Arete había decidido retirarse inesperadamente de la batalla, pues las cosas no habían salido como ella esperaba y dudaba de que tuviesen alguna posibilidad de ganar.
Ahora recorría los gigantescos y sombríos pasillos del castillo Gyges, en compañía del que en otra vida había sido su esposo y padre de la que afirmaba ser su hija, aquella entrometida joven que no les traía más que problemas...
Athan, antiguo rey de Valla, había decidido acompañarla a la entrevista con Anankos, que los esperaba un poco más adelante, en la sala del trono. No habían hablado en todo el camino, pero había una pregunta que le rondaba la cabeza desde que supo de la llegada de Azura. El joven la miró, severo.
- ¿Cómo está nuestra hija? - preguntó, inocente.
Arete siguió andando, sin dirigirle la mirada.
- ¿Cómo estás tan seguro de que es ella? - preguntó la joven con cierto desprecio.
- Porque si no lo fuese tú no vendrías corriendo a entrevistarte con Él... Ni hubieses huido de esa batalla... - contraatacó el joven.
El joven rey era bastante inteligente, y no le había supuesto ningún problema leer las preocupaciones que habitaban el corazón de su esposa. Athan era un chico de unos veintiocho años de cabello celeste, que siempre llevaba recogido en una coleta alta. Tenía la tez bronceada por el sol y sus ojos eran dos bellos lingotes dorados. Vestía un chaleco blanco bastante ancho, el cuál mostraba su torso, decorado con bordados azules en los laterales. También llevaba unos pantalones de lino blanco, que quedaban atados a los tobillos y a la cintura. Era muy jovial y amigable, cariñoso con su gente y un hábil guerrero, pero ahora no era más que un simple siervo del dios al que un día rindió culto.
Arete se paró en seco, antes de llegar ante la enorme puerta de piedra que daba acceso a la sala del trono. Miró a Athan con seriedad y le tendió la espada que portaba.
- Espero que tú si sepas usar tu espada como se merece...
Fue a abrir el portón de piedra, cuando Athan la agarró con fuerza del brazo y la acercó a él para mirarla fijamente a los ojos.
- No seré yo quien la mate - contestó el joven con rudeza.
Arete desenvainó la espada que le había tendido y la interpuso con cuidado entre sus frentes.
- No tienes opción... - añadió ella, con furia.
Tiró la espada lejos, fuera de su alcance. Se dió la vuelta y se dirigió hacia la sala del trono vallés
- Si no lo hacemos nosotros, lo hará Él... - susurró, mientras abría la puerta y se perdía en la inmensa oscuridad que invadía la estancia.
Athan se quedó allí parado un tiempo. Suspiró con pesadez y cogió su espada del suelo. Examinó el filo de ésta al detalle. Estaba intacta.
La guardó en su vaina y se perdió por los pasillos de aquel maldito palacio, que una vez fue suyo...- ¡Poneos a salvo! ¡Alejaos de aquí! - le pedía él, desesperado, con un nudo en el estómago por tener que separarse de ellas.
La joven reina asintió con pesadez. Cargó a su hija en brazos, la cuál no paraba de llorar, y la acercó hasta su padre para que se despidieran. El joven le limpió las mejillas y depositó un beso en la frente de la pequeña princesa.
- Mamá cuidará de tí... Yo iré a buscaros cuando todo esto termine... - la tranquilizó, con aquella cálida voz que tanto adoraba la pequeña. La miró a sus pequeños ojos, aquellos que eran idénticos a los suyos y le dedicó una dulce sonrisa - Ten cuidado, Nera... - añadió. Miró con cariño a la madre de la niña - No mires atrás. Tú eres más fuerte que todo esto...
La joven no dijo nada, sólo se entristeció al sentir, quizás por última vez, los labios del que pensó que nunca llegaría a considerar su esposo, su amor... Al separarse de él, con lágrimas en los ojos, se tapó el rostro con una capucha, agarró con fuerza a su hija y empezó a correr pasillo abajo, sin mirar atrás.
- ¡NO! ¡PAPÁ! - gritó la niña con todas sus fuerzas, para después ocultar el rostro en el hombro de su madre y llorar por todo lo que dejaba atrás...- No... Papá... - gimió Azura, aún en sueños - ¡NOOOO! - gritó con fuerza mientras se incorporaba con brusquedad de la cama. - No os vayáis... Por favor - sollozó.
Intentó tranquilizarse, respirando con dificultad. Sintió como unos protectores brazos le rodeaban la cintura y como Corrin le apartaba un mechón de pelo. Se giró, con los ojos vidriosos, para disculparse por haberlo despertado.
- Corrin, yo...
- Shh... No te preocupes, princesa. Estaba despierto - contestó el príncipe con una sonrisa.
Azura agradeció no haberlo despertado y enterró el rostro en el hombro del joven. Él empezó a acariciarle su enredado cabello con suavidad, mientras ella recordaba poco a poco la pesadilla que la había atormentado hasta hace poco.
Se separó bruscamente de su hombro y empezó a examinar su alrededor con interés. Suspiró, aliviada, al comprobar que estaban en su habitación. Volvió a enterrar el rostro en el hombro de Corrin.
- ¿Qué hora es? - preguntó ella con pesadez.
El chico alzó un poco la cabeza para poder mirar con facilidad por la ventana. Estaba nublado y llovía, por lo que no pudo descifrar la posición del sol.
- ¿Qué tal si bajamos y lo averiguamos? - preguntó él, simpático, como de costumbre.
La joven asintió y se levantó con rapidez de la cama. Aún llevaba su ropa de auriga, por lo que no tuvo que cambiarse, solo intentar arreglar el desastre que se había formado en su cabello. Empezó a desenredárselo, cuando vio que la herida de su antebrazo había desaparecido.
Sonrió y se volvió hacia Corrin, que ya estaba listo para bajar.
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Fire Emblem Fates: Unión
FanfictionTodos los personajes de esta historia son propiedad de Nintendo e Intelligent System. Corrin y Azura se han rebelado en contra de sus dos familias y ahora deben afrontar la cruda realidad. Les espera un camino de aventuras, obstáculos, verdades ocul...