22: Castillo Gyges

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- ¿Y qué pretendes que haga ahora? - preguntó el chico fríamente - Te estoy agradecido por desvelarme porque soy así... Pero eso no hará que me una a tu causa...
- No hará falta, créeme... Tengo mis medios para conseguir lo que quiero... - respondió mientras sonreía con malicia.
Anankos movió una de las manos hacia el lago, produciendo otro cambio de imagen. Esta vez no era la imagen de un paisaje, una diosa o un castillo...sino una persona.
El rostro sonriente y frío de Azura iluminó el lago por completo. Corrin desenvainó su espada y la posó en el cuello de Anankos.
- No te atrevas a tocarla... - rugió, y su voz sonó más amenazadora que nunca.
Anankos río de nuevo, con malicia.
- Lo siento... Creo que ya lo he hecho... - respondió, antes de desaparecer bajo la capa que portaba.
- ¡NOO! - gritó el joven, arremetiendo contra él con toda su rabia.
Pero Anankos ya se había ido.

Azura, que permanecía escondida tras unos arbustos, decidió correr hasta Corrin para que el joven comprobase que se encontraba bien. Se incorporó y decidió salir de su escondite, cuando sintió que alguien le tapaba parte del rostro con un paño blanco, el cuál desprendía un extraño olor. Intentó escapar del agarre de su atacante, pero cuanto más se revolvía, más fuerza perdía. Su vista empezó a nublarse, sus músculos se paralizaron y sintió un terrible dolor de cabeza. Empezó a cerrar los ojos, aún intentando hacer acopio de las pocas fuerzas que le quedaban.
- Corrin... - susurró ella con debilidad, mirando al chico, que corría hacia el campamento, llevado por la ira y la desesperación - No...
- Deberías haber venido cuando te di la oportunidad... - murmuró Anankos en su oído, con un tono de voz muerto.
Finalmente, Azura cayó al suelo, fría y débil. Anankos se arrodilló junto a ella y la agarró con desprecio de la barbilla.
- Tienes mucho potencial, Nera... Bueno, siempre puedes servirme como cebo.
La cogió en brazos con suavidad, y ambos desaparecieron, mientras un desesperado dragón se dejaba llevar por la rabia...

Despertó en una lúgubre y pequeña habitación en la que solo entraban unos pequeños rayos de luz. Abrió y cerró los ojos varias veces, con la esperanza de que aquello no fuese más que una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento. Al no obtener resultado, intentó levantarse. Aún tenía las piernas medio dormidas, por lo que tuvo que agarrarse en las rejas que la mantenían presa para poder levantarse.
Torpemente, se acercó al pequeño ventanuco que iluminaba la oscura estancia. Quedaba a su altura, por lo que pudo ver perfectamente a través de él. Daba a un pequeño jardín, en el que apenas había árboles o flores, solo una fuente muy básica de la que brotaba un poco de agua.
Suspiró, con pesadez, al recordar lo que había pasado...

Era de noche y hacía frío, por lo que decidió levantarse a buscar una sábana con la que taparse. Empezó a deambular por la habitación con los ojos entreabiertos, hasta que encontró una suave sábana colgando del respaldo de una silla que había al lado de la entrada a la tienda.
La cogió y se dejó caer sobre la cama. Se echó la sábana por encima y se acurrucó, esperando encontrarse a Corrin junto a ella. Al no sentirlo a su lado saltó rápidamente de la cama y empezó a buscarlo por el campamento.
Al no encontrarlo por ninguna parte, decidió salir a través de un pequeño agujero que había en uno de los bloques de piedra que habían usado para rodear el campamento. Logró pasar con facilidad, pues era muy delgada y ágil.
Una vez fuera, empezó a correr hacia cualquier parte, guiándose por la posición de las estrellas, con la esperanza de que Corrin estuviese bien. Tras un tiempo corriendo sin parar, llegó hasta un pequeño bosque y decidió adentrarse en él a buscarlo.
No le importó que los arbustos rasgaran su bata, que las ramas de los árboles más bajos arañaran su rostro, ni que la poca luz que había nublara su vista. Sólo quería encontrarlo cuanto antes y asegurarse de que estaba bien.
Finalmente, llegó al claro donde estaba Corrin. Sintió como su corazón se aceleraba y sintió el enorme impulso de lanzarse a sus brazos, cuando vio que no estaba solo. Tembló al comprobar quien era su acompañante. No se atrevió a dar un solo paso hacía él, por lo que se escondió tras unos arbustos mientras los observaba con atención...

Fire Emblem Fates: UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora