21: Quien eres

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Era de noche. La gigantesca Luna adornaba el infinito cielo vallés y las estrellas velaban el sueño de quienes dormían a sus pies.
Tras el reencuentro con sus padres, Corrin le había pedido a Ryoma y a Xander permanecer en Valla. Ambos príncipes habían aceptado a regañadientes, pero aquello le bastaba a Corrin para llevar a cabo su plan...
Azura dormía profundamente en sus brazos, en una cama improvisada que habían hecho con un montón de hierbas secas y una sábana blanca. No hacía frío, por lo que no necesitaron taparse con ninguna otra sábana.
Corrin se deshizo con cuidado de su agarre, intentando no despertarla. Se sentó en el borde de la "cama", se puso una camisa blanca, unas botas y salió fuera a buscar su armadura y su espada. Corrió a un lado la cortina que hacía de puerta en su tienda, miró a la joven, que seguía durmiendo plácidamente, y le dedicó una sonrisa y un dulce beso.
Entró en la tienda donde guardaban las armas y las armaduras, se colocó la suya y metió a la Yato en su vaina. Salió sigiloso de la tienda y comenzó a perderse entre el silencio de la noche. Llegó hasta el límite del campamento, donde hacían guardia Kagero, Kaze y Saizo.
- «Bien...» - pensó el joven - «No había otros que pudieran guardar el campamento...»
No podía dejar que nadie lo viese salir del campamento. Harían demasiadas preguntas...
Metió la mano en un pequeño bolsillo que tenía la vaina de su espada y comenzó a removerlo. Sonrió, al encontrar su objetivo. La sacó con cuidado y la contempló con curiosidad, a la luz de las antorchas que iluminaban el campamento. La piedra relucía con fuerza, mostrando un brillo azulado verdoso.
Entonces se acordó de Azura. Ella le había dado aquella piedra dragón hacía ya un año, cuando se transformó por primera vez. También le había pedido que siempre la llevara consigo, pues su poder dragontino era imposible de controlar sin la piedra.
- «Llévala siempre... - había dicho ella, con la voz llena de cariño - Mantiene a raya a los dragones...»
La estrechó con fuerza entre sus dedos y decidió transformarse, escondido tras un carromato.
Notó como su instinto se liberaba, como le ardían las venas, como cambiaba su cuerpo poco a poco... Cerró los ojos con fuerza y pidió que nadie lo estuviese viendo.
Cuando se hubo transformado, asomó con cuidado la cabeza, asegurándose de que nadie lo había visto. Tras haberse asegurado de ello, extendió las alas, de forma que no se escuchasen al alzar el vuelo, y emprendió su camino a través de las pequeñas nubes que adornaban el cielo.
Volaba bajo, sobrevolando los árboles que se extendían a lo lejos. Observó todas y cada una de las criaturas que se cruzaban en su camino. Ninguna mostró signos de terror.
- «Estarán acostumbrados a los dragones...» - pensó el dragón mientras aterrizaba en el borde de un lago para beber un poco de agua fresca.
Entonces notó como las criaturas que antes lo habían observado con curiosidad, corrían despavoridas al interior del bosque. La temperatura del ambiente disminuyó, y una tibia neblina inundó el claro. Oyó unos pasos a su espalda y decidió volver a transformarse en humano. Colocó una mano en la empuñadura de su espada, por si acaso.
- Deja eso... - dijo una fría voz tras él.
El chico no obedeció, solo giró un poco la cabeza para mirarlo a los ojos.
- ¿A qué has venido? ¿A qué te mate? - preguntó el príncipe, sombrío.
El encapuchado se río a carcajadas. Su risa era oscura y siniestra, invadida por la oscuridad y el odio.
- No - respondió, seco - No me interesan ese tipo de ofertas...
Corrin se giró totalmente. Lo miró con rabia a los ojos, que se ocultaban tras una capucha aterciopelada. No respondió, tan solo lo miraba, desafiante.
El desconocido avanzó, colocándose frente a él.
- Kamui... Creo que va siendo hora de que comprendas quien eres en realidad... Y cual es tu papel en esta historia...
Volvió a avanzar, colocándose junto a la orilla del lago, de espaldas a Corrin, quién se giró, alerta. Empezó a recitar una especie de cántico, que acabó convirtiendo la superficie del agua en un espejo. El extraño fijó su mirada en Corrin.
- Presta atención...
El chico no entendía que era lo que tenía que comprender, pero fijó su atención en el espejo, esperando a que algo sucediese.
Entonces, la superficie del lago, que había permanecido de un color blanquecino, se volvió completamente negra. Era la nada más absoluta, totalmente vacía. No era una nada mezquina ni aterradora. Era hermosa, en cierto modo... apacible. Pero seguía siendo eso... Nada.
De pronto, una luz iluminó el espacio. Tenía un brillo particular, como si se tratara de una estrella, o simplemente fuera la luz de una vela que se enciende poco a poco. La luz permaneció parada un rato, como si el tiempo se hubiese detenido.
