<•> Capítulo quince <•>

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[Ivo]

En el mundo, habían miles de personas ocurrentes, y luego estaba él. De inmediato, lo jalé del cabello, haciendo que se quejara.

—¡No e verdá! —dije rápidamente—. Es piri... primo —lo jalé con más fuerza todavía. Me importaron muy poco los alaridos que soltaba.

—¡Yaaaa, Ivo! ¡Suéltaameee! —pude apreciar como se le salía una que otra lágrima—. ¡Perdón! —y empujándolo, accedía a soltarlo.

—Es primo —repetí.

Me asustaba muchísimo pensar en la posibilidad de recibir otro mal gesto de parte de Derek.

—Lo siento —dijo Marco, reponiéndose y colocando su mano en el hombro de Derek—. Soy algo pesado con las bromas.

El castaño, lo observaba con desconfianza. Luego, enfocó sus lindos ojos en mí, y levantó las cejas. Estaba apunto de agregar algo, pero todo se vio interrumpido por las carcajadas del otro Kellerman.

—¡Maldición! Tu, tu... ¡Ja, ja, ja! Tu cara... —sostenía su estómago, exagerando la expresión—. Debiste haberla visto, te pusiste pálido.

Derek no parecía muy feliz de escuchar a su primo reírse tan burlonamente, y a juzgar por su semblante serio, estaba enojado.

—¡Tonto! —exclamé, dándole un golpe en la cabeza a Marco— ¡No haces eso! —otra vez, me equivoqué.

—¡Que lo sientooo!

—Eres un celoso de mierda —añadió el otro castaño y sus risas comenzaron a cesar poco a poco. Pero aquella palabra «celoso» ya la había escuchado de su parte.

—¡Cállate! —le respondió mi jefe con voz rígida.

Entonces, Marco se percató de la incomodidad que había creado en el ambiente. Me dediqué a regalarle una mirada desaprobatoria, mientras negaba varias veces.

—Mejor iré a comprar lo que debía al super —dijo de inmediato mi primo.

—Oh, espera, yo también debo ir —añadió James.

No se conocían y ni siquiera se habían presentado; pero aún así, ambos se fueron charlando. Los seguí con la mirada; para evitar hacer contacto visual con Derek. Volví a sentarme, y ante su atenta mirada, tomé un trago de la Coca~Cola. Me estaban matando de los nervios. Lo escuché suspirar varias veces; para después, revolver su cabello con ostinación. Además, me exalté cuando se sentó a mi lado.

—Tienes algo que odio, Ivo —rompió el silencio que nos estaba invadiendo.

—Lo si-siento... —no tenía nada más que acotar ante sus palabras, que ahora sonaban vacías, sin la misma calidez que siempre acostumbraba usar conmigo.

—Siempre te disculpas por todo. —percibí cierta irritabilidad en su voz. Sí, eso era bastante tedioso para los demás. Era una costumbre adquirida desde niño—. Llevo conociéndote una semana, y odio que me pongas terriblemente celoso.

En ese instante, me vi obligado a toser. De pronto, estaba ahogando con la bebida gaseosa, y sentí como el aire se negaba a pasar a travez de mi garganta.

—¡Mierda! ¡Fue mi culpa! ¿¡Estás bien!?

¡Por supuesto que no! ¡¿Cómo se le ocurría preguntar eso?! ¡Me estaba muriendo!

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora