Propósito

348 48 81
                                    

~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~\\~

Era un día como cualquier otro. Se escuchaba el suave canto de las aves y un poco de música a lo lejos, estaba presente aquel raro pero agradable aroma a cuero de zapato, y sentía su cálida cobija sobre su cuerpo.

Despertar era tortuoso, por que siempre parecía ser un día como cualquier otro, y así lo era, exceptuando que al ver sus manos, se daba cuenta de que estaba muerto. Suspiró y antes de considerar levantarse, volvió a sumergirse entre sus sabanas.

Para los muertos, dormir nunca era necesario y eran incapaces de soñar, pero Miguel era de esos pocos difuntos que gustaba de hacerlo por costumbre. Sería capaz de dormirse el resto de su existencia, pero las pocas esperanzas que le quedaban seguían presentes, por lo que, decidió ponerse de pie, vestirse e ir a saludar a su familia.

- ¡Hasta que despiertas! Llevas ahí un mes. - Comenta su tía Gloria mientras se sentaba en la mesa del comedor para tejer.

- ¡¿Un mes otra vez?! - Pregunta preocupado, creía que ya tenía la noción del tiempo que había en ese nuevo mundo.

En cuanto Miguel levantó la voz, Dante, quien hasta hace poco estaba vigilando la puerta que daba a la zapatería, volteó y fue hasta su dueño para darle una cariñosa bienvenida.

- No, solo fue una semana... no te has perdido tu presentación. - Aclaró su tío Oscar dándole unas palmadas en la espalda.

- Tu tía que busca excusas pa regañarte, mijo. - Agrega Felipe.

- De todos modos, solo se la pasa dormido. - Contesta Gloria.

- Pues... ¿Qué más puedo hacer? - Cuestiona desganado acariciando a su fiel amigo canino por debajo de la mesa. - A parte de las presentaciones.

- Puedes ayudarnos con la zapat... - Oscar fue interrumpido por el codazo discreto que su gemelo le dio. - Ay, ah... o puedes buscar algo que hacer en otros negocios si así lo deseas.

- ¿No se supone que debería estar descansando? ¿Por qué debo buscar algo que hacer aquí también?

- Ya hablamos de eso. - Dice severa Imelda y el más joven de los presentes se sorprende de verla.

- Mamá Imelda... ¿Qué haces despierta? 

- Vigilo al nuevo empleado. - Dice la mujer, y el pequeño alebrije vuelve a su puesto de vigilar la puerta.

- ¿Nuevo empleado...? - Se acerca a la ventana que daba con el local.

Ahí se encontraba su tía Rosita, pacientemente explicándole a aquel extraño algo sobre la realización de calzado. Cuando aquel desconocido volteo de vuelta a realizar su trabajo el más joven pudo reconocerle... si Miguel tuviera sangre, estaría helada.

- ... no... ¿P-por qu.. - Quiso cuestionar, pero se había quedado mudo al ver a Ernesto concentrado en hacer una bota.

- Sigo sin confiar en él, pero se ve realmente arrepentido. - Contestó triste la mayor. - No me gusta dar segundas oportunidades... pero estoy segura de que a Héctor se la pude haber dado...

- ¡P-por que Héctor no hizo nada malo! - Grita cerrando las persianas y alejándose con temor de la ventana. - El si merecía una segunda oportunidad, no ese... ¡UHG!

.

- Parece que alguien ya despertó... - Comenta Rosita suspirando.

- ¿Ya? - Pregunta Ernesto con interés. - Debo hablar con él. - Se pone de píe pero la mujer lo toma del brazo.

Sofocantes MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora