<•> Capítulo veintitrés <•>

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Bajé la cabeza inmediatamente, sintiendo como los colores se me subían al rostro. Pero ya había cruzado la línea, no había manera de borrar lo que dije.

Mas, me llamó la atención que sólo me tomara de la barbilla y me obligara a verlo. Me besó como al principio: demandante y con necesidad. Esta vez, enrollé mis brazos alrededor de su cuello.

—Sí te lo propones, puedes decir las cosas más fluídas —sonreí—. Esto nos hace más unidos, ¿no crees?

—S-sip.

—Entonces, no te separes de mí si quiero besarte en un futuro, ¿está claro? —dijo, tocándome la punta de la nariz con el dedo índice.

Oh, ese día estaba bastante confianzudo, por eso, decidí seguirle el juego, y también le toqué la nariz con el dedo.

—Ni us-usté de mí.

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[Derek]

Entré a mi casa por la cocina y me serví un vaso de agua helada, por ganas que tuviera de una cerveza, debía controlar ese pequeño vicio.
Entonces vi que todavía había pastel del día anterior, así que me serví un trozo. Estaba comiendo de lo más tranquilo pensando en ese día, en el pelinegro, en sus ricos y suaves labios de tono durazno. Había valido la pena aguantar esos rechazos, pues definitivamente besaba excelente.

—¡Papi! —di un brinco por el susto, y ahí estaba mi madre con Vin entre sus brazos.

Dejé el plato en la mesa y me acerqué a él, y lo alcé mientras ordenaba sus cabellos disparejos. Luego, lo senté el la encimera y acomodé su ropita, pues tenía la camisa levantada, dejando ver toda su pancita.

—¿Quieres pastel, mi amor? —me dirigí a mi niño, ahora con el plato y tenedor en mano.

—¡Sí!

—No, Derek —miré a mi madre extrañado—. Acaba de comer un poco, vas a malcriarlo con tanta cosa que le das —rodé los ojos.

—Mamá, ¿acaso Kay y yo crecimos malcriados por tanta cosa nos dabas? —torció los labios molesta, sabía que yo no era así— ¿Ves? Vincent crecerá con todos los lujos, igual que yo, pero tampoco dejaré que se haga un niño de papi —él abrió grande la boca y le di un poco del pastel— ¡Ñam!

—¡Pero aún así!

—Ah, no. Con él no vas a ser tan sobreprotectora como con Kay. Yo sabré cuando ponerle un alto sus caprichos. Hablando de mi hermana, George me dijo que en dos semanas será el juicio.

Le conté todo acerca de mi hermana. El juez se iría del país y adelantó todos los procesos. Además, las cosas apuntaban a que mi hermana saldría como la ganadora.

Mi madre estaba feliz, pero dijo:

—Ahora, dime... ¿quién demonios te mordió el labio?

Oh, mierda. Me había olvidado por completo de semejante y evidente marca, aunque no me arrepentía por tenerla.

Me llevé los dedos a la boca y sonreí.

—Alguien, por ahí... —alguien extremadamente hermoso.

—¿Vas a iniciar una relación de nuevo? —se cruzó de brazos—. Porque si es así, debes presentámela.

Solté una carcajada y seguí alimentando a mi bebé. Ilse llegó, amarrándose el cabello y me saludó.

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora