Capítulo 3

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Bastaron unas cuantas llamadas, unos arreglos rápidos y una llave para abrir el candado que prometía lo que ellos llamaban "una noche de libertad". Por dentro, una parte de mí sabía que aceptar no había sido la mejor idea, pero otra, más oscura, quería ver de qué era capaz esa "cachorra". Apenas habían pasado tres días y ya todo estaba en marcha.

Los camiones de licor llegaron puntuales, descargando las botellas y colocándolas detrás de lo que habíamos designado como la barra. Ash había contratado camareros discretos, alejados del personal habitual de la casa Bareford, para evitar cualquier tipo de sospecha. Todo estaba cuidadosamente planeado.

Más tarde, nos reunimos con Andy, nuestro proveedor de confianza. Su sonrisa era enorme, ¿y cómo no? ¿Quién no estaría feliz con 3,000 francos en el bolsillo de la noche a la mañana? Invertimos lo suficiente como para dejar a todo Dartmouth fuera de sí. Habíamos acordado que Andy se llevaría lo que sobrara y nos devolvería el equivalente en dinero, y él estuvo encantado con el trato. Todo se movió con cautela, en silencio, hasta el lugar de la fiesta. La fábrica, por fuera, seguía siendo el mismo desastre que encontré el día que la compré. Pintura desgastada, metal oxidado, madera descuidada. No quise cambiarlo. Era parte del encanto. La remodelación había sido interna, convirtiendo el lugar en algo parecido a un búnker, con paredes reforzadas y barras en dos extremos. Siempre pensé en ese lugar como el epicentro de las fiestas, y lo mejor era que estaba apartado del ruido de la ciudad, escondido en un pueblo lo suficientemente tranquilo para que nadie sospechara.

Le advertí a Stella que estaba prohibido llegar en autos lujosos. Nadie, absolutamente nadie, iba a arruinarme esto con su arrogancia. Taxis, buses o cualquier otra cosa discreta. La inversión era demasiado grande para permitirme un error por un descuido, y menos aún cuando las ganancias que Stella había prometido por el lugar eran tan jugosas. Esos chicos ricos, atrapados en su mundo de cristal, solo querían experiencias que los sacudieran, y yo tenía la llave para darles lo que buscaban. Conocía bien ese juego, y conocía a muchos de ellos, incluida Stella.

— No me mires así — le dije a Ash, quien me observaba con una mezcla de curiosidad y burla.

— ¿Qué diablos te pasa?

— Nada — respondió, volviendo la vista a la ventana mientras regresábamos al campus —. Solo creo que noto algo de preocupación en ti.

Suspiré, sabiendo bien de lo que hablaba.

— Sabes por qué estoy preocupado. Siempre lo estoy cuando ese lugar está en juego. Nunca pasa nada bueno ahí — dije, buscando su mirada —. Además... — hice una pausa, dejando que las palabras se ahogaran en el aire — esta vez algo me dice que algo va a pasar. Siempre le hago caso a esa molesta voz en mi cabeza cuando se trata de esto.

Ash sonrió con ese gesto despreocupado que siempre me exasperaba.

— Ya, hombre. No te amargues. Sé positivo. Nada irá mal, ¿de acuerdo?

Tragué saliva, volviendo a mirar el paisaje que pasaba veloz por mi ventana, intentando ignorar ese mal presentimiento que se aferraba a mí como una sombra inquietante.

Cuando llegamos, subí a mi departamento y miré el reloj. Las agujas marcaban las cinco de la tarde, un horario que aún me daba margen para sumergirme en mis propios rituales. Me dediqué a leer un poco, repasando los libros que había elegido para el próximo ejercicio de literatura, y toqué el cello para intentar ahogar los pensamientos que se arremolinaban en mi mente. Entre pausas, encendí cigarrillos y caminé por el lugar con mis joggers grises y los pies descalzos, sintiendo cómo el frío se filtraba desde el suelo de madera y subía por mi piel.

Por un momento, mi mente se distanció de todo, perdida en una calma que sabía fugaz, hasta que escuché golpes en la puerta.

— ¿Por qué fumas tanto? — dijo Stella desde el otro lado, su voz clara atravesándome como un relámpago.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora