<•> Capítulo cincuenta <•>

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—¿Hamburguesas? —el tipo creyó que estaba bromeando—. ¿Por qué hamburguesas?

—¿Aún lo preguntas? —dije con sarcasmo—. Te dije que me encargaría de que no volvieras a trabajar en publicidad. Apenas salgas de aquí, tu registro laboral estará manchado y ninguna agencia, querrá contratrarte.

—¡Usted no puede hacer eso solo por una estúpida pelea! —se quejó bastante enojado—. ¡Es mucho más que infantil!

—¿No puedo? —saqué el celular del bolsillo interior de mi saco—. ¿Crees que este aparato no hace magia? —lo moví de un lado a otro ante su atenta mirada—. Toma tus cosas y vete de una buena vez —giré sobre mis talones y tomé la mano de Ivo.

—¿No cree que es injusto? —su reclamo, me hizo detenerme—. ¿Sólo por que besé a su pareja?

—No, no es sólo por eso. Sino por ser un causante de mobing —dije, sin siquiera voltearlo a ver.

—¿Y a él no lo va a sancionar? ¡Me golpeó!

—Pues te lo tienes bien merecido, eso te pasa por subestimarlo. Además, de la sanción me encargo en unos minutos —le guiñé un ojo y nos dirigimos a mi oficina.

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¿Qué mejor castigo que ponerlo a hacerme un oral?

Ninguna otra sanción me satisfacería más que esa deliciosa acción.

¿Qué más podía pedir? Con la cabeza echada hacia atrás y con un cigarro en la mano izquiera, estaba relajándome después de semejante coraje con otro imbécil que se quería pasar de listo con MI pelinegro.

Sentía cómo su lengua hacía todo el trabajo, mientras subía y bajaba la cabeza, todo esto con su mirada penetrante sobre mis ojos. Podía acostumbrarme a eso fácilmente, evadir mis responsabilidades por estar con él, ya fuera de ese modo —sexual— o amorosamente.

No podía apartar mi otra mano de su cabeza, pues de cierto modo me abstenía de gemir con descaro al tener mis dedos ocupados, enrendándose en sus cabellos suaves y brillantes.

Soltando un gran suspiro, sacó de su boca para lograr respirar, pero seguidamente sacó la lengua para empezar a lamer los costados.

—¿Q-quieres hacerme venir, precioso? —asintió con entusiasmo—. Bien, complace a Daddy. Es tu deber.

Pasó su lengua desde la base hasta la punta para engullirlo por completo. Me encantó. Tanto, que bastaron unos movimientos más para liberarme dentro de su boca. El placer que podía llegar a sentir con él, era tal que me podía ansioso por hacerle el amor. Pero, debía esperar.

Él se puso de pie y tomó del vaso de agua que yacía cerca de mi computadora. Luego de esto, se sentó en el escritorio y tambaleó los pies. Me ordené la ropa, a la vez que pensaba en ese golpe que le había dado a William.

—¿Por qué le pegaste?

—Necio.

—Te entiendo; pero wao. No me imaginé que fueras... Un gatito bastante arisco —pasé mis manos por sus muslos y sonreí.

—Miau.

Estaba seguro que mi cerebro dejó de procesar todo tipo de información cuando dijo esa onomatopeya. Incluso, me dediqué a toser todo el humo del cigarrillo, algo que no era costumbre en mí. Porque... ¿más sexy podía haber visto? No. No, porque sino no me hubieran dado ganas de violarlo.

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora