XXVI

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La joven princesa agradecía que la batalla en la torre Stark se hubiera limitado al frente de esta y no el resto de aquel piso, dado que si fuera así no estaría disfrutando del relajante baño que tomaba y tanto necesitaba. Sus impulsos casi la provocan para ir a hablar una ultima vez con Loki, pero la herida que este le había hecho aún estaba demasiada fresca.

Los deseos de cortar su cuello con una de sus dagas estaban latentes en ella más que nunca. El constante recuerdo del tiempo que pasaron juntos, las promesas que se hicieron venían a ella mientras se relajaba en la elegante bañera en la que estaba. Cada vez que pensaba en el dios del engaño provocaba su enojo. La furia por no haber sido suficiente para él, por las estúpidas elecciones que ahora lo habían llevado a ser encarcelado como otro vil prisionero de Asgard.

Lynae sabía a la perfección que, si se marchaba con sus hermanos a su hogar, sería la primera en intentar razonar con su padre para que tenga piedad por Loki. Hubiera acudido a la mención de su nieto, recordarle que aun lo necesitaba, que ella lo necesitaba, por ello prefirió no irse aun de la tierra. Por más que le doliera a la princesa, necesitaba ponerse en primer lugar, así como el dios del engaño había hecho al caer por el puente en vez de salvarse y quedarse con ella.

La chica sonrió con tristeza antes de apartar aquellos pensamientos de su cabeza, no podía permitirle a su hermanastro continuar hiriéndola aun cuando estaban a millones de kilómetros de distancia el uno del otro. Necesitaba dejar de pensar en él, olvidar sus problemas por lo menos mientras durara su estancia en Midgard, pese que sabía que no sería larga.

La última vez que la dejaron, o más bien escapó a uno de los nueve reinos que custodiaban Asgard terminó con ella casi provocando una guerra por aburrimiento. Y con Odín castigándola a no salir de su hogar por casi un siglo, sin embargo, las circunstancia esta vez eran distintas. Había salvado a Midgard en vez de provocarle la guerra, por lo que imaginó que su padre podría considerar dejarla por lo menos por unos días allí, como recompensa...

— Seguro viene por mí mañana— exclamó la rubia poniéndose de pie para salir de la inmensa bañera en la que estaba, casi dos horas relajándose en aquel lugar habían sido suficiente para ella.

Con una sonrisa ladeada caminó hasta el espejo para observarse, para luego tomar una toalla y secar su cuerpo sin dejar de apartar la mirada de su figura. Con el atuendo adecuado sabía que podía pasar desapercibida en la tierra como una humana más, dado que, a pesar de tener más de un milenio de edad, no aparentaba más de veinticinco años, colarse entre la multitud no sería difícil...

Con solo pensar cubrió su cuerpo con la ropa de agente que había llevado antes, la única que hasta ahora conocía de la tierra con detenimiento, aunque sabía que tendría que cambiarla a una que llamara menos la atención. Una vez se encontró lista salió del baño para comenzar a explorar lo que quedaba sin destrozar de aquel lugar.

— Por un instante creí que se había muerto ahogada— comentó el dueño del lugar en cuanto la chica llegó a la sala—. No es seguro quedarse aquí mientras mando a arreglar esto...

— ¿Mi hermano ya se fue a Asgard? —preguntó la rubia ignorando la advertencia del filántropo—. Por un instante pensé que se atrevería a venir a buscarme para llevarme a la fuerza...—comentó con sorna—. Solo me quedaré unos días, no me molesta el ruido.

— Pero tu presencia si puede molestar a mis trabajadores, vamos niña, te llevaré a otro lugar para que te quedes durante tu corta estancia— le explicó el pelinegro logrando que la asgardiana le sonriera de lado con algo de picardía en su mirada.

— ¿Vas a llevarme a tu casa, Stark? —inquirió con sorna.

— Técnicamente esta también es mi casa— la corrigió sin caer en sus juegos—. Y necesitas algo que llame menos la atención, ya que de por sí ya lo haces...

SINNERS |Loki Laufeyson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora