Capítulo VII

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— Llevas un mes practicando con tu pistola Mark, deberías llevarla por si acaso. No lo digo por la misión, sino porque es una ciudad peligrosa.

— Gracias por el consejo señor T. estoy llevándola junto con un segundo cargador.

— Estupendo. ¿Tus maletas están ya abordo?

— Sí, cuando llegué Allie se las dio al capitán.

— Oh, Jeff es el mejor piloto que conozco. Te llevarás bien con él.

— Eso espero, pasaré cuatro horas diarias a su lado.

— Cinco en realidad.

— Mejor todavía.

Tras despedirnos subí a la nave. Un jet con capacidad para veinte personas, veloz y cómodo. El habitual designado entre los gobernadores del imperio. Solo que este estaba personalizado, sacrificando dos hileras de asientos por un librero a juego repleto de buenas obras. Me sorprendió no encontrar ni un solo libro del señor T.

— Si estás buscando lo que creo, no tendrás mucha suerte. – Me observó Allie saliendo de la mini cocina.

— ¿Por qué?

— Bueno, él los escribió así que no necesita leerlos. Y la mayoría no le gustan demasiado. Un par de ellos los aborrece.

— Todo escritor es así de crítico con sus obras, pero pensé que quizá...

— O sea, claro. A veces lleva consigo un ejemplar o dos, pero son regalos.

— Oh. ¿Y sabes cual el la razón para que deteste el fruto de su pluma?

— Digamos que le trae malos recuerdos. Aunque no debería ser yo quien lo diga.

— Comprendo.

— Son amigos de hace años ¿Verdad? Pregúntaselo tú. A lo mejor podemos intercambiar algo de información.

— Hey, seré magister investigador pero no soy chismoso.

— Ay tú. – Suspiro sonriendo. – En fin, debería irme. Te echaré de menos.

— ¿No te lo contó T.? Viajaré a diario. Seguiremos entrenando por las noches.

— ¡Genial! Te aplastaré en el campo de tiro entonces.

— Si lo logras te invito una pizza. – Respondí riéndome.

— Y si no, lo haré yo.

Quince minutos después ya habíamos alzado vuelo, Jeff me contaba cómo pasó de la FCD a ser piloto personal del señor T. mientras yo comía un pastelillo, el copiloto y la azafata se encontraban detrás nuestro viendo un panel en el cual se reportaban los cambios climáticos.

Fue un viaje entretenido, ni en esa ocasión ni en futuras oportunidades pude aprender bien el nombre del copiloto, quien hablaba meramente ruso. Algo particular pues desde la fundación del imperio se determinaron cinco idiomas troncales para todos los macro distritos. En cada circunscripción se hablaba la lengua pre imperial dominante. Además de ello debían manejar uno de los oficiales determinados. Pocos distritos tenían permiso especial para hablar dos idiomas pre imperiales además de un oficial. Fue así como se extinguieron varios lenguajes nativos y de comunidades absurdamente pequeñas. ¿A quién le importó? Solo a un puñado de personas (Los hablantes de dichos idiomas y antropólogos junto con otros especialistas). En lo personal no le veía tanta relevancia, quizá porque no viví ese momento en la historia o tal vez porque no le encontraba utilidad a nivel global. Como sociólogo y comunicador social comprendo a cabalidad la importancia de los factores de comunicación. (Emisor, receptor, mensaje, código, canal, contexto). Pero respecto al código como tal, existen en mi opinión demasiados, hay un excedente de lenguajes desarrollados por la humanidad. Entiendo claro que cada lenguaje tiene un factor fonológico que lo diferencia de los demás (principalmente) así como varían lo semántico, sintáctico y pragmático. Por consecuente como apuntaba en mi tesis para la primera licenciatura, debería surgir o crearse un nuevo idioma, que rescate los elementos únicos de cada lenguaje. Es un tema amplio, no quise pensar demasiado en ello pues no tengo nada en contra de las personas no hablantes de alguna lengua oficial.

La Llave DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora