Capítulo 11

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A falta de una semana para poder traerse al pequeño al piso, Mia pintó la habitación de azul, dejando así un intenso olor por todo el piso. Mia recordaba cuando ella y Emma pintaron la habitación del bebe de rosa, en un primer momento les comunicaron que no era muy seguro por el movimiento pero, que era una niña y, una vez habían pintado y comprado algunas cosas, la siguiente ecografía desveló que era un niño. Decidieron que era mejor dejar que se secara la pintura y después ya pintarían, pero con el avance del embarazo a Emma, no le sentaba bien los olores tan intensos y decidieron dejarlo para después parto y al final con el bebe en el hospital durante tantos meses concluyeron que era gracioso tener un cuarto rosa para un niño.

El día comenzó cargado de café, un irlandés para el jefe uno con leche para Mia. Le habían vuelto a traer su viejo ordenador llevándose el técnico "el súper" ordenador, así es como le llamaba ella, ya que era rapidísimo no se atascaba y era una maravilla al teclear, un gusto poder redactar contratos y enviar permisos de obra al Ayuntamiento. Pero ahora volvía con su viejo LG a teclear y desesperarse con el atasco de la impresora que nuevamente hacía de las suyas. Al fin consiguió un permiso del Ayuntamiento para empezar la obra de la Avda. América, un gran edificio de pisos de lujo se iba a instalar en esa manzana donde empezaba a rezumar elegancia y dinero por todas direcciones.

A la hora de comer se juntó con las chicas y se fueron a comer a un italiano, donde cada una engordo por lo menos diez kilos, volvieron entre bromas a la oficina y, cuando cruzaron la puerta, vieron en recepción un gran ramo de flores, donde la variedad de colores era gloriosa para la vista, blanco, amarillo, violeta, verde. Un ramo elegante y caro, muy caro. Se quedaron maravilladas ante semejante ramo, envidiando a la Srta. Yuri por el nuevo ligue conseguido. Casi era algo monótono, después de varios meses con un ricachón si encontraba a otro mejor que con el que estaba, lo dejaba, o eso era lo que ella difundía por la oficina, donde siempre le mandaban ramos de flores caros, muy caros. Mia en el fondo, creía que era para que su jefe al pasar por su puesto viera lo que se estaba perdiendo, pero su jefe nunca dio muestras de importarle lo más mínimo, además, Mia también creía que era imposible aguantar a semejante mujer demasiado tiempo y por eso cambiaba tanto de novio.

Dos horas más tarde, miraba el reloj como si le fuera la vida en ello, al parecer la Srta. Yuri no estaba de buen humor y cómo no, lo pagaba con ella, rechazándole las propuestas para entregar al ayuntamiento, gritándole porque una llamada importante se había retrasado en pasársela y demás. Mia tenía ganas de ir a casa hacer un poco de ejercicio para bajar la comida y descansar después de un duro día de trabajo aguantando a la pesada secretaria de su jefe. Vio como Maddie, transportaba hacia allí el gran ramo de flores, sonreía de manera triunfal, cosa extraña, ya que a ella tampoco le agradaba la Srta. Yuri, siempre que salía el tema con su grupo de amigas, no hacían otra cosa que reírse de sus movimientos exagerados de caderas cuando entraba o salía del despacho del jefe.

-Eh Mia, ¿A que no sabes quién las manda?

- ¡Maddie! ¿Has mirado la tarjeta? Sabes que eso no se puede hacer, es ilegal, pero, ya que lo has hecho... ¡Quién!

-Un tal, Jace Black para una tal Mia Suárez...

-¡QUÉ! Pe-pero eso no puede ser, el se ha portado muy bien conmigo, yo debería ser la que le enviase flores, no él a mí. Lógicamente no lo voy a hacer es un hombre quedaría raro...bueno tu ya me entiendes, yo, solo que yo...

-Deja de poner excusas, compra un hermoso florero y ponlas en agua, son preciosas Mia, no dejes escapar a este hombre.

Así se quedó, Maddie marchándose con paso alegre y Mia embobada mirando el precioso ramo de flores. Desde luego tenía que agradecerle a Jace todo lo que estaba haciendo por ella, no se merecía tanto amor por parte de su abogado. La Srta. Yuri pasó delante de su minúsculo cubículo para ir al baño, al ver el ramo y a una Mia absorta mirándolo supo inmediatamente quien era la que lo había recibido, con pisadas fuertes se dirigió al baño cerrando con un portazo, signo de que no le importaba lo más mínimo que ella esta vez no fuese la envidia de la oficina, sino una simple becaria.

Es míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora