Ya solo faltaban unas horas para que Hiro se fuera a Santa Cecilia. Ya tenía sus pertenencias empacadas, sus boletos digitales de avión y autobús en su celular, y su dinero escondido entre su ropa, zapatos y billetera, por si las moscas...
La paranoia y los malos presentimientos eran algo tan fuerte que habían empezado una discusión con el menor.
- ¡Que no te va a pasar nada! - Gritó Miguel.
- Eso no lo sabes... - Intentó no gritar Hiro para no despertar a sus tíos.
- Sí lo sé, por que yo sabré a donde puedes ir y a donde no.
- De todos modos lo voy a hacer... - Dice mientras saca la estación de Baymax. - Ya compré el reloj y todo.
- No puede ser... ¡¿para eso te compraste esa madre?!
- Sí. Baymax.- Llama el chico y el robot se activó. - Quiero que te enlaces con este reloj cardiaco. Si se detiene y no se reactiva en 5 minutos, quiero que llames a Megan Cruz y le muestres un archivo que...
- Esto es ridículo. - Interrumpe Miguel. - ¿Qué tal si deja de funcionar?
- Puedo mandarle una alerta a Baymax para lo cancele. - Dijo encogiendo los hombros.
- ¿Y si se queda sin pila?¿Y si se apaga mientras duermes?
- Por algo le hice una batería más potente... su carga puede durar al rededor de un mes. Me quedaré menos que eso, pero empaqué el cargador por si las dudas.
- Eres tan listo... pero en serio no entiendo, como tu no entiendes ¡que no te pasará NADA!
Hamada ignoró los gritos y regaños del Rivera, y continuó con su plan. Sacó su cuaderno, que alguna vez le sirvió como diario de sueños. Miró lo ultimo que había escrito y suspiró. Caminó hasta el robot y empezó a leer.
- Soy Hiro Hamada, tengo 20 años de edad....
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- Cuídate mucho, mijo. - Dijo Diego dándole fuertes palmadas en la espalda.
- Vuelve pronto, mi niño... - Dijo Cass besándolo en la mejilla
- Aquí te esperamos, Hiro. - Dijo Megan tomándolo del hombro.
- Yo... los extrañaré mucho. - Se despidió Hiro entre lagrimas. - Adiós.
Después de una cálida despedida, llena de abrazos, lagrimas y buenos deseos, Hamada subió a su avión y despegó. Se fue con la esperanza de aprender nuevas cosas, conocer nuevas personas, encontrar más pistas, pero más que nada, sentirse realizado por algo. Por más que sus pensamientos negativos inunden su cabeza con inseguridad, ese viaje no iba a ser en vano, y todo lo que haría durante este, valdría la pena el riesgo.
Una vez aterrizó en tierras mexicanas, y a Miguel ya se le había olvidado el mal humor que tenía desde anoche. Dejo a un lado la ley del hielo que le estaba aplicando a Hiro para que viera un montón de cosas antes de subirse al autobús.
- Ya... de todos modos vamos a ver más cosas en tu pueblo. - Dijo el mayor al sentirse pesado de los pies, estaba seguro de que Miguel se estaba colgando de ellos.
- ¡Cierto! De hecho, hay más cosas allá. ¡Vamos, vamos! - Dijo entusiasta y Hiro se sintió más liviano.
- ¿No que estabas enojado? - Dice con un tono burlón.
- Déjame disfrutar ¿Sí? - Reclamó el niño.
Horas más tarde, llegaron al pequeño pueblo de Santa Cecilia y Miguel no podía sentirse más feliz de volver a casa. Llegaron de noche y ya casi no habían locales abiertos, pero aún así había gente y vendedores ambulantes en la plaza. Miguel no podía ser visible todo el tiempo, y menos de noche pero cada que Hiro alcanzaba a verlo, su rostro reflejaba pura felicidad. Se sentía en casa, estaba en casa.
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Sofocantes Mentiras
FanfictionHiro Hamada no llegó a ser el héroe que pudo haber sido, y Miguel Rivera no volvió a casa antes del amanecer. Un par de muchachos que no se conocieron en vida, se encuentran devastados por su pasado y para dejar de ahogarse en él tendrán que firmar...