Capítulo 25

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...

Baje del auto ya impaciente, habíamos quedado de vernos con mi hermana en el bar donde trabaja Annia pero ya llevábamos casi diez minutos esperándola y aún no daba señales de estar cerca. Recosté mis caderas en la puerta del auto mientras miraba mi reloj de mano, había mandado a Asmodeo a echarle un vistazo dentro del establecimiento a ver si veía a Aradia entretenida con alguna mujer, sus inclinaciones sexuales no medían si era hombre o mujer, extrañamente ella podía gustarle los dos sexos. Solté un suspiro, mi acompañante salió del lugar indicándome que ella no se encontraba allí, ese pequeño demonio mitad ángel me iba a escuchar, sabía que no me gustaba la impuntualidad y la última vez que había hablado con ella me indicó que en diez minutos nos viéramos aquí y ya habían pasado veinte. De reojo noté como alguien estaba saliendo del callejón cerca del bar, escuche un golpe seco en el suelo y cuando dirigí mi atención completa hasta allí vi el cuerpo de mi hermana ensangrentado.

-¡Aradia!- exclamé corriendo hacía ella, la tomé en mis brazos pasando mis manos por debajo de sus piernas para cargarla en mi regazo- ¡Aradia!- la volví a llamar, sus ojos apenas se mantenía un poco abiertos y su antebrazo hacia presión en la herida que traía en el abdomen. Asmodeo me abrió la puerta de la parte de atrás del auto y allí puse a mi hermana- Aradia dime quién te hizo esto- su ensangrentado cuerpo empezó a manchar el mío, la herida no se regeneraba y mi hermana parecía haber perdido mucha sangre - Aradia, dime quien fue y te juro lo mataré con mis propias manos.

-Ra... Rafa... Rafael- logró pronunciar antes de caer desmayada.

La garganta se me secó, ahora entendía porque la herida no se estaba regenerando, sólo habían dos partes donde podrían salvarla, el cielo o el infierno. En el primero no la querían y además habían tratado de matarla, así que debía llevarla al infierno. Asmodeo tomó el asiento del piloto y empezó a conducir hasta mi apartamento, nunca llegué a pensar que por herirme a mí fueran capas de lastimar a su única hermana, no era eso lo que me ofendía sino la cobardía y el descaro con el que Miguel me retaba, primero se había atrevido a tratar de lastimar a Annia y ahora quería hacerle lo mismo a una de las pocas personas que me importaban. Una rabia casi incontrolable se apoderó de mí y quise maldecir a cada uno de esos bichos con alas.

...

Por alguna razón sabía que no podía estar junto a ella, al menos mientras mi hermana se recuperaba. Debía asegurarme que si no estuviese protegiéndola debía pedirle a alguien de mucha que lo hiciera, tenía que ser un ayudante en quien pudiera confiar, porque si me voy sé que esos alados emplumados se acercarán a Annia, pero ese sirviente debe ser fuerte e incluso que haya sido capaz de enfrentar el mismo sistema de la creación, como yo..... Mi memoria me hacía recordar aquel demonio que una vez deje salir y descubrió por el solo el amor. Pero su obstinación lo hizo regresar a lo que es hoy. Es el único de los demonios, a parte de mí, que ha podido conmover un poco el corazón dictador de mi padre, es el único que está errando en el mundo. Aradia se encontraba en mi cama, con sólo un sostén, una venda alrededor de su abdomen y unos pequeños short, la habían herido con una daga divina, así que debía llevarla al infierno, allí se recuperaría definitivamente.

- Asmodeo es probable que por un momento deba ir al Infierno y me preocupa dejar sola a Annia- empecé hablar- Se que tu la puedes proteger, pero debes venir conmigo, el padre Constantino también puede hacerlo pero en su tiempo se lo pediré. Pero falta alguien capaz de contrarrestar las fuerzas de esos alados hermanos míos como yo. ¿Recuerdas a Ferno?- pregunté

- Cómo olvidarlo, los condenados pedían a gritos cambiar de castigador. Era un verdadero arte verlo torturar, aunque él ya no está en el infierno- contestó con un poco de burla.

Lucifer (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora