Capítulo 12

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El uniforme yacía olvidado en algún rincón de la habitación, desparramado como un vestigio de la noche que había dejado atrás. Yo, por mi parte, estaba tendido en el sofá, mirando el techo mientras giraba el pin entre mis dedos. Lo había conseguido, pero el vacío de mis pensamientos seguía lleno de ecos. Llamé al cachorro y, como si el destino se burlara de mi soledad, un suave toque resonó en la puerta.

—¿Te olvidaste de mí, amor? — La voz de Mia llegó primero, y luego ella, apoyada con naturalidad en el marco de la puerta. Su sonrisa era una ráfaga cálida, y yo correspondí con un gesto igual de sincero, invitándola a entrar.

—Lo siento — dije