Capitulo 4

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Tras una breve exposición de los hechos ocurridos el día anterior al abogado, Mia se sintió más relajada, como si compartiendo su desgracia con alguien más que su alocada cabeza fuera más llevadero.

-Bueno Srta. Suárez, la cosa no es tan fácil como parece, una vez que haya arreglado los papeles para enterrar a su amiga, cosa que se soluciona con una simple llamada de mi secretaria, por eso no hay problema. El problema es el bebe, él tiene unos abuelos, que aunque no sepan de su existencia pueden llegar a reclamarlo así como los enseres de su hija la Srta. Stone, ¿sabe usted si ella hizo testamento?

-No, la verdad que ella nunca comento nada-Mia cada vez se desesperaba más al verse alejada del pequeño.

-Mire, si su amiga tenía testamento, cosa que dudo al ser tan joven, en él estará reflejado muchas cosas entre ellas qué pasa con el bebe, si quiere mi buffet se puede poner en contacto con el notario que le lleva los papeles para confirmar si tiene o no testamento ¿de acuerdo?- ella asintió como llevaba haciéndolo la última hora. – Pues eso es todo, le llamaré en cuanto sepa algo, que pase un buen día Srta. Suárez.

-Igualmente Sr. Black y muchas gracias por todo

Mia se fue del despacho entre la desolación y la incertidumbre de qué iba a ser del pequeño, pero tocaba ser fuerte e ir al hospital a verle como todos los días, quería saber cuándo se pondría bien y si le permitirían llevárselo algún día.

Habló con el médico que llevaba el caso del bebe y, le comentó que había mejorado como cada día lo hacía desde la operación pero no lo suficiente como para sacarlo del hospital quizás dentro de un mes o dos podría llevárselo. Se fue de allí entre la alegría y el llanto, su amiga le esperaba en el tanatorio para ser enterrada al día siguiente. Allí se pasó todo el día esperando a que alguien fuera, alguien de la universidad, alguien que la quisiera tanto como la quería ella pero nadie fue, estuvo sola durante toda la velada, viendo a su amiga a través de un cristal y llorando a ratos mientras disimulaba limpiándose con la manga de su rosada camisa.

El sábado, amaneció con una fuerte tormenta, truenos y relámpagos cubrían el cielo de Nueva York y, así era como Mia se encontraba en su interior en mitad de una fuerte tormenta. Se dirigió como el día anterior al tanatorio sabiendo que nadie iría, ni siquiera al entierro irían, porque nadie le quería tanto como ella lo hacía. A las 16:00 pm, el cura le preguntó si quería comenzar el entierro, ante el panorama que se presentaba, lloviendo como si se acabase el mundo y nadie para consolarla, tan sólo tenía una pequeña corona en esa elegante caja de madera maciza, en ella ponía en letras ligeras como el viento “Tu amiga y tu hijo te quieren”. Una vez finalizada la ceremonia se dirigió al hospital a llevarle un pequeño osito que su amiga le había dado a ella.

Se dirigió a una conocida cafetería “Cake Boss Cafe”, no muy lejos del departamento de su amiga, ella siempre iba allí a tomar un buen café, y a coger unos pasteles que luego seguro se arrepentiría de habérselos comido de un bocado.

-Disculpe, usted era...- cómo olvidar esos ojos tan inmensos, cómo olvidar esa cadera marcada y esos pechos tan prominentes.

-¿Eh?- este bellezón lo conocía, lo conocía de algún lado, pero ahora mismo no podía recordar, olía de maravilla ¿qué perfume sería? ¡Pero qué más le daba!

 -Soy James Black, nos vimos ayer en el despacho de abogados- con una sonrisa radiante se presentó, aunque no le llegaba la alegría a los ojos, no le había gustado que no lo reconociera, siempre lo reconocían las mujeres.

-¡Ah ya! El amigo de mi abogado-cómo podía ser tan guapo ¡concéntrate Mia!

-Bueno, exactamente soy el hermano mayor, como le comenté uno de los jefes de la empresa Black&Red- cada vez estaba más ofuscado, es que acaso no le gustaba, no le atraía, a qué mujer no le gustaba, eso no había pasado nunca por qué diablos ella no se tiraba a sus brazos como todas.

Es míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora