12: ¿Confías en mí?

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La niebla iba consumiendo poco a poco las almenas de aquel castillo, dándole un aspecto aún más dramático y terrorífico del habitual. Como cada día, el sol empezaba a ponerse, dejando que la oscuridad y las estrellas invadieran aquel reino que parecía hecho para ellas.
En una de las habitaciones reales del castillo, un joven de cabellos rubios y ondulados, ojos violetas y expresión seria, pensaba acerca de la carta que acababa de recibir. El príncipe cogió la carta de encima de su mesa y empezó a leerla por enésima vez.

«Si quieres conocer la verdad únete a nosotros en el Cañón Sin Fondo el día que los cielos cambien...
Un traidor

Suspiró al terminar de leerla. Siempre tenía la esperanza de que las palabras cambiasen en algún momento y mostrasen un mensaje de arrepentimiento, en el que "aquel traidor" le decía que había entrado en razón, que volvería junto a ellos, que lucharía a su lado contra las tropas hoshidanas, que volvería a ser su hermano pequeño...aquel que tanto añoraba... Pero, por más que la leía, allí seguían las mismas letras, las mismas sílabas, las mismas palabras, las mismas frases...el mismo mensaje.
Xander se pasó dos dedos por la frente, intentando despejarse. Tras varios minutos mirando a la nada a través de su ventana, decidió llamar a la persona adecuada para la idea que tenía en mente. Agarró su chaqueta y su espada e inmediatamente salió de la habitación. Empezó a recorrer los pasillos hasta llegar a la Sala del Trono. Su padre no estaba allí en aquel momento, así que aprovechó para hablar con la persona indicada.
- ¡Yago! - lo llamó, con fuerza, haciendo que su voz retumbara por todo la sala.
El mago hizo una larga reverencia
- ¿Deseáis algo señor...? - preguntó con arrogancia el hechicero.
- Reúne a todas las tropas y dirigíos hacia el Cañón Sin Fondo. - hizo una pausa para mirar al mago, desafiante -¡Es una orden! - ordenó finalmente, frío y distante.
- Señor...¿se me permite preguntar para qué? - murmuró éste con una sonrisa malévola.
Xander no respondió directamente... Quería escoger las palabras adecuadas.
Le dió la espalda al mago y miró las inertes llanuras que se extendían a sus pies a través de uno de los ventanales.
- Corrin nos espera allí...- respondió, escupiendo cada palabra.
El mago solo asintió, entendiendo el plan del príncipe, antes de perderse entre risas por aquellos oscuros pasillos.
Xander no se quedó allí parado mucho tiempo. Tenía que terminar de preparar su plan. Además, no se podía ir así. No sin antes poner al día a Leo...

Decidió perderse entre los cerezos en flor que adornaban los alrededores del castillo. En su mente había un lío inmenso ahora mismo, y estar rodeado de cerezos siempre lo había ayudado a pensar con claridad. Además, no sabía porque, pero aquellos árboles lo hacían sentirse cerca de sus hermanos.
Suspiró pesadamente al recordarlos. Acababa de releer la nota que su hermano le había enviado hacía apenas dos horas. Seguía dándole vueltas a aquel mensaje... No podía ser verdad que después de haberles dado la espalda y no querer saber nada de ellos después de tanto tiempo separados, le llegara una carta en la que pedía que él e Hinoka se uniesen a su causa, la cuál no parecía tener un sentido definido. Sabía que nunca sería capaz de dañar a Corrin, pero habían pasado mucho tiempo lejos el uno del otro, y ahora que había logrado traerlo de vuelta a casa, los abandonaba y los dañaba para luego pedirles que volviesen a su lado... No sabía si podría llegar a perdonarle aquello algún día.
Dejó atrás sus pensamientos para ver en silencio como su hermana ensillaba su pegaso. Suspiró, y se acercó a ella, intentando pasar desapercibido. La chica no se dignó a mirarlo. Estaba enfadada por la actitud callada e inquebrantable de su hermano mayor. Ella quería ir junto a Corrin, pues no dejaba de ser su hermano pequeño... Quería ayudarlo, luchar junto a él, abrazarlo con fuerza y prometerle que siempre estaría a su lado. No comprendía porque Ryoma no pensaba ayudarlo. Sabía que Corrin, en el fondo, tenía un buen motivo para haber tomado aquellas decisiones. Ella si pensaba ir a buscarlo, dijera lo que dijera Ryoma.
- Yo voy a ir con él, Ryoma - soltó la joven cuando el príncipe pasó junto a ella. - Ya estoy cansada de esperar a que tú decidas que hacer... Si no quieres seguirme no te lo reprocharé, pero Corrin me necesita... Nos necesita a ambos... ¡Tú lo sabes mejor que nadie! - gritó Hinoka con un nudo en el estómago, mientras las lágrimas se escapaban de sus ojos marrones. - ¡No puedo perderlo otra vez! - sollozó, estrechando las riendas de su pegaso perlino.
Sin previo aviso, Ryoma abrazó con fuerza a Hinoka. La chica no dijo nada, solo lo abrazó más fuerte, disfrutando de las sensaciones que le transmitía aquel momento. Hacía mucho tiempo que su hermano no se mostraba tan afectivo con ella.
- Tranquila... Lo sé - susurró a su oído a la vez que acariciaba sus cabellos rojizos - Por eso he decidido que debemos confiar en él y acudir a su encuentro. No lo perderemos otra vez... Te lo prometo.
Hinoka seguía callada. Se separó de su hermano con suavidad y corrió a montarse en su pegaso ante la mirada perpleja de Ryoma.
- ¿Y a qué estamos esperando?
Ryoma sólo asintió, a la vez que sonreía ante la viva e incansable actitud de su hermana pequeña.

Hacía varios días que habían puesto rumbo al Cañón sin Fondo, con la esperanza de que sus hermanos acudieran a su encuentro.
Corrin iba delante, guiando a las tropas, mientras que Azura iba junto a Sakura y Elise al final del séquito. Llevaban varios días sin hablarse y no habían vuelto a dormir juntos desde que volvieron de Notre Sagesse. Corrin sabía que Azura tenía respuesta a sus preguntas, pero la joven había decidido no desvelarle ningún tipo de información. La princesa confiaba en él ciegamente, y si hacía eso era por su bien.
La chica suspiró antes de espolear a su pegaso y colocarse rápidamente junto a Corrin, que caminaba serio, con paso firme y sin apartar la vista de su objetivo.
- ¿Podemos hablar? - preguntó ella, rogándole con la mirada.
El joven agachó un poco la cabeza.
- ¿Por qué no confías en mí? - preguntó él, distante, sin mirarla.
Azura resopló. Cuando a Corrin se le metía algo en la cabeza era difícil hacerle cambiar de opinión
- ¿Y tú? ¿Confías en mí? - contraatacó enfadada, acercándose más a él.
Corrin no contestó, haciendo que la chica se enfadara aún más. Siguió adelante, como si nada pasara.
- ¿¡Crees acaso que no confió en ti!? ¿¡En serio crees que cada cosa que hago, cada elección que tomo no tiene un motivo!? - gritó, pensando que así se dignaría a mirarla - Porque si es así dímelo... Dime si tú también confías en mí como yo confío en ti... - Azura empezó a llorar interiormente, esperando que nadie la viese en esa situación.
Por suerte se habían adelantado bastante. Dejó que algunas lágrimas rodaran por sus mejillas. Azura paró en seco a su pegaso y se bajó de él con brusquedad - ¡MÍRAME! - gritó, dejándose la voz en cada letra.
Corrin también se paró. Giró la cabeza para mirarla fijamente a los ojos. Se acercó lentamente hasta ella y, cuando estuvo a su altura, le limpió las lágrimas con delicadeza.
- No me hagas esto... - rogó la chica - Si no confías en mi dímelo... Y, si sí confías en mi, júramelo por lo que sea más sagrado para tí y quédate a mi lado... pero no juegues conmigo... Nunca... por favor...
Casi sin notarlo estaban el uno junto al otro, frente a frente, sintiendo como el tiempo se detenía a su alrededor.
- Sí... - murmuró el príncipe, al borde del llanto - Te juró por nuestro amor que confío y confiaré en tí ciegamente, ahora y siempre, y prometo no separarme de tu lado... - hizo una pausa, dejando que las lágrimas fluyesen de sus ojos. - Lo siento... Te quiero... - le susurró delicadamente.
Azura terminó de acortar la distancia que los separaba, acariciando los labios del joven con los suyos. Corrin se abrazó a ella, entregándose a ese beso como si fuese el último. Se separaron un segundo para mirarse a los ojos. Azura vió temor, ansiedad, preocupación, ira y agonía en sus ojos. Pero también vio compasión, cariño, ternura, valentía, honestidad...y amor. Un amor tan profundo como el mar. Y era para ella... Volvió a besarlo, pidiendo que aquel momento no acabase nunca.
Oyeron pasos a sus espaldas y ambos se giraron, aún abrazados. Takumi y Camilla aparecieron de unos arbustos cercanos, junto al resto del ejército.
Siguieron su camino. Ninguno de los dos mencionó nada de aquel momento que acababan de compartir. Tampoco hicieron falta palabras que indicasen que ambos habían hecho las paces, pues Corrin cabalgaba junto a Azura, en su pegaso blanco como la nieve, y ambos dejaban ver una amplia sonrisa en su rostro.
Siguieron avanzando sin detenerse durante dos largas horas más, hasta que divisaron a lo lejos el Cañón Sin Fondo. Entonces, Corrin notó como algo se movía entre los matorrales que había al borde del camino.
- Azura... - susurró, apurado, al oído de la joven - Azura, detén al pegaso.
La joven hizo caso a Corrin y paró a su montura, que se mostraba inquieta desde hacía rato. El resto del ejército se detuvo al instante sin pronunciar palabra alguna. Azura se había aferrado a las riendas de su pegaso. Sabía que algo no andaba bien.
- Nos han rodeado... - volvió a susurrar el chico. Su voz estaba invadida por el miedo y la incertidumbre.
- ¿Quiénes? - preguntó Azura, respirando con pesadez.
Corrin no tuvo tiempo de responder. Una flecha apareció de entre los arbustos en dirección a Azura. No se lo pensó dos veces. Se interpuso entre ella y la flecha, recibiendo él el disparo. Cayó al suelo malherido, con la flecha clavaba en el abdomen.
- ¡CORRIN! - gritó Azura mientras corría junto a él con intención de curarlo.
El resto del ejército no tardó en correr junto a ellos, cuando sintieron una presencia a sus espaldas. En cuestión de segundos el ejército nohrio casi al completo los rodeó. Ahora sí que estaban perdidos...

Espero que os haya gustado el capítulo de hoy😘😘😘

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