuenta, porque escuche su risa
Cuando acabe, recogí todo y me puse en pie, entonces note como sus manos tocaban las mías, le mire y ambos nos perdimos en nuestras miradas. Me quito el cuenco y los paños de las manos y los dejo en la mesa, después se acerco a mi y me tomo por la cintura, acercándome a el lentamente sin dejar de mirarme a los ojos. Podía notar el deseo en su mirada, pero no tuve miedo, todo lo contrario. Lentamente acercó sus labios a los míos y me beso, fue un beso lento pero apasionado y después de ese, otro y otro, cada beso era mas apasionado.
-Tus labios saben tan bien –susurro en mi oído
Me volvió a mirar directamente a los ojos y comenzó a bajar los tirantes de mi traje por los hombros, para después besarlos, me atreví a tocarle el torso, deslice mis manos por su cuerpo con deseo, como nunca lo había hecho con ningún otro hombre.
No me di cuenta de que estaba desnuda hasta que me fije en como me miraba, con deseo, con una pasión ardiente, me beso en el cuello y de nuevo en los labios y después me tomo en brazos y me llevo a la cama donde me soltó con delicadeza, sin dejar de mirarme. Entonces se quito el pantalón y ¡Dios mió! Estaba desnudo, si desnudo como aquel día en la tina, pero esta vez no aparte la mirada.
Comencé a ponerme nerviosa cuando se acerco a mi y se tumbo sobre mi cuerpo, sentí su piel contra la mía, sus besos por mi cuerpo, sus manos que me apretaban mas a el, su virilidad contra mi vientre. Estaba apunto de entregarme a el y estaba segura de que no me arrepentiría jamás.
-No estés nerviosa, te dolerá un poco al principio, pero después pasara, te lo prometo –me susurro mientras separaba mis pierna y se colocaba entre ellas
Y entonces le sentí, le sentí en mi interior, era suya, me había entregado a el, el dolor que sentí al principio fue desapareciendo y me perdí en el placer, en sus besos, en sus caricias, en su pasión.
-No te imaginas cuantas noches soñé con esto –me dijo antes de volver a besarme apasionadamente
Esa noche cuando ambos, habíamos disfrutado totalmente el uno del otro, caímos rendidos abrazados y nos abandonamos al sueño.