Ante mis ojos se extiende un manto blanco, veo el cielo en la tierra y la tierra donde debería estar el cielo, hemos volcado. Volteo la mirada hacia Vito y este se halla con el rostro embadurnado de sangre. Su bolsa de aire no se abrió a tiempo. "Corre" Dice a media voz. "Corre" Es su último suspiro. Moviéndome con lentitud, le hago caso. Aún estoy aturdido por los saltos y vuelcos que tuvimos. Mi cinturón está trabado así que lo sacudo con fuerza hasta que se libera. Abro la puerta como puedo y salgo arrastrándome por el suelo. Pedazos de cristal se encuentran desparramados por todas partes, algunos trozos me tajan pequeños cortes en los brazos. La camioneta está abollada y sin parachoques, una llanta desapareció, y el turril está volcado a algunos metros del accidente. Contra un árbol, sigue llameando y soltando este colorido humo. El gran tronco fue salpicado por los químicos y arde también. No encuentro mi cuchillo, así que doy vuelta para tomar la daga de Vito, pero al abrir su puerta cae una bolsa de plástico que llama mi atención. Dentro está mi Beretta junto a dos vainas. Preguntándome qué hacían allí me hago con ellas y camino hacia el bosque, sin sentido ni dirección.
Desearía correr como me indicó Vito, pero mis piernas tardan en responder dado el accidente. Pocos metros después se paralizan. El helicóptero baña la zona donde yace el vehículo con una ráfaga de balas y un haz de luz. Su farol ilumina a varios de los hombres que nos perseguían desde que salimos del campamento hace veinte minutos. En un instante sus vidas son arrebatadas y cuantos pueden se internan al bosque buscando refugio entre las tinieblas. ¡Debo seguir! De quedarme ahí sería sencillo toparme con uno de ellos. O peor aún, que la FCD me confunda y acribille desde los cielos.
Así que corro, dejando atrás el claro, el camino y toda opción de rescate. Avanzo cuanto puedo en tiempo y distancia. Cada paso que doy me separa aún más de aquel campamento del cual salimos hace veinte minutos. ¿Pero a dónde me conduce? Quizá lo mejor sea girar a la izquierda a modo de toparme con la carretera en algún momento. Sin embargo llegando allí me encontraría con la intemperie absoluta y sería presa fácil cualquiera.
Pierdo las fuerzas y el aliento conforme corro. Bien podrían haber pasado un par de minutos o un par de horas y yo no me habría dado cuenta. Lo único de lo que estaba consiente, era que el helicóptero se alejaba, y lo sabía por el sonido. No obstante alguien me seguía los pasos. Hubo un punto en el cual no pude más, las hojas sobre el suelo me recibieron ante un tropiezo mío. Jadeaba.
— Creo que ya estamos a salvo. – Dijo una mujer.
Solamente atiné a contener la respiración y voltear tomando mi pistola.
— ¡Eh! ¡Calma! ¡Soy yo! – Exclamó ante el estrepitoso sonido que hice al cargar.
— ¿Yo quien? – Interrogué.
— ¿Quién eres tú? – Contestó.
Me cercioré de tener el dedo en el gatillo.
— Tal parece que no puedes verme ¿Verdad? Yo a ti sí. ¡Tu nombre!
— Yanira – Gimió levantando los brazos.
— Oh. – Fue lo único que pude decir.
— Por favor, no dispares. ¿Quién eres? ¿A quién esperabas?
De alguna manera, había tenido la sensación de que sería Kezia. Pero no lo dije.
— Al suelo.
— ¿Qué?
— Al suelo. – Reiteré, no se me daba bien el ordenar como matón.
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La Llave Dorada
Teen FictionLa historia completa de un académico quien debe resolver un misterio por ayudar a un amigo. Esta novela de ciencia ficción policial, tiene lugar en mundo futurista con diferentes estratos sociales, sistema económico, y demás elementos que complican...