Corrin fue a rechistar, cuando, de la luz comenzaron a aparecer estrellas, planetas, cometas y galaxias completas. La atención se centró en uno de los planetas, aparentemente vacío.
- No hay nada... - puntualizó el joven.
- Eso es porque no sabes mirar...
Corrin volvió a centrar su atención en el planeta. No era muy pequeño. Tampoco era muy grande. En él se distinguía una gran masa de agua, pero también mucha vegetación.
La imagen se agrandó, perdiéndose en uno de los inmensos mares del planeta. En él no había vida, solo agua, rocas y arena. Corrin suspiró, pesaroso, cuando en medio de la arena distinguió una especie de pequeña perla.
- ¿Qué es eso? - preguntó el joven, curioso.
El extraño solo hizo un gesto con la cabeza, dando a entender que fijara su atención en la imagen.
La perla se abrió poco a poco, llenando el fondo marino de luz. Del interior comenzaron a salir millones de seres marinos: coloridos peces, pequeños moluscos, grandes orcas, bellos delfines... Todos ellos comenzaron a llenar los mares con su vida, haciendo de aquel inhóspito lugar un verdadero paraíso.
Corrin se quedó fascinado ante la belleza de aquella imagen. El chico volvió a fijar su mirada en la perla. De su interior apareció una mujer. Su largo cabello azul marino le llegaba por los tobillos, y sus ojos dorados eran dos relucientes estrellas. Su piel parecía tallada en mármol blanco y su voz era digna de una sirena. Corrin no pudo evitar acordarse de Azura, pues aquella extraña mujer era muy parecida a la joven princesa.
- Ella es Sarinnad... La princesa de los mares y madre de todas las criaturas... - explicó el encapuchado, con una especie de añoranza en su voz.
Corrin contempló como la mujer avanzaba por el fondo marino, y como por allí donde pisaba crecía la vida, libre y maravillosa.
- Sarinnad creó tres grandes reinos, llenos de vida. Las gentes de dichos reinos la veneraban y la consideraban su diosa...
De pronto la imagen cambio. En ella se veía a Sarinnad jugando con tres pequeños dragones. Uno blanco con tonos rosados; otro negro con tonos violetas; y un último, grisáceo con tonos azulados.
Corrin desvío la mirada para mirar extrañado a su misterioso acompañante.
- Sarinnad tenía el don de la vida... Allí donde pisaba crecía los árboles y las flores. Aquello que pensara se convertía en una criatura con vida propia... Por eso se la considera la madre del mundo en el que vivimos. - hizo una pausa mientras contemplaba la imagen - Decidió crear tres pequeños dragones, criaturas consideradas divinas, que estarían destinados a gobernar los tres grandes reinos que ella había creado...
- Valla, Hoshido y Nohr... - susurró Corrin.
El encapuchado asintió.
- Pero... No lo entiendo. Si se la considera la madre de nuestro mundo, ¿cómo es que no aparece en ninguna de nuestras historias, de nuestros rezos o de nuestras tradiciones?
El encapuchado embozó una macabra sonrisa.
- Como he dicho... Presta atención.
Corrin suspiró y dirigió su mirada al espejo que relucía en la superficie del lago.
En ella se veían a cada uno de los tres dragones, que ya habían crecido, gobernando cada uno de los reinos. Las gentes de estos reinos los acogieron con gratitud, levantando altares en su honor, retratándolos como héroes en las leyendas y creando canciones para ellos, las cuales eran transmitidas de generación en generación.
La imagen cambió. Esta vez se veía como las gentes de cada reino dejaban de rezarle a Sarinnad, y como dejaban de crear canciones en su honor... Mientras cada dragón seguía gobernando su reino...
- Finalmente Sarinnad murió... Olvidada por los que una vez fueron sus hijos, aquellos que llenaron sus reinos con la vida que ella les otorgó. Ahora sólo forma parte de una antigua leyenda vallesa, en la que se la retrata como una liberadora del pueblo, que finalmente acabó convirtiéndose en la reina de Valla. Algunos dicen que su espíritu reside dentro de una espada legendaria, la cuál posee el mismo nombre que la diosa.
- ¿Y qué pasó...con los tres dragones? - preguntó Corrin con temor.
- Aún viven...cada uno en su reino, siendo venerados por sus gentes.
- ¿Y qué tiene que ver todo esto conmigo? - volvió a preguntar, esta vez con prisa.
- Los dioses viven mientras que la gente cree en ellos, bien sea por fe, por tradición... O por miedo. - hizo una pausa, pues notó como Corrin le miraba con rabia.
- ¡Tú! - escupió con desprecio - Anankos...
- Al fin te has dado cuenta... Bien, pues aquí empieza tu historia...Kamui - se giró hacía el lago e hizo que la imagen cambiase.
En ella se veía el reino de Valla, tal y como lo había descrito Azura.
- Sarinnad fue lo más parecido a una madre para mí... Hace miles de años me encomendó el reino de Valla para que yo lo gobernara. Tras su muerte, mis dos hermanos y yo cometimos el error de dejar nuestros reinos en manos de los humanos, asignado a uno de ellos para que liderara al resto.
