11: Notre Sagesse

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Era de noche... la Luna los vigilaba desde las alturas, rodeada de pequeñas estrellas que velaban por ellos. Las olas se movían al compás de su canción, haciendo que cualquier posible oyente quedará embelesado ante aquella hermosa armonía. No había logrado conciliar el sueño aquella noche, por eso había decidido salir de su habitación y disfrutar de la calma nocturna, mientras su corazón y su mente descansaban de aquella tensión constante a la que eran sometidos tan a menudo.
Terminó de cantar y se quedó un rato allí sentada, mirando la Luna.
Entonces decidió que ya era hora de volver a su habitación... Corrin la estaría echando de menos y se preocuparía si no la veía aparecer a lo largo de la noche.
Se dirigió hasta el interior del barco, hasta su camarote, donde la esperaba aquel inquieto dragón que últimamente no podía pasar más de cinco minutos sin su compañía. Atravesó con prisa aquellos silenciosos pasillos y no disminuyó la velocidad hasta llegar a la puerta de su camarote. Fue a abrir la puerta, cuando sintió como alguien le tiraba del brazo, la aprisionaba contra la pared y le ponía un afilada daga en el cuello. El pasillo no estaba muy bien iluminado, por lo que le costó descifrar la identidad de su atacante, pero, cuando logró identificarlo, notó como sus pulsaciones aumentaban.
- Tú... - susurró la princesa, hirviendo de ira - Debí suponer que solo nos traerías problemas - la chica soltó un leve quejido cuando notó como la daga se clavaba en su cuello, dando lugar a un pequeño hilo de sangre.
- El único problema aquí eres tú - exclamó con rabia el paladín - ¿En serio crees que no te reconocí nada más verte? Eres tú a quien secuestraron en Nohr de niña... Seguramente eres una espía hoshidana que lo único que quiere es seducir a Corrin para luego darle muerte.
Azura no soportó mucho más aquella sarta de sandeces. Golpeó a Silas en el estómago, logrando así que se alejara de ella, le arrebató la daga con rapidez y esta vez fue ella quien lo acorraló contra la pared del pasillo. Le acercó la daga al cuello y clavó en él su mirada más amenazadora.
- Escúchame bien, porque no pienso repetírtelo dos veces. Yo no tengo nada contra Corrin, que te quede bien claro. Si estoy con él, es porque ambos tenemos un objetivo en común que tú nunca llegarías a entender... - hizo una breve pausa para mirar un momento la expresión agitada del paladín -... y no, no lo estoy seduciendo. Tan solo estoy enamorada de él. Y te puedo asegurar que no consentirá que nadie, incluido tú, me haga daño. Así que la próxima vez que vuelvas a amenazarme, a mí o a Corrin, te mataré, y créeme cuando te digo que será un muerte lenta y dolorosa - Azura retiró con brusquedad la daga del cuello de Silas - ¿Me he explicado con claridad?
Silas solo asintió, muerto de miedo. No sabía que aquella joven tan pacífica y sumisa podía ser capaz de aterrorizarlo de aquella manera.
- Bien... Ahora vete, no sea que Corrin se despierte y decida acabar contigo.
El chico salió de allí como alma que lleva el diablo.
Cuando lo vio desaparecer entre las tinieblas, Azura se tocó el cuello con cuidado. La herida no era profunda y no tardaría mucho en cicatrizar, pero no podía arriesgarse a que Corrin la viera, por lo que cerró los ojos un momento y se concentró en curarse la herida.
Una vez estuvo cerrada y limpia, entró con suavidad en la habitación. Avanzó con sigilo hasta la cama y se acurrucó junto a Corrin. Por suerte para ella, el chico tenía un sueño muy profundo y ni se inmutó al notar su contacto. Dejó que el sueño la invadiera, mientras rezaba por no tener pesadillas esta noche...

El bullicio que formaban los demás miembros del ejército los desveló a ambos.
Azura empezó a frotarse los ojos de mala gana. Ninguno de los dos quería moverse de la cama, pero, si no se levantaban pronto, Takumi, Camilla, Sakura y Elise vendrían a buscarlos, y aquello no sería nada agradable conociendo a sus hermanos.
La chica depositó un beso en la mejilla de Corrin, intentando despertarlo. Solo consiguió que el chico soltara un breve bufido, dando a entender que él tampoco quería levantarse. Cuando Azura ya daba por perdida la misión "despertar a Corrin", sintió como el joven la cogía por la cintura y se la cogía en volandas. La chica logró zafarse de él y se dispuso a arreglarse.
Se cepilló el pelo y se puso su traje de auriga celeste. Sabía que hoy llegaban a Notre Sagesse, y tenía que estar preparada por si se topaban con tropas nohrias o hoshidanas.
Ahora si dejó que Corrin la llevara en volandas hasta el comedor del barco, donde los esperaban sus hermanos para desayunar. La joven no quiso contarle nada a nadie de su pequeño incidente de anoche, pues notó como la mirada de Silas ya no se centraba en ella.
Pasadas unas horas llegaron a Notre Sagesse, bueno, a su puerto. En realidad, Notre Sagesse era una inmensa fortaleza que había en la cima de una gigantesca y escarpada montaña a las afueras de un pequeño pueblo pesquero situado en una isla en medio del mar.
Empezaron a escalar la montaña siendo de día y no llegaron a la cima hasta pasada la tarde. Por el camino tuvieron bastantes imprevistos, pues el sendero no era  seguro, y al más mínimo fallo podías caer montaña abajo. Además, el tiempo no acompañó. De repente empezó a llover, a granizar, e, incluso, en las zonas más altas de la montaña, llegó a nevar, dificultando el paso y la vista.

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