Capitulo 6

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"Todos llevamos al cuello el yugo de la monotonía, todos esperamos algo, el diablo sabrá qué...Si, todos esperamos. Más confusamente unos que otros, pero la expectativa es de todos. El común de las personas... José Saramago"

El lunes amaneció como todos los lunes, triste y angustioso, con una dura semana tras haberse tomado varios días por asuntos personales en la empresa, ya había vuelto a la rutina de siempre. Compró el café para su jefe, irlandés cómo no, y uno cargado pero con leche para ella. Esa mañana tuvo que coger el metro y hacer trasbordo, la gente se apelotonaba en las puertas, por lo que intentaba estar de las últimas, odiaba que aprovechasen la ocasión para intentar sobar.

Cuando entró en la oficina, se dio cuenta que la Srta. Yuri no estaba, algo extraño ya que siempre había estado esperando al café del jefe, dejó sus cosas en su minúsculo escritorio, encendió el viejo LG y mientras tronaba como cada mañana al encenderse se dirigió a paso ligero a la oficina de su jefe para dejarle el café.

La mañana pasó sin pena ni gloria, fue a comer con varias chicas del trabajo y al volver a la oficina, más de lo mismo, trabajo, llamadas y más trabajo. Cuando terminó su horario laboral, se fue hace el hospital como cada día y se quedó hasta que pasó el horario de visita, amaba jugar con el pequeño y hacerle reír.

Apenas durmió esa noche, no sabría explicar por qué pero se sentía sola e intimidada, no entendía por qué intimidada, estaba en su casa, había cambiado la cerradura y tirado las cosas de su ex, qué necesidad había, no iba a entrar nadie en su casa, no era una de las mejores calles, pero tampoco de las peores, no hasta tal punto como para entrar a robar.

El martes llegó, como cualquier martes, dolor de cabeza por la ausencia de sueño, corriendo se vistió con una falda negra de tubo, una blusa blanca de tirantes veraniega, quizás demasiado pero no tenía tiempo para más, había sido un regalo de Emma para su cumpleaños, era preciosa y cara, muy cara, algo que ella no se podría a ver permitido comprar.

Compró los cafés y rápidamente se dirigió a las oficinas. La mañana pasó sin pena ni gloria y para la hora de comer, había hecho unas trescientas llamadas al dichoso Ayuntamiento sin haber sacado nada en claro sobre los permisos de ciertas obras. Tenía el bolso colgado y las compañeras esperando para irse a comer en la puerta, pero el dichoso teléfono no dejaba de sonar.

-Buenos días, Constructions Holder ¿dígame?

-Buenos días, desearía hablar con la Srta. Suárez, por favor.

-Sí, soy yo, dígame en qué puedo ayudarla.

-Vera, soy Elizabeth Lidon, secretaria del Sr. Black, quiero confirmar la cita que tiene con usted y el notario esta misma tarde a las 19:00 p.m.

-No, tenía ningún tipo de cita con el Sr. Black- ¿cita? ¿Qué cita? Sí es verdad que hablamos algo del martes pero no cogí cita con él, en ningún momento.

-Sí, usted tiene una cita hoy a las 19:00 p.m., en su despacho, ¿Acudiría Srta. Suárez?

-Si, si claro, dígale al Sr. Black que acudiré.

Apenas tuvo tiempo a la tarde de pensar en la reunión, tenía que ir a su casa, asearse y cambiarse todo ello en una hora para ir a la reunión, gracias a la buena fe y amabilidad de la Srta. Yuri salió media hora tarde del trabajo, lo que le impedía salir de casa, así que se dirigió a la boca del metro más cercana con un mal genio que tumbaría al mismísimo yeti con solo mirarle.

Como había hecho la vez anterior, se acercó al mostrador para pedir el pase y poder acceder al ascensor, sin él no podías subir, apenas esperó Jace salió rápidamente a saludarla como si fuera alguien importante, algo que ella le avergonzó un poco al recordar que ella no era nadie en comparación con ese sexy magnate de la abogacía.

Mientras Jace Black, le explicó qué podía hacer en referencia al bebe, le informó que los padres de Emma habían sido notificados ayer de la muerte de su hija, que ella tenía un bebe, sin padre y que ella le había concedido plenos poderes a su hijo. Claramente ellos no habían contestado si querían la herencia, si decían que sí conllevaba a quedarse con un niño, si decían que no, Mia quizás podría tener la oportunidad de quedárselo, algo así como "efecto rebote".

Mia le horrorizaba que le quitaran a su pequeño, además ahora estaba tan cerca de salir del hospital, cada vez faltaba menos, seguramente antes de verano ya lo tuviera en sus brazos, no quería que una madre que había sido egoísta con su hija se lo quedara. Quedaron al día siguiente a la misma hora para hablar con los padres de Emma y su abogado, que Jace, hizo notar que era uno de los mejores abogados de la ciudad.

-¿De verdad? ¿De los mejores?

-Yo diría que el mejor de la ciudad, pero no por eso tenemos que asustarnos, es probable que mañana sepa con antelación que quieran.

-¿Tiene alguna clase de espía o algo así Sr. Black?- Mia inocentemente pregunta sorprendida ante un sonriente Jace.

- Digamos que ese abogado lo conozco muy bien, de hecho usted también lo conoce, es James, mi hermano.

-Un momento, ¿su hermano? Su hermano va a ir en contra mia, de su propio buffet, eso no se puede hacer eso no es... ¿lógico?

-Verá, en principio no hace falta que lleguemos a juicio, si todo lo arreglamos entre estas paredes, se ahorrará tiempo y dinero, sino tendremos un serio problema, ya que James los tiene como clientes hace más tiempo de lo que me tiene usted a mí. De hecho mi padre es amigo íntimo del Sr. Stone.

-Genial, eso quiere decir que tengo que ir mirando abogados en caso de que mañana no salgan las cosas, si me permite Sr. Black desearía irme, no me encuentro con ánimo para seguir esta reunión, discúlpeme por favor.

Todo le salía mal, es que no podía simplemente, tener un día tranquilo, un día donde los sobresaltos y las perseguidas por el bebe no fueran un quebradero de cabeza. A la salida se encontró con James, quien parecía dispuesto a comerse una especie de azafata de vuelo rubia y siliconada, perfecto esa mirada de "aléjate o mueres" es lo que ella necesitaba para terminar bien el día.

Café, café, café, no paraba de pensar en él y, es que el miércoles no empezó la mañana muy bien que se diga, la fiel lagartija del jefe le había tirado el café literal e intencionadamente, a su falda verde menta, no es que fuera cara, por supuesto no lo era, pero había tenido que emplear su hora de la comida para ir a casa a cambiarse por una falda pretina rojo burdeos, así que eran las seis, sin café, sin comer y de los nervios por la reunión con los padres de Emma.

Cuando llegó a la oficina estaba tan nerviosa, que las piernas parecían gelatina, se sentó en la silla que le indicó Jace mientras esperaban a los Srs. Stone.

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