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Un día ha pasado desde que Matteo se regresó a Argentina. Un día ha pasado desde que me dijo lo de Gastón. Un día ha pasado que he llamado y dejado mensajes, un millón de veces a ambos y ni siquiera uno se digna a responder.

Una parte de mí sentía miedo de volver a perder a Gastón, miedo a volver dejarlo ir pero la otra parte sentía que era mejor así.

Al principio no creí en lo que me había dicho Matteo sobre Gastón, pensé que era una especie de trampa que ellos dos habían armado pero es verdad, que nunca Matteo me ha dicho alguna mentira, él nunca me mentiría...y si lo hiciera, ¿Por qué tendría que ser una mentira como esa?

— Ámbar — sacudo la cabeza, me había perdido en mis pensamientos — ¿Hija no piensas comer? — me dice mi padre.

— Eh...no tengo hambre papá.

— Parece que hoy nadie tiene ganas de comer — escucho decir al abuelo, mientras mira a Lunita y a mí — primero Luna y ahora tú, Ámbar.

— Voy a salir a pasear por ahí — me levanto de la mesa.

— Por supuesto que no señorita — ¡Papá! — ya es de noche. Además mañana tienes que levantarte temprano o sino perderemos el avión — sí, mañana al fin regresariamos a Argentina.

— Papá, solo saldré a tomar un poco de aire — insisto.

— Ya te dije que no.

— Señor yo podría... — interviene mi bonito.

— ¡Por favor Simón! Ámbar te dije que no saldrás, no pienso repetírtelo otra vez.

— Mauricio — ahora interviene mi abuelo — deja que mi nieta salga a ver las estrellas del Perú por última vez — gracias abuelito — hoy es su última noche aquí, déjala que disfrute.

Mi papá suspira.

— Esta bien pero eso sí Ámbar, solo por los jardines de la cabaña — advierte y yo simplemente asiento.

— Gracias abuelito — le sonrío ligeramente.

— ¿Y yo qué? — cuestiona papá.

Decido ignorarlo para luego salir hacia los jardines.

Hacia frío esa noche y sentí que mi cuerpo comenzaba a temblar. Saco mi móvil de mi bolsillo y comienzo a teclear su número. Ya me estaba dando por vencida, ya que sonaba la linea pero no respondía y cuando estaba a punto de colgar siento que responden la llamada.

— ¡Gastón! — solo escuchaba el silencio al otro lado de la linea — sé que estás ahí...por favor háblame — no respondía — Gastón por fav...— cuelga — ¡Mierda!

Lo vuelvo a llamar pero esta vez me manda a buzón como las miles de veces anteriores.

Sentí unas grandes ganas de llorar cuando de pronto siento que algo cálido cubre mi espalda, era una campera (chamarra, chompa). Reconocía a la perfección ese dulce y suave aroma, decido girar y ahí estaba él. No aguante más y lo abracé con fuerza. Su calor hizo que el frío que sentía se esfumara por completo, en sus brazos me siento protegida, sin miedo alguno...sin duda alguna es mi lugar favorito que pueda existir en el universo.

— ¿Qué te pasa bonita? — siento como sus cálidos y suaves dedos acarician mis mejillas — ¿Mi amor por qué estás llorando? — ni sé yo misma en que momento las lágrimas se dejaron caer de mis ojos.

Él no sabía nada sobre lo de Gastón, aún no se lo he contado.

— ¿Prometes que no te enojaras?

— Oye tontita, quiero que sepas que jamás podría enojarme contigo — vuelve acariciar mis mejillas — aunque lo intente no podría — sonríe — ¿Estás así porque Matteo se regresó a Argentina? — niego con la cabeza — ¿Entonces qué es lo que te pasa amor? Desde que Matteo conversó contigo estás rara y triste, me duele verte así.

¡Oshe tú! ¡Deja de mirarme!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora