Capítulo XV

8 2 0
                                    

Suelto un grito tal que seguramente se ha oído en todo el campamento, llevo ambas manos al rostro sin si quiera preocuparme por ponerme de pie, la sangre fluye cual manantial que empapa todo cuanto toca. Raúl se ha ido, Yanira me levanta de un jalón y empuja fuera de aquel lugar mientras yo padezco del dolor. Subimos a un coche y en pocos minutos me ha dejado de nuevo en mi celda, sin embargo no fue hasta la celda en sí, si no que me dejó a unos pasos de allí y me ordenó ir por cuenta propia. Habría sido una oportunidad para escapar de no ser porque aún estaba aturdido por el golpe.

Cuando mis compañeros de celda me vieron llegar, rutinariamente se pegaron contra la pared, yo les pregunté qué porqué hacían eso siendo que iba solo. A lo que Antón saltó de donde estaba con los brazos estirados y sujetó la puerta antes de que yo nos encerrase nuevamente.

— ¿Pero qué haces idiota? – Me reprochó en un susurro.

— Cerraba la puerta...

— Este no es momento para otro de tus escapes. – Cortó Kezia.

— Además no vine solo. – Continué.

— Oh, vaya... – Dijo Bruno.

— ¿Qué? – Pregunté yo.

Kezia regresó a la pared, apoyó la espalda en esta y se deslizó hasta quedar sentada.

— Es complicado. – Dijo ella. – ¡Demonios! ¿Qué pasó con tu nariz? – Preguntó en tono de estar molesta. Recién se había fijado en mí. – Ven para que te revise.

— Todos sabemos qué le pasó. – Respondió Antón mientras introducía algo en la chapa. – Y es por eso que vino solo.

— No entiendo nada. – Dije yo.

— Trae aquí, agáchate. Menos mal solo es el tabique, ya creía te había roto la nariz... A la cuenta de cinco contén la respiración. Ahora exhala. Muy bien, una vez más, inhala...

Entonces sin previo aviso me reacomodó el tabique y grité botando todo el aire que tenía contenido. Maldije y zapateé hasta que de pronto sentí un alivio, aún dolía demasiado pero la verdad estaba un tanto mejor.

Hubo silencio por un rato, Antón cerró nuevamente la puerta, y verificó que podía abrirla sin problemas ejerciendo algo de presión. El primero en hablar fue Bruno.

— ¿Y ahora qué sigue?

— Aguardar hasta el jueves, como la última vez.

— ¿Mismo plan? Ten en cuenta que somos menos...

— El número no importa, puedo hacerlo solo como con ustedes. En definitiva va a funcionar, pasaré por el resto cuando consiga las llaves.

— ¿Alguien me explica qué pasa? – Pregunté a duras penas, mi nariz tenía sangre coagulada por dentro y ello me impedía respirar bien.

— Antón lleva fugándose desde que lo conocemos. – Explicó K.

— Pero esta vez será la última. – Dijo el aludido.

— Sí, tanto si lo logras como si te atrapan...

— ¿Podemos salir de aquí? – Pregunté con un atisbo de esperanza.

— De todos, no pienso llevarte a ti. – Contestó Antón. – No te has ganado mi confianza y no lo harás tan fácilmente.

— Puedo serte de utilidad.

La Llave DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora