xxxvii

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-buenas tardes otoño-


Había estado en el sofá por más de dos horas y Harry seguía haciendo su tarea, podría ir y hacerle una mamada debajo de la mesa, pero mis extremidades pesaban, calculé si había tomado todas las pastillas del día, sí, lo hiciste, y luego si es que había comido algo además de pastillas, para nada, pero Harry empujo todo en tu garganta, así que parecía que había comido un poco.


Era uno de esos días muy cálidos, Harry había cerrado las ventanas y solo podía sentir el aire acondicionado encima de las mantas, mis orejas debían de estar heladas, Harry era un gran creyente del aire artificial, podías verlo caminar con solo sus bóxers alrededor buscando cosas para la cena sin hacer un estímulo o buscar una manta para taparse, a veces bromeábamos sobre si nos deberíamos mudar con Santa y sobre lo lindo que sería echarte sobre la nieve; lo cierto es que él cambiaría la temperatura si se lo dijera pero, todo esto se sentía bien, nos habíamos tardado en acostumbrarnos, después de lo de Noa yo no había salido de la cama de Harry por casi tres días, habíamos tenido sexo enojados, habíamos tenido sexo tratando de hacerlo despacio para suprimir lo enojados que estábamos pero no había funcionado, a manudo me despertaba en las noches y solo iba a la sala a pensar, en Noa, en el Doxyrucin de mierda y si es que Harry continuaba molesto conmigo, dato divertido: él no estaba molesto, pero me gustaba extender las cosas, extender y contraer, podría ir y servirme un jugo de naranja pero finalmente dárselo a Harry porque había pasado un minuto en el cual me había olvidado por completo de que necesitaba jugo de naranja.


Había sido difícil, pasar del sexo de estar enojados al sexo de solo estoy pensando en ti y no ese bastardo que casi logra arruinarnos, Harry quería demandar, segundo dado curioso: no lo hizo, pero mi mamá sí, regresó por sus cosas, presentó esta carta de demanda sobre cómo es que fui engañado, debido al cáncer y la ingenuidad, pero más por la ingenuidad, sobre como mi vida era un ir y venir en la confusión de saber si podía o iba a vivir el mañana, ganamos, o algo así, ellos me estaban mandando dinero lo que era un lindo gesto hacia un chico que dejarían de mantener cuando este muriera, lo cual era, según mi calendario cerebral, pronto.


Así que habíamos llegado a la parte buena, estábamos juntos, nadie estaba en medio, mamá había roto lazos con mi enfermedad y conmigo, fue a un viaje por las montañas y ahora estaba en Italia, muy al estilo de mi mamá, ella enviaba fotos de arte muy rara y selfis mal tomadas casi cada semana, lo cual era un lindo detalle, vamos Johanna envíale a tu hijo una foto de algún tipo de mancha sobre un cuadro para que se anime y recobre las ganas de vivir, sí, gracias, pero no gracias.


Ambos estábamos haciendo todo lo que podíamos, no lo mejor, no, estábamos haciendo TODO, ¿por qué en mayúsculas? Porque nos estábamos esforzando, él ya no tenía que ir a trabajar para pagar el piso y yo no tenía que quedarme solo todo el tiempo, aprendí a cocinar y a grabar programas de televisión, ahora sé cómo pedir una pizza y que es lo que me gusta en una, pero lo más increíble era que nosotros teníamos esta cosa, esta cosa, en la que por algún tipo de magia mental Harry se detendría y tiraría de cabeza todo lo que estuviera haciendo, me cargaría hasta el auto porque las escaleras me mataban y nos llevaría debajo de este puente (bueno no, no debajo de un puente, eso es de películas de terror, cerca de un puente, más o menos a un área de picnic), tendería una manta y nos echaríamos al costado del otro, no mirando las nubes o el sol o sintiendo el aire, solo disfrutaríamos el hecho de estar uno al lado del otro, un poco más, un minuto más, un minuto que podría convertirse en un día, que estaría por convertirse en un mes, solo estaríamos allí, casi muy calientes o muy helados por el clima, y luego tomaríamos el camino más largo de regreso a casa. 

usted me ruboriza (umr) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora