Capítulo IX

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Despierto con una ligera punzada en el costado, el dolor regresa cuando siento frío. Me encuentro semidestapado mirando al techo, creo que aún es de madrugada pues las luces de algunas farolas se filtran por la cortina. De lejos oigo alguno que otro pájaro.

A mi lado se encuentra Allie, ha jalado la colcha. Tomo el borde de la misma y la atraigo hacia mi junto con ella, hace algunos sonidos incomprensibles por lo bajo. Apoya la mejilla en mi pecho y me rodea con un brazo, yo la envuelvo y suspiro suavemente.

Hace dos semanas decidí intentarlo. Nos llevábamos bastante bien y el tiempo que compartíamos juntos lo pasaba increíble, todo fue culpa de su sonrisa. Podría además mencionar su cabello, sus ojos, sus expresiones y rasgos, su figura en general. Más allá de lo físico me gustaba también su personalidad, la manera en que reaccionaba y se comportaba. No es que la conociera de mucho pero sí de variedad.

Una Allie fuerte, determinada y algo pretenciosa en el campo de tiro. Otra lista, ordenada y de léxico impecable en la oficina. Divertida, buena con los consejos y excelente para escuchar cuando comíamos pizza o paseábamos. Todas ellas, ella misma. Esa Allie que me gustaba indiferentemente del contexto. Sus palabras y su aspecto me dejaban deslumbrado...

En fin, mucho podría decir respecto a mis sentimientos mas poco de ello se compararía con la belleza de una flor, un atardecer o cosas del estilo. Si algún detalle tuve para con ella fue la caballerosidad. Abrir puertas y pagar cuentas. Solo en una ocasión le di un regalo como tal y fue aquella funda para su pistola, algo no muy romántico.

La verdad es que en un inicio no quería involucrarme sentimentalmente, es la asistente de mi jefe (Por más que T. sea mi amigo) y yo deseaba mantener el profesionalismo.

Sin embargo fue él quien promovió que se generase esta relación en cierto modo.

Recuerdo el domingo de la semana de Esven, cuando presenté mi informe y pues la señorita Gracehoff estaba ausente.

— Habrás notado en estos días que no es fácil acercarse a un gobernador.

— Que mi herida diga lo contrario. – Dije con sarcasmo. – ¿Pero por qué con usted no es así?

— Oh, pues ocurre que soy escritor.

— Lo sé, así te conocí y se nota no puedes dejarlo.

— ¿Por qué lo dejaría?

— El trabajo quizá. Vamos, no lo disimules. He visto tu vieja libreta escondida entre papeles cada vez que vengo. Los documentos en tu mesa cambian, pero esa libreta no.

T. Soltó una risa.

— Me atrapaste Mark, tú me conoces bien.

— ¿Ha escrito algo bueno?

— Los medios dicen que sí, un amigo retirado de la prensa me halagaba con grandes columnas y reportajes. – Respondió refiriéndose a mí.

— Me refiero a tiempos más recientes.

— Por favor, de haber sido así tendríamos otro libro publicado ya. Me pregunto ¿Qué será escribir "algo bueno"? sabes que no soy un fanático de mis obras.

— Sí pero no me explico la razón. Con tantos premios, tantas copias vendidas.

Percibí un brillo apagado en su mirada.

—En este mundo existen tres tipos de escritores Mark, están aquellos que persiguen la fama y entretener al público o generar material académico para largos debates entre literatos; estos normalmente poseen mucho conocimiento en la Literatura pero carecen talento y requieren ayuda de editores o escritores fantasma.

La Llave DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora