Hasta que la muerte nos separe

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Estaba caminando por un camino de piedras, cabizbajo y con la capucha de su sudadera puesta para que no le cale el sol, el aire estaba fresco, pero eso hacía que la luz del sol fuera engañosa.

Escuchaba niños riendo y conspirando cual será la siguiente ventana rota, señoras cantando otras comentando los chismes del día, hombres laborando y silbando con alegría. Todo esto en un idioma que no conocía del todo. Estaba confundido de donde estaba, no reconocía aquel lugar, pero parecía sentirse en casa por alguna razón.

Detuvo su caminata, a pesar de no ver a donde había llegado, sabía que estaba en su destino. Aquel lugar en el que la musica desaparecía y siempre olía a cuero de zapato. Levanto la cabeza y leyó el letrero.

- Zapatería Rivera... - iba a tocar la puerta principal pero esta fue abierta.

- ¡MANTENTE ALEJADO DE ESA PLAZA!

- ¡Sí, señora! - Dice el chico saliendo del local, cierra la puerta y encara al chico que estuvo apunto de tocar. - Hola, buenas tardes, Hiro.

- ¿Buenas tardes...? - El mayor solo mira con confusión al chico frente a él.

- Hay mucho de que hablar... - Miguel empieza a caminar, pero Hiro se queda congelado en su lugar, voltea a verlo y regresa con el. - Vamos, no tenemos toda la noche. - Lo toma de la mano y empieza a jalarlo para  que camine junto a él.

- Pero si es medio día, creo...

- No tenemos porque apegarnos tanto al papel de este sueño.

Ambos empezaron a caminar hacia la plaza mientras Miguel hablaba de su pueblito.

- ¿Y en que momento harás que algo salte a devorarme?, ¿O a desmembrarme? - Pregunta Hiro algo inquieto y extrañado.

- Ay tranquilo, no pasará nada. - Contesta Miguel de forma tranquila y honesta.

- Ajá... - dice dudoso. - Entonces... ¿Quien me va a apuñalar? ¿Diego o su hija? ¿O ambos? otra vez...

- Es en serio, todo estará bien. En este sueño estás en tu casa... bueno, desde este en adelante... - Suspira.

- ¿A que te refieres?

- Me voy. Ya no necesito que vayas a México...

- ¿Es en serio? No es cierto. - Cuestiona incrédulo.

- Es cierto. Ya no voy a molestarte más, esta va a ser la ultima vez que estaré contigo.

El mayor solo asiente mientras se pierde en sus pensamientos. Llegan a la plaza y se sientan en una banca.

- Pero... ¿porqué?

- Me di cuenta de algo...

- ¿De qué?

- No eres como Ernesto. Él no se arrepiente por haber matado a su mejor amigo, ni por haberme aislado de todos los que amo por... ¿año y medio? No recuerdo bien,y no quiero hacerlo. - Dice negando con la cabeza, como si se quitara esos horribles recuerdos con sacudir sus pensamientos.

- Espera, ¿lo dices por lo de ayer?, ¿te irás porque intente...?

- Oh no, claro que no... de hecho... - Negó rapidamente y quiso continuar, pero por un efímero momento pensó en no decirle la verdad y solo irse.

- ¿De hecho...? - Quiso saber que más había detrás.

Miguel seguía en silencio para decidirse, suspiró y decidió continuar:

- Eso es lo que ella quiere. - Esas palabras hicieron que a Hiro se le erizara la piel. - No puedo poseer tu cuerpo si estás vivo. Esa es mi parte del trato, "...podrás despedirte de tu familia si lo atormentas hasta matarlo". - Citó Miguel. - Lo siento...

Sofocantes MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora