...
Pov's Lucifer.
-¿¡CÓMO SE ATREVE EL HIJO DE PUTA A AMENAZARME!? ¿¡ACASO QUIÉN SE CREE QUE ES!? ¡SUS AMENAZAS NO ME ASUSTAN QUE SE VAYA A LOS INFIERNOS EL MALDITO BICHO ALADO!- Exclamé con furia, caminaba para allá y para acá queriendo matar a todo aquel que se me atravesase.
-Lucifer calmate- contesto Constantino.
-¿¡QUÉ ME CALME!? ¿¡CÓMO QUIERES QUE ME CALME HAN AMENAZADO ANNIA!?- Le di un patada a una mesa cerca de mí- Conmigo puede hacer lo que se les venga en gana, pero a ella, que ni se les ocurra tocarla porque juro que lo mató.
-¡Basta!- exclamó el padre- No ganas nada poniéndote de esa manera.
Lo miré y pude ver como se estremeció ante el vacío en mis ojos, cada vez que me enojaba mis ojos de volvían negros, con un vacío que representaba el no tener alma. Mi respiración estaba acelerada, y quería destruir a todos y cada uno de mis hermanos, a Miguel más que nadie, él era el líder del cónclave y sí él ordenaban los demás obedecían. ¿En qué le afectaba que yo me enamorase? Por supuesto, en nada.
Después de que Shamsiel se largara del bar y que Annia se perdiera de mi vista corrí directamente a contarle lo que estaba pasando a Constantino, era raro aunque me mostrara alejado y distante con él, era el único padre y mortal en quién confiaba, estaba enterado de todo. Asmodeo no pudo acompañarme si entraba a la iglesia se quemaría y sufriría dolor, después de que se me pasará un poco la rabieta me senté en el asiento al frente del escritorio del padre.
Se quedó mirándome unos segundos sin decir una palabra, el silencio me incomodaba grandemente, no confiaba en los ángeles y que ellos interviniera en éste asunto me intrigaba grandemente y que amenazaran Annia eso ya era la gota que rebasó el vaso. De lo que sí estaba seguro es que eran unos completos cobardes de mierda, Miguel, Rafael y Gabriel. Esos bichos con alas arderían en mis manos.
-No quiero que nada malo le pase, pero tampoco quiero que se aleje de mí, no quiero...- deje la palabra en el aire no la pude terminar.
-Lucifer, está bien, puedes decirlo, la amas.
-Es que...- Sonreí- Es hermosa, cuando era una niña y me sonrió desde ese momento supe que ella era especial, que esos ojos me condenarían a mi propio infierno y que sería mi propia destrucción.
-Sí es cierto que la amas lucifer, cuentas con mi respaldo, así todo el cónclave de los ángeles se me venga encima- agregó y esas palabras me reconfortaba mucho, más de lo que en ese momento demostraba.
Pov's Annia.
Salí de la ducha mientras envolvía mi cuerpo en la toalla, había dormido en el apartamento de Kary porque ni loca volvería a entrar en el mío, me mire al espejo mientras secaba mi cabello mojado, mis ojos estaban hinchados y tenía grandes ojeras. Estaba cansada, muy cansada de está situación, solo deseaba saber la verdad de una vez por todas. Saber si me estaba volviendo loca o no, porque hasta ahora lo único que había logrado era llegar a creer que mi real imaginación por fin trastorno a mi razón.
Abrí la puerta del baño y afuera en la habitación estaba Kary, me sonrió y dejó una muda de ropa limpia en la cama, salió del cuarto cerrando la puerta. Eran unos jeans gastado y una camisa de cuadros con escote en V, me despoje de la toalla que cubría mi torso me sentí rara desnuda en aquella habitación, miré hacia las ventana y estaban cerradas y con las cortinas cubriéndoles. Aún así, me apresure a ponerme el vestuario, no quería ser paranoica pero... Era muy incómodo.
Al terminar tome el cepillo de cabello y salí al comedor donde se encontraba mi mejor amiga, me senté a su lado y empecé a peinar mí cabellera, la podía notar muy cansada, también tenía ojeras bajo sus ojos. Sabía que en cualquier momento debía hablar con ella, decirle la verdad, lo que estaba sucediendo, pero debía meditar muy bien mis palabras para no alterarla. Después de lo que había sucedido en la madrugada me quedaba aún más claro que ella era mi única familia.
- ¿Volverás a comer?- preguntó.
-No me esperes despierta, debemos descansar bien, es Domingo no creo que cierren tan tarde en el bar, Kary por favor no te preocupes por mí- contesté regalándole una sonrisa.
-Claro que me preocupo, yo jamás importó, la que importa eres tú, no yo, a pesar de todo por lo que has tenido que pasar aún sigues en pie. Cargando con pesos que no son tuyos, con tu madre y aunque lo niegues te afecta mucho que Orlando éste con ella, así que no me pidas que no me preocupe.
-Aunque pienses de ese modo, tú si importas, eres lo único que me queda- le di un beso en la frente y tome una gabardina en el perchero- vuelvo tarde y ya me voy porque tengo que ir a un lugar antes de trabajar- ella siente- cuidate mucho por favor.
...
Pague al chofer mientras bajaba del taxi, afuera visualice las imponentes paredes de la iglesia, la fachada por fuera era de ladrillo sólido, con ventanales de diferentes colores, el viento soplaba y el frío del invierno se acercaba. Subí uno de los pequeños escalones y vacile un poco, hace unos días al estar aquí pude darme cuenta de muchas cosas, venía a buscar respuestas a mis preguntas. Quería, de una vez por todas enterarme de la verdadera realidad.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al entrar al pasillo solitario y silencioso, un lugar con tanta paz daba miedo, las cinco filas de asientos estaban vacíos y no sé porqué recordé aquella tarde en la que hice mi primera comunión. Era una niña y sin duda alguna daría lo que fuera por volver serlo, en aquella época éramos felices, puros, sin maldad, sin dolor, sin resentimiento. No estábamos contaminados, creíamos poder salvar el mundo o peor queríamos hacerlo, teníamos esperanza en la humanidad y de un momento a otro crecimos y nos convertimos en adultos, sin duda alguna el deseo más estúpido que pude pedir de niña.
Al pasar por uno de los altares vi a una mujer arrodillada en el, lloraba sin consuelo, al observarle mejor note que era la misma mujer que estaba en el confesionario el día anterior, aquel día lloraba como ahora, suplicaba he imploraba por lo bajo. Por un momento me vi tentada a acercarme, preguntarle que pasaba, sin embargo no lo hice por respeto, imaginé que debía estar llorando la muerte de algún ser querido o pidiendo por alguna enfermedad que la aquejaba.
Solté un suspiro y me dirigí a la puerta por la que había entrado al lugar. Mis zapatos resonaban una y otra vez al chocarlos con el suelo, al llegar a la puerta gire el picaporte pero no se abrió, estaba cerrada por dentro. Quise maldecir, pero no lo hice, no se me ocurría otra cosa para buscar al padre, golpeé la puerta con dos suaves ruidos y no se abrió, esto era inútil. Puse los ojos en blanco, giré en mis talones, me sobresalte y me abstuve de soltar un grito, la misma mujer que estaba hace un momento en el altar se encontraba frente a mí, ahora que la veía mejor, tenía sus ojos hinchados de llorar, el maquillaje corrido y me miraba fijamente. La situación se ponía cada vez más incómoda y no sabía como reaccionar.
-Señora, ¿se encuentra usted bien?- pregunté.
-Eres la elegida por aquel que no tiene alma- contestó y en ese momento un segundo escalofrío me recorrió.
-¿Cómo dice?.
-Señorita Wilson me place verle de nuevo- hablaron detrás de mí, me sobresalte de nuevo, mire hacia atrás sonriéndole al padre, al mirar de nuevo adelante la mujer se había esfumado- Señorita Wilson ¿sucede algo?- preguntó el hombre.
-Padre, que gusto- contesté, confundida- Vine por un asunto muy importante que me dejó intrigada.
-Entiendo perfectamente- me sonrió ampliamente- Si lo desea hablamos en mi estudio, señorita.
-Por supuesto y por favor, basta de cordialidades llámame Annia o Anni- el hombre asiente.
Camino detrás de él, hasta el otro lado de la iglesia, en las sillas de la izquierda al lado de la tarima hecha de mármol donde daban la misa había otro puerta hecha de madera, el padre la abrió dejándome subir una escaleras de caracol. Al llegar arriba un salón redondo con varias puertas a los lados, me señalo la de la izquierda, el hombre puso la mano en el picaporte y muy cordial me dio paso primero. La habitación era una especie de biblioteca, con algunos muebles de cuerina café, un escritorio de madera, pero eso no llamó mi atención, lo que me sorprendió fue un invitado en la sala.
ESTÁS LEYENDO
Lucifer (editando)
Fantasy-¡Dios!... Lucifer, tú eres el hermano más temido de todos, el más frío y despiadado, aquel que no tiene alma y venís a desarmarte por una mortal ¿qué crees qué hará cuándo se enteré qué eres un demonio? Date cuenta hermano. -Lárgate Shamsiel, aquí...