«Pasaron los años y la ciencia avanzó. Al principio eran solo avances médicos, tecnológicos... Pero más tarde empezaron a investigar el origen de nuestro mundo. La gente empezó a plantearse la posibilidad de que nosotros no fuésemos dioses realmente, o que simplemente no fuimos quienes fundaron este mundo.
Poco a poco los valleses dejaron de verme como un dios creador todopoderoso, sino como una figura que los representaba, un ser fantástico, pero no como un dios... Y mucho menos como un líder.
Mi poder comenzó a desvanecerse poco a poco, pero me resignaba a desaparecer al igual que Sarinnad. Así que decidí tomar cartas en el asunto... Durante muchos años estuve planeando mi venganza, hasta que encontré el plan perfecto.»
Anankos paró de hablar un momento, haciendo que la imagen del lago cambiara. Esta vez se veía a la reina Mikoto, con unos veinte años y un abultado vientre que escondía tras un amplio vestido de gasa.
Corrin no podía creer lo que veía. ¿Qué tenía que ver su madre con todo esto?
- No podía destruir los tres reinos yo solo, necesitaba ayuda, y no precisamente de simples humanos... Yo no podía crear criaturas vivas, al igual que Sarinnad, por lo que no me quedaba más remedio que concederle parte de mi poder a una de esas criaturas.
«Un día, tu madre decidió visitar el reino de Valla, tal vez para visitar a su familia. Ella estaba embarazada de tí, Kamui... Aunque sólo fueses un proyecto de humano, ya desprendías un increíble potencial. Tú estabas predestinado a ser quien portara la Yato... - dijo señalando la espada, que brillaba como una estrella - Por eso te elegí... Transpasé parte de mi poder a tu cuerpo, convirtiéndote en lo que eres ahora... Un híbrido entre humano y dragón... Posiblemente una de las criaturas más poderosas de este mundo.
Corrin no pudo evitar sonreír para sus adentros, pues había encontrado la respuesta a la pregunta que llevaba tanto tiempo formulándose. Pero, a la vez, sentía una profunda repugnancia hacía sí mismo. Se sentía despreciable al sentir que un ser como Anankos era, en cierto modo, su otro padre. Bueno, de su parte dragón, pues él seguía siendo hijo de Sumeragi y Mikoto, reyes de Hoshido...
- ¿Y qué pretendes que haga ahora? - preguntó el chico fríamente - Te estoy agradecido por desvelarme porqué soy así... Pero eso no hará que me una a tu causa...
- No hará falta, créeme... Tengo mis medios para conseguir lo que quiero... - respondió mientras sonreía con malicia.
Anankos movió una de las manos hacia el lago, produciendo otro cambio de imagen. Esta vez no era la imagen de un paisaje, una diosa o un castillo...sino una persona.
El rostro sonriente y frío de Azura iluminó el lago por completo. Corrin desenvainó su espada y la posó en el cuello de Anankos.
- ¡No te atrevas a tocarla...! - rugió, y su voz sonó más amenazadora que nunca.
Anankos río de nuevo, con malicia.
- Lo siento... Creo que ya lo he hecho... - respondió, antes de desaparecer bajo la capa que portaba.
- ¡NOO! - gritó el joven, arremetiendo contra él con toda su rabia.
Pero Anankos ya se había ido...
Corrin dirigió la mirada hacia el lago, pero la imagen de la joven había desaparecido, y aquellas aguas volvían a ser las de siempre.
No perdió ni un minuto más. Con todas sus fuerzas comenzó a correr hacia el interior del bosque, intentando llegar cuanto antes al campamento. Esta vez no le importó que alguien lo viese, que le preguntasen adonde había ido, o porqué estaba alterado. Sólo quería entrar cuanto antes en su tienda y asegurarse de que seguía allí...
Cruzó fugaz la entrada del campamento, ante la incrédula mirada de Saizo, Kagero y Kaze. Por fin llegó a su tienda, cansado y nervioso. Corrió la cortina que hacía de puerta y se lanzó sobre el jergón en el que dormían. Cuan gigantesca fue su sorpresa al no encontrarla allí dormida...
Empezó a remover la habitación con desesperación, manteniendo la inútil esperanza de encontrarla. Finalmente, arrojó su espada al suelo con violencia, para después dejarse caer de rodillas, entre llantos y culpas.
En ese momento entró Ryoma, preocupado por el escándalo que Corrin había formado. Se arrodilló junto a él y posó una mano sobre su hombro. Lo miró fijamente a los ojos, como si intentase leer en su mirada que era lo que pasaba.
Finalmente Ryoma decidió preguntarle, al no leer nada más que culpa en su mirada.
- ¿Qué es lo que ha pasado Corrin?
- Se la ha llevado... - sollozó, y su voz sonó como la de un niño asustado - Ryoma... - murmuró, llamando su atención - Anankos se ha llevado a Azura...

Bueno, aquí os dejo el capítulo número veintiuno. Espero que os esté gustando. Ya se va acercando el final... Estaba pensando en hacer segunda temporada. ¿Qué opináis?😘😘😘

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