cap 3

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Y así fue como los días se fueron convirtiendo en meses, Juana veía muy pocas veces a aquel hombre, solo venia dos o quizás 3 vece al mes, aun así las cosas se fueron poniendo cada vez peor.

La niñez y los sueños tuvieron otro rumbo. El hambre y la soledad se empezaban hacer sentir. La delgadez de Juana se hizo notar al punto que el pediatra recetó , vitaminas, comidas con hierro y calorías. La madre de Juana de repente empezó también comenzó a bajar de peso muy rápido, las curvas de una mujer de treinta y cinco años se empezaban a notar. Y ella , parecía no darse cuenta.

De repente las mujeres y hombres del pueblo empezaron a darles vuelta la cara-

-Y si. ¡como no hacerlo! Ambas era producto de lo deshonesto. Madre soltera con dos niñas a su cargo que tuvo la desfachatez de " correr" a su marido de la casa por infiel... eso no hacen las señoras del pueblo. Antes de pensar en la dignidad de una misma,debe pensar como  la mujer,esposa y madre, primero  tiene el derecho y la obligación de pensar en la familia. ¿ Que era eso de correr al hombre de la casa? ¿ como iba a mantener a sus hijas? Era todo una locura. - Esos, y mas cuchicheos en el kiosco, en la verdulería, en la panadería, en las veredas, eran algunos de todos los que se podían escuchar.

La mamá de Juana,  tenía que salir a trabajar, y ella cuidar de su hermana, y cada vez sentía que tenía más responsabilidades, sin contar que debía estudiar las tablas y las reglas de ortografía por que si no las sabía la maestra se enojaba. Se sentía agobiada y cansada, no le gustaba cambiar pañales, no le gustaba limpiar vómitos de la bebé, no quería ser madre y hermana. Quería ser una niña.

Así fueron los primeros meses de Juana, seguía casi desnutrida, desvelada por las noches, y llorando junto a su madre. Se paseaban todo el patio de la casa llorando en brazos de su mamá,  por el día dormía poco y casi no comía, y lo poco que podía ingerir lo vomitaba . Tenía mucho sueño, le pesaban hasta los huesos. Se había olvidado por completo lo que era la felicidad, el amor y la tranquilidad. Y lo peor de todo, es que nadie le explicaba nada. Extrañaba a su papá.

Una madrugada de tormenta, de  aquellas que no tienen nombre, caían baldes de agua, soplaba el viento con tanta fuerza que parecía que se llevaba el rancho, asustadas las tres, Juana debía consolar a su madre por que sufría de pánico a las tormentas, y ella pánico a las arañas, y sabía que después de esas tormentas esos bichos asquerosos y horrorosos salían de entre las paredes, nunca había explicación alguna para saber dónde se escondían, solo aparecían para atormentar sus días hasta que volvían a esconderse.

Aquella noche de tormenta, sentadas las tres  en una cama rogaban por que el viento cesara, rezaban y rezaban para que el Santísimo tuviera piedad de ellas mismas y trajera paz para aquella noche.
En un momento sienten que la puerta se abre con tal fuerza que pegaron un grito, un grito de susto, de miedo, de terror... y al ver entre la luz de las velas que había un hombre parado, -  

-¡Es el! ¡Llegaba para salvarnos! -Pensó Juana. Pero no fue así, lo vio a los ojos y era otra persona, tenía los ojos enrojecidos , desfigurado de rabia, y sin importarle nada y con la tormenta de testigo agarró a su madre de los pelos y empezó a darle bofetadas, en un momento de descuido Juana corrió a su hermana para que no recibiera golpes, y con los ojos llenos de lágrimas y total desconocimiento de lo que le sucedía a aquel hombre, que hasta hace una semanas atrás había dicho amarlas, hoy se encontraba pegando a su mamá, aquella mujer que cada noche consuela sus lágrimas.

Juana había perdido el sentido del tiempo al ver como su madre recibía aquella biaba con tal ligereza.

Entre las sombras de las velas, y el rugido de la tormenta, y el silbido del viento, se podían oír los gritos de su madre pidiendo que por favor tuviera piedad de ella. Sin embargo, sin el mínimo de solidaridad a su pedido, se podían escuchar como los puños cerrados de ese hombre inmenso, se estrellaban sobre la cara y cuerpo de la madre de Juana. Se podían sentir como la cama de su madre crujía con fuerza, mientras aquel tipo se sentaba encima de ella y acomodada su cara para seguir golpeándola. El chillido de la tormenta empezó a sesar, y con ella los golpes e insultos de este hombre.

- con la voz agitada, con los nudillos ensangrentados repetía - ¡¡te voy a matar y no voy a ver mas a tus hijas, sos una hija de puta, te voy a matar!!- mientras con la cara hundida en la almohada, cubierta por sábanas ensangrentadas se podía ver a la madre de Juana pidiendo que por favor parara. Que tuviera piedad por sus hijas.

Juana no supo si del miedo, o del sueño, o por tratar de no ver más aquello se terminó durmiendo, o se desmayó,  abrazada a su hermanita, cubriendola con el pequeño cuerpo, como protegiéndola, con fuerza, con cuidado.

JuanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora