Destino, ¿por qué insistes en jugar conmigo? A veces pienso que si fueras una persona, te tomarías una copa de vino mientras disfrutas de mi ruina.
La voz en mi cabeza insistía, repetitiva y cruel: "Hora de trabajar, arriba."
Pero se suponía que estaba de vacaciones.
Me habían convocado, una vez más, a uno de esos deslumbrantes eventos de la familia Hosh. El salón de Le Jogn, en el corazón de la ciudad, me esperaba con su opulencia vacía. Me ajusté el traje entre suspiros. Una camisa blanca que parecía brillar con arrogancia, un chaleco y pantalones negros impecables, los zapatos pulidos hasta el exceso, el saco con mi inseparable reloj de bolsillo y el cabello peinado hacia atrás. Parecía otro hombre, un reflejo pálido de quien realmente era.
Mis gatos, ajenos al peso que cargaba, jugaban entre mis pies, obligándome a detenerme para no pisarlos.
— No me hagan esto ahora — murmuré, casi con ternura.
El sonido de la puerta me arrancó de mi lucha con el tiempo. Sabía quién era incluso antes de que Mike, mi perro, moviera la cola emocionado.
Ash.
Abrí la puerta y allí estaba, observándome como si pudiera desarmarme con la mirada.
— Oh, no. No, no, no. — Entró sin invitación, moviendo el dedo como un juez dictando sentencia —. Dijiste que estabas de descanso.
— Solo será esta vez — dije mientras cargaba a uno de mis gatos, como si su calor pudiera justificarme.
— Zanith, acordamos algo. Nada de trabajos para los de Dartmouth.
—Es una fiesta de caridad. No hay nadie que pueda... — pero no terminé la frase.
Ash suspiró, su expresión cambió de exasperación a algo más solemne mientras sacudía un rodillo por encima de mi traje, retirando los rastros de pelo.
— Los Van Der Wildt estarán ahí — dijo finalmente.
El nombre cayó como una piedra en mi pecho. Stella.
Puse las manos sobre mi cabeza, sintiendo que la habitación giraba.
— Ash... — la desesperación en mi voz era innegable —. Ayúdame.
— ¿Ni siquiera lo pensaste? — preguntó mientras tomaba una cerveza de la nevera con la calma de alguien que ya sabe que tiene la ventaja.
— ¿Qué querías que pensara? ¡No tenía idea! — le respondí mientras él arqueaba una ceja, disfrutando mi desesperación.
A pesar de mis protestas, terminé en mi motocicleta, corriendo contra el reloj y el viento. Al llegar, Adolf, uno de los encargados, me recibió con su usual brusquedad.
— ¡¿Dónde demonios estabas?! Esto está lleno de gente.
Reí, pero el sonido era más nervioso que divertido. Ajusté mi traje, lamentando que el viento no hubiese despeinado mi vida, en lugar de solo mi cabello.
Entré al gran salón con una bandeja de copas, intentando no pensar demasiado en el hecho de que Stella podría estar allí. Cada paso era una lucha entre el profesionalismo y el caos interno. Cada copa entregada era una victoria insignificante contra el pánico.
Ash me encontró en un momento de respiro.
— Llegaron los Van Der Wildt — susurró al tomar mi brazo
.
El aire pareció escapar de mis pulmones.
— Adolf se encargará del ala Este, tú del ala Oeste. Yo la mantendré lejos de ti, ¿de acuerdo?
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Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️
RomansaMisterioso y peculiar, especialmente por su característico pelo blanco. Sin nombre, sin voz y sin poder de hacer nada en la posición en el que se encuentra. Condenado a sufrir por causa de un suceso del cual aun se desconoce la razones y el por qu...