Capítulo 13: La llamada del destino.

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Al regresar a clases su ánimo había decaído tanto, tenía la esperanza de llegar a un acuerdo de una especie de "amor prohibido" con Hellen, pero George fue el primero en darse cuenta:

— ¿Puedo preguntar qué es lo que tienes hermano?

— ¿Si te lo digo no haces un escándalo?

— ¡Que va!

—Termine con Hellen.

Al oír esto George se conmociono tanto pero guardo silencio.

— ¿Ella termino contigo o tú con ella o ambos se terminaron al mismo tiempo?

—Yo a ella, la verdad no pensé que se fuera a cerrar tanto a las opciones que le di y que le iba dar para continuar esto.

—Ten la actitud positiva y aquí estaremos Ralph y yo para lo que necesites.

—Gracias, lo aprecio de verdad.

Al salir de clases el chico llego a su casa y fue directamente a su cama, se sentía tan agotado y sin energía. Durmió por horas hasta que su estómago hizo que se despertara, eran cerca de media noche y al revisar su alacena y refrigerador noto que estos se encontraban casi vacíos, encontró dos rebanadas de queso y un pan de caja ya algo pasado, lo calentó y se lo comió.

"Había olvidado lo duro que es vivir solo" paso por su mente.

El solo pensar en lo de Hellen lo afectaba tanto como Adele, sentía que lo había perdido todo y al mismo tiempo se sentía muy impotente, al final fue y se recostó nuevamente.

Al día siguiente, cerca de las once de la mañana se despertó con más hambre que el día anterior, tomo unos billetes de la mochila verde y con ropa deportiva se dirigió al supermercado, compro bastantes vivires, lo que su presupuesto le ajustaba con tal de no volver a quedarse sin algo que comer, estaba en el pasillo de enlatados comparando sopas, cuando al girar su cabeza vio a una mujer, rápidamente la reconoció, se trataba de la madre de Hellen, la señora al verlo únicamente agacho la mirada y continuo su camino, esto incomodo al muchacho al pensar que en otros pasillos pudiera estar la chica, para su fortuna la madre iba sola.

Poco más tarde a su casa llegaron George junto con Ralph y el joven los paso a su sala.

—Jeremy, ¿no estas emocionado por lo de esta noche?—pregunto Ralph.

—Algo, la verdad nunca he ido a una fiesta de esos chicos así que no sé qué esperarme.

—Eso es lo que venimos a solucionar contigo, veras, tenemos que conseguir alcohol, debemos llegar con algo más allá que solo cervezas, un licor, estoy pensando en algo extranjero, el problema es cómo conseguirlos si el puto chino no nos quiere vender.

Jeremy saco su licencia de su billetera.

—Quizás con una de estas nos dejen comprar.

George incrédulo arrebato la licencia de manos de Jeremy.

—Hijo de perra, tú no tienes veintiún años.

Jeremy se sorprendió, ningún amigo en el pasado había insultado así a su madre.

—Claro que no, supongo que se equivocaron en el departamento de transporte.

Ralph tomo la licencia y la observaba.

—Esta cosa parece autentica, ¿De dónde la sacaste?

—Cuando la solicite así me la dieron, no sé cómo pudieron confundir un cero por un uno.

Los chicos rápidamente fueron a la licorería, Jeremy puso la mayor parte del dinero, por lo cual les alcanzo para comprar suficiente cerveza y tres botellas: dos de Tequila y una de un whisky escoses.

El beneficio de la dudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora