Capítulo III

69 2 0
                                    

Cuatro horas habían transcurrido ya desde que me encontraba en la azotea de este edificio, poco podía ver dado que las persianas estaban a medio cerrar, pero mis binoculares lograban enfocar sin problema alguno hasta el tornillo que sujetaba el picaporte a la puerta en el fondo de la habitación.

No había rastro alguno de interferencia en los micrófonos que había plantado junto al balcón ni en las ventanas. Mas era realmente poco lo grabado en este tiempo, puesto que la señora Ramírez estaba viendo su novela y el alcalde George se encontraba en la computadora atendiendo mails según me notificaba el virus que monté en su router.

Decidí pasar el programa al modo automático en la laptop para descansar, beber algo y hacer un breve repaso de mi día. No me llevó más de dos minutos hacer la última revisión a los registros e iniciar el sistema. Abrí una Dr. Pepper y me apoyé contra un poste que hacía de soporte para el tendedero.

— Veamos – Dije para mí mismo. – de 8 a 9 estuve con el gobernador, al salir vi un moño gigante que sobresalía tras un arbusto, encontré una moto y resultó ser regalo del señor T., vehículo con el cual retorné a casa, tomé al dron, la lanzadera con los micrófonos y un par de sensores. Pasé por Starbucks. Compré lo que habría de desayunar, llegué aquí a las 10, instalé el equipo y no ha pasado nada interesante hasta ahora. – Suspiré y mordí mi sándwich. – ¿Y qué tal si pasa algo con los otros alcaldes mientras me aburro aquí?

Por lo general la información que debía proporcionar era sobre un solo sujeto, en su mayoría datos que podía obtener sin necesidad de trasladarme hasta la locación de dicha persona, La única vez que tuve que conseguir algo espiando a más de una persona se trataba de una empresa de ropa, en cuya junta directiva intervenían 14 copropietarios.

Pero esto era diferente, debía estudiar a una persona por semana. Si dedicaba mi tiempo entero al análisis absoluto de esto me demoraría varios meses (Pasando por alto el dormir así como también el comer). A lo mejor necesitaba personal de respaldo, apoyo, gente que pudiera colaborar en esto sin cobrar demasiado.

Lo primero que pensé fue en contactar a mis amistades en los barrios de la periferia, pero no podían saber en lo que consistía mi trabajo y sus preguntas serían inevitables. Tras meditarlo durante medio sándwich y cuarto café pensé en la única persona implicada además de mi contratante. Allie.

Saqué el móvil y eché una llamada. Contestó en menos de dos bips.

— ¿Aló?

— Hey, habla Mark.

— Señor Mark, ¿En qué le puedo ayudar?.

— Ayudaría que dejes de decirme "Señor"

— Okay, Okay. – La oigo reír al otro lado de la línea. – ¿Has llamado para eso?

— Jajaja... Por supuesto que no, señorita Allie.

— Entonces llamaste para que te recordase que con decirme Allie es suficiente.

— Quizá, en realidad quería proponerte algo.

— Tendrías más éxito si me lo propusieras en persona.

— Aún no sabes qué quiero decirte.

— Lo sé, lo sé. Continúa.

— Necesito alguien que me ayude con la compilación de datos respecto al asunto del que hablamos esta mañana. La gente que usualmente me colabora no es un medio viable puesto que no deben enterarse de ciertas cosas, mantenerlos al margen sería complicado.

La Llave DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora