Desde hace varios minutos que oía a lo lejos el zumbido del helicóptero, permanecía distante, sin ir ni venir. Quizá fue por ello que no me percaté de cuando apareció, naturalmente que fue tarde, pues salió como de la nada, sin dar señales de su proximidad. Llevaba el motor apagado, dejando que el quad rodase por si solo aprovechando la pendiente.
¿Qué sentido tenía correr? Me planté allí mismo como si fuese un árbol más en medio del bosque, empuñé mi pistola y clavé los ojos en él. Él, que había jurado hacerme daño, se movía con tranquilidad, procurando hacer el menor ruido posible. Frenó casi en seco, direccionó el vehículo hacia un tronco por si terminase rodando. Bajó elevando una pierna por sobre el asiento y tomó una larga escopeta que llevaba en el costado de su ATV. Parecía ser una M3 Tactical, Benelli. Semejante reliquia en manos de un bandido.
Se encaminó desafiándome con la mirada, sujetaba su arma por el guardamanos. A unos pasos de distancia, dejó caer aquel instrumento sobre las hojas secas y la grava.
— Veamos qué tan hombre eres. – Me retó con esa voz ronca.
Enfundé mi Beretta, elevé ambos puños y giré una pierna, listo para recibirlo.
Fingió adelantarse, para hacerme dudar de mi postura. Se bamboleaba rítmicamente como si esperase que yo quisiera dar el primer golpe. Pero no era así.
Di un paso al lateral y él se acomodó a mi nueva posición. Empecé a orbitarle, cuatro pasos por la izquierda, luego seis por la derecha, dos más por ese lado, y otros cuantos en sentido contrario.
— ¿Qué esperas, cobarde? – Me incitó. — ¿Es que soy una muñeca para que me hagas bailar?
Sin embargo no respondí, pensé en provocarle con mi omisión. Si no atacaba yo primero él terminaría por cansarse, y una vez impacientado sería quizá más fácil derrotarle.
Continué con mi órbita hasta hacerle quedar de espaldas a su escopeta, esperaba que hubiera perdido el sentido de la orientación. Allí donde estaba cambié de pierna delantera e hice sonar mi cuello.
— Me tienes miedo. – Solté.
— ¿Qué dices? ¡Ja! – Preguntó burlón, hablando en tono bajo.
— ¿Qué tanto sabes de mí? Bien podría ser nadie, o formar parte de aquellos que te traicionan como Vito.
Mis palabras le molestaron, o quizá haya sido el volumen de mi voz, pues contesté con fuerza.
— Solo sé que eres un canalla, un cojudo que tuvo las agallas de robarme. – Repuso de mal humor, se me hizo que decía la verdad. (No por lo que dijo como tal, sino por su falta de información) – A mí, al amo de los ladrones. – Agregó en una exclamación contenida.
¿Por qué insistía en ser silencioso?
— ¡Ven! Averigua de qué estoy hecho.
Entonces se proyectó contra mí, instintivamente me hice a un lado, siguiendo mi juego del astro y el satélite. Resopló e intentó golpearme con movimientos bruscos, era claro que había perdido ya el control sobre su ira. No obstante era un luchador experimentado, hice mal en confiarme pues tardó poco en agarrarme, un par de golpes le había proporcionado ya cuando me sujetó por el brazo y tiró de mí. Su pesada mano impactó contra mi pecho y me hizo temblar. Retrocedí con pasos cortos y opté por contestar.
Dicen que quien pega primero pega dos veces, es cierto. Pero quien devuelve el golpe lo hace más fuerte. Entramos en este ciclo de forma coreografiada y acompasada. Ambos mediamos los movimientos del adversario y reaccionábamos con la misma cautela, por lo cual el combate avanzaba lentamente. Sus puños eran más lentos pero contundentes, me desgastaba el reponerme de dichas sacudidas. Mis golpes eran menos poderosos al llegar a destino, sin embargo resultaban irritantes y esto le aturdía por la velocidad.
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La Llave Dorada
Teen FictionLa historia completa de un académico quien debe resolver un misterio por ayudar a un amigo. Esta novela de ciencia ficción policial, tiene lugar en mundo futurista con diferentes estratos sociales, sistema económico, y demás elementos que complican...