<•> Capítulo cincuenta y siete <•>

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—¡Concierto en vivo, yeiii! —exclamó emocionada Sophie.

Derek se levantó y subió a su habitación. Todos comentaban que hacía mucho tiempo que no usaba la guitarra. Obvio, pensé que la razón principal era su esposa, mas decidí eliminar ese pensamiento.

Porque ahora la iba a usar, y yo era el motivo.

Al poco tiempo, volvió.

—¡Esta mierda seguro ni sirve!

Gritó mientras le quitaba el polvo con la mano. Yo reí, aunque no me gustaba escucharlo ser tan malcriado a la hora de expresarse.

—Bien, señor Lane —me extendió su mano y no tuve más opción que ponerme de pie, muerto de la vergüenza—. Su amor es Nick Carter, ¿no es así? -asentí—. Pues está en frente de alguien que canta casi igual a él.

Besó mi mano y de inmediato me tapé la mitad del rostro con el hombro. ¿Cómo podía hacer aquello frente a todos sin una pizca de vergüenza?

Me dirigió hasta una silla y tomé asiento. Él hizo lo mismo. Para este punto, mi cuñada ya había sacado el celular para capturar ese momento.

—A ver, ¿cómo empezaba? —me preguntó, entrecerrandos los ojos y yo, rodé los míos.

Después de un aclaramiento exagerado de su garganta, comenzó a regalarme uno de los más bellos detalles que pudo tener conmigo.


Aunque la soledad siempre ha sido mi amiga
Estoy dejando mi vida en tus manos
La gente dice que estoy loco y que estoy ciego
Arriesgándolo todo en una mirada
Y como me tienes ciego es aún un misterio
No puedo sacarte de mi cabeza
No importa la que está escrito en tu historia
Mientras estés aquí conmigo

No me importa quien eres
De donde eres
Que hiciste
Mientras tú me ames
Quien eres
De donde eres
No importa lo que hiciste
Mientras tú me ames

Cada pequeña cosa que tú has dicho y hecho
Se siente que está profunda en mí...

Deje que los guantes que cubrían mis manos temblorosas, secaran aquellas lágrimas que ineludiblemente lograron escaparse. Era la primera vez que alguien hacía algo así.

Me sentí afortunado de haberlo podido escuchar y que precisamente, todas esas palabras... Fueran para mí.

—Oh, Dios, lo siento —me percaté que se colocó la guitarra en la espalda gracias a la correa. Se puso de pie, para así lograr cubrirme entre sus fuertes brazos—. No era mi intención hacerte llorar.

—Pe-pero lo hice, hi-hizo —chasqueé mi lengua por siempre equivocarme y arruinar todo.

—Perdón.

Ahora, no quería despegarme de él y ver a los demás, quienes estaban soltando todo tipo de comentarios referentes a lo lindo que nos veíamos juntos y del detalle. Me aferré a su camiseta informal con fuerza y luego, estiré mi cuello y le di un pequeño beso en la mejilla.

—¡Ya hubiera querido yo un detalle así! —fue Sophie, quien rompió el lindo momento.

—La cagas, mujer —comentó Caleb y todos volvieron a reír—. Bueno, ¿cuál es la siguiente pregunta?

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora