Capítulo VI

26 3 0
                                    

Miguel Orlando Encinas Quevedo. Trascendencia pura, un mensaje en carne y hueso. La predicación convertida en acciones, humildad y modestia que caminan de la mano con inteligencia, sabiduría. Estilo de vida, la antítesis a toda religión ortodoxa y legalista.

Así fue calificado por mi mentor el señor T. quien quedó asombrado al ver todo cuando ingresó al informe de mi trabajo analizando a tres alcaldes. Hasta el momento solo de él me pidió más detalles, las grabaciones, imágenes y demás, completo.

­— Tiene mucho camino por recorrer todavía. – Dijo en medio de mi presentación. – Pero es un candidato óptimo para ser emperador, aunque antes deberá escalar en la torre claro está.

— Estamos buscando a un vándalo, ¿Por qué quiere más información de este santo?

— No es un vándalo a quien acechamos Mark, es un terrorista. Un lobo disfrazado de cordero, buscamos a un tal Judas Iscariote.

— ¿A quién? – Pregunté consternado al oír un nombre. ¿Conocía ya su identidad? –

— Estoy siendo figurativo, es un gran traidor en el best seller de todos los tiempos.

— Me gustaría leer ese libro.

— Hum... – Frunció el ceño pensativamente. – Podemos debatirlo en otro momento, es un libro que escazas personas manejan hoy pero yo dispongo de alguna copia.

— Vale, entonces ¿Por qué quiere información de este sujeto?

— Tendrá mi patrocinio, quiero ver si es digno de recibir mi apoyo para ser gobernador. Tú sabes que nadie puede ser reelecto para su cargo político. Él podría tomar mi lugar.

— De acuerdo, le traeré lo demás entonces.

Este particular alcalde casi nunca estaba en su oficina, pero tenía cuatro subordinados a su disposición en la misma, quienes se encargaban del papeleo, revisión de documentos, firmas y demás. Siempre de a dos y aleatoriamente. De esta manera Miguel podía supervisar otros asuntos. No es que fuera irresponsable, si no que opinaba sobre su trabajo como "Tedioso, retrógrada y burocrático".

Bajo el nuevo sistema se había conseguido una sociedad más ordenada, tranquila. Las manifestaciones y protestas se habían extinguido del todo, en lugar de ello se mandaba un comité quienes disponían de dos horas como máximo para exponer su problema a las autoridades, quienes lo derivaban a un grupo de especialistas en búsqueda de una solución viable e imparcial. Como en algunos países eran demasiadas las quejas, se creó un órgano encargado de estas situaciones. Pero todo esto incrementó la labor de ciertos funcionarios y los trabajos solían ser morosos en el gobierno. Con los años se perfeccionó la técnica hasta llegar a lo actual, cosa que a Miguel seguía pareciéndole un tanto lenta.

A este alcalde le gustaba ver con sus propios ojos los problemas de la ciudad, se la pasaba afuera, viajando en bus o tren junto a la clase de bronce visitando los diferentes barrios. Caminaba de noche por las calles más inseguras, en lugares olvidados de los sectores rojos. Pero claro, con un botón de emergencia para que su equipo a 8 cuadras aparezca. La gente lo recibía con los brazos abiertos, le invitaban algo de beber en todos los bares y antros, charlaban con él resumiendo sus dificultades, a veces le llevaban a ver el interior de algunas casas o burdeles solo para que sintiera en forma más real lo que ya le habían contado. Siempre dejaba víveres, enlatados, abarrotes y demás en sus visitas. El pueblo le tuvo tal cariño que su equipo de seguridad se limitaba a dos patrullas motorizadas con cuatro policías cada uno. Los vecinos le cuidaban.

Pocos eran quienes ocultaban algo cuando él se aparecía, principalmente los proxenetas o traficantes, pero la comunidad en sí los denunciaba, ya no tenían miedo de hacerlo. Si algo más ocultaba alguien era su desdicha por vergüenza, mas era bien sabido que el alcalde tendría siempre ganas de ayudar.

La Llave DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora