Explicarle lo que ocurrió fue como caminar sobre cristales rotos. Una vez que estuvo sobria, el médico vino a revisarla. Por fortuna, no había señales de daño físico más allá de un dolor persistente y ese detalle insoportable que nos negamos a nombrar. Le pedimos al médico que se marchara para que nosotros, con torpeza, le explicáramos lo que ella ya intuía en el silencio. Stella no tardó en abrazar sus rodillas sobre la cama y, sin siquiera mirarnos, se derrumbó en llanto.
Ahí estaba. La cruda verdad atravesando su pecho, encendiéndole los ojos con lágrimas. Mis pensamientos, fríos e inútiles, flotaban en mi mente. "Es normal. Lo entendible. ¿Qué otra reacción tendría quien ha sido destrozada de esta manera?"
El tiempo pasó arrastrado, denso, hasta que la calma la abrazó por fin. Cuando se serenó, su mirada seguía nublada, pero tenía esa firmeza que solo el dolor absoluto puede forjar. Ash salió de la habitación, dejándola a solas conmigo. Me quedé observándola desde la distancia, sintiendo que cualquier palabra mía sería un peso más sobre su delgada espalda.
Intenté romper el silencio, aunque ni siquiera sé por qué.
— No pensé que... fueras virgen — dije, y las palabras se sintieron ásperas en mi boca. Me odié un poco más en ese momento. —Perdón, no fue... No fue lo correcto decir eso.
Ella me miró por primera vez desde que comenzamos a hablar. Sus ojos estaban hinchados, agotados, pero llenos de preguntas que yo no podía responder.
— ¿Saben quién fue? — preguntó finalmente. Su voz era apenas un susurro.
Negué con la cabeza, el corazón pesándome como una piedra.
—¿Recuerdas algo? Cualquier cosa podría ayudar.
Permaneció en silencio un momento antes de murmurar:
— Era rubio. Llevaba un abrigo negro... con rosas bordadas en la espalda.
Cerró los ojos, maldiciéndose.
— Fui tan estúpida...
Quise interrumpir esa autocrítica tan cruel, pero ella continuó:
— No quería que fuera así. Yo... esperaba algo diferente. Algo tierno.
No pude soportarlo más. Me acerqué y me senté a su lado.
— Oye, Stella. Lo que esperabas, lo que deseabas... sigue siendo válido. Este... monstruo no te ha quitado eso. Tú sigues siendo suficiente. Perfecta incluso.
Ella se inclinó hacia mí y me abrazó con fuerza, temblando. Mi corazón golpeaba el pecho como un tambor, no porque fuera Stella, sino porque era una persona rota buscando refugio en mí, y no sabía si podría sostenerla como necesitaba.
Ash regresó en ese instante, cargado con su eterna expresión de complicidad. Stella se separó de mí y le dirigió una pequeña sonrisa.
— Gracias, Ash. Y tú también, Zanith. Por favor... guarden esto en secreto.
— No necesitas ni pedirlo — respondió Ash antes de que yo pudiera abrir la boca.
El resto del día pasó como un borrón. Ver a Stella volver a casa con ropa limpia y su semblante algo más entero me dio algo de alivio, pero no lo suficiente. Yo también tenía cicatrices, unas que dolían tanto como lo que había presenciado hoy, y me recordaban que no podía dejar que esto se repitiera.
Cuando finalmente volví a mi departamento, me derrumbé sobre la cama. Cerré los ojos, pero en lugar de paz, solo encontré recuerdos viejos y amargos. Las voces del pasado, gritos en la noche, el eco de golpes en las paredes. Mis secretos se levantaron como sombras alrededor de mí.

ESTÁS LEYENDO
Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️
Storie d'amoreMisterioso y peculiar, especialmente por su característico pelo blanco. Sin nombre, sin voz y sin poder de hacer nada en la posición en el que se encuentra. Condenado a sufrir por causa de un suceso del cual aun se desconoce la razones y el por qu...