<•> Capítulo veinte <•>

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[Derek]   

«Bien, lo asustaste otra vez.»

Tras verlo alejarse en el vehículo, cerré la puerta, y suspiré. En serio tenía unas ganas terribles de probar esos pequeños y coloridos labios.

Pero había algo más que daba vueltas en mi mente: su leve gemido.
¡Aaah, maldita sea! Me había explotado la cabeza al verlo con las mejillas rojas, con la boca abierta; mostrándome su lengua y ese pequeño sonido saliendo de su garganta.

Si así fue solamente con cogerlo de la cintura, no pude evitar imaginarlo en otra situación...

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La alarma sonó a las siete en punto. Los ojos me pesaban, y di unos cuantos bostezos que me sacaron las lágrimas.

—¡Papi, papi, despierta! —me levanté de inmediato cuando escuché unos golpecitos en la puerta. Abrí—. ¡Hola, papi!

—¡Holaaaaa! —lo alcé, y lo llevé a mi cama para darle hacerle sus cosquillas diarias—. ¿Dormiste bien?

—¡Sí!

—¿Va a desayunar aquí, señor? —me incorporé para mirar a Ilse, quien sujetaba su delantal, y reía por la escena.

—Sí, pero antes, iré a darme un baño —Ilse asintió, y se marchó.

—¡Yo también! —me dijo Vin, levantando los brazos.

—¿Te bañas conmigo, mi amor?

—¡Sí!

Entonces, preparé la tina a una temperatura rica, y bueno; por un ratito tarde que llegara a la empresa, no le hacía daño a nadie.
Minutos después, ya estábamos en la tina, y con el agua jabonosa, me encargaba de hacerle peinados graciosos.

—¿No te gusta? —le pregunté, al verlo con una línea en el medio.

—¡Nooo! ¡Uno así! —se acercó con facilidad a mi cabeza, y me realizó unos picos hacia arriba.

—¿Uno así?

—¡Sí!

—Dale. Pero antes, regálame un besito.

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Quité la vista de la computadora cuando escuché unos llamados a la puerta.

—Adelante —dicho esto, Ivo apareció detrás, asomando sólo la cabeza. Solté una risa por esa linda acción—. Pasa —sonreí.

No lo había visto en toda la mañana, unas aburridas videoconferencias me tenían hasta el cuello. Sin embargo, en ese momento me deleité mirándolo de arriba a bajo; llevaba un suéter de color blanco con líneas gruesas en azul, y unos lindos jeans negros.

Demasiado hermoso para mi gusto.

—Ho-hola —sonrió, mirando al suelo, y estrujando los documentos entre sus brazos—. Du-duda, te-tengo una. ¿Los pre-presupuesto mal? —no lo había dicho en plural— ¿E-están mal? —se acercó a mi escritorio.

—A ver.

Los revisé. Claro que los presupuestos no eran los correctos. De no haber sido por él, una mala administración en contaduría hubiera provocado una confución enorme.

—¿En qué los tengo, joder? —exclamé obstinado— Mira —se los señalé, moviendo mi dedo de un lado a otro —, modifícalos. Ve al Departamento de Ventas, dile a Tamara que te guíe. Le dices a Mauri que te envíe los presupuestos correctos, y que cambie el documento. Ese cliente no puede esperar, ¿de acuerdo?

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora