Prólogo

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Una pesada tormenta caía sobre la ciudad de San Fransokio, y cada vez más gente empezó a entrar al local para resguardarse de la lluvia.

El chico atendía a los clientes que entraban y se aseguraba si querían algún café para pasar el rato.

- ¿No eres muy joven como para trabajar aquí? - Le pregunta una mujer.

- Tengo 18, así que...

Las palabras de Hiro fueron interrumpidas por la risa burlona de aquella dama. - Pero si eres una criatura... - le dice mientras mientras le pellizca una mejilla. - ¡Cass! ¿Qué edad tiene tu retoño?

- Señorita Ko..., ya se lo dije, no es mi hijo... y dentro de poco cumplirá los 15. - Dice Cass atendiendo a otro cliente, y por alguna razón, el nombre de aquella mujer pareció haberse distorsionado en los labios de su tía.

- ¿Qué...? - dice Hiro confundido mientras observaba a su tía y la voz de la mujer a la que atendía llamó a sus ojos de vuelta a ella.

- Bueno, como te decía... una malteada de mango, por favor.

- Bien. - Hiro anota en su libreta y le da la espalda a la señorita, hasta que se dio cuenta de algo. - Ah, disculpe, aquí no vende... - pero al voltear, la peculiar mujer ya no estaba, en su lugar había un niño de sudadera roja y se acerca a hablar con él. - uuh... disculpa, ¿No había una señora aquí?

- No. - Le respondió el chico de forma cortante, y confundido, la buscó al rededor confirmando que no había rastro de ella.

- Bueno eh... ¿te ayudo en algo? - dice mientras se prepara para anotar una nueva orden.

- Llévame a casa. - Demanda el pequeño de tez morena.

- Eh... creo que no puedo hacer eso... hay una fuerte tormenta afuera.

- Bueno, hazme compañía. - el menor se hace a un lado y le da unas palmadas al espacio junto a él, ofreciéndole asiento.

- Ahhhmm... Está bien. - Hiro, de un momento a otro, olvidó por completo la lluvia y todos los clientes que esperaban ser atendidos. Se sienta en el lugar indicado por el chico y lo mira detenidamente. - ¿No tienes dinero? Si quieres te invito una dona.

- Solo quiero ir a casa... - El más bajo voltea hacia la ventana para ver as gotas que caían sobre esta.

- ¿Y... tus padres?

- En México.

- Eso está muy lejos... - el pequeño se encontraba triste y parecía conocerlo de algún lugar, pero no estaba seguro de donde. - ¿Tienes donde dormir?

- No necesito dormir, necesito ir a casa. - vuelve a remarcar mientras lo veía directamente a los ojos.

- Tranquilo, para llegar a casa deberás dormir y comer bien ¿sí?

- Bien...

El chico aceptó y Hiro fue por su dona, pero al volver con el niño este ya no se encontraba en su mesa.

- ¿Eh? ¿En donde...? Hiro registró el lugar con su mirada y pudo localizar el chico subiendo por las escaleras. - Oye... ¡Hey, no puedes subir ahí!

Sofocantes MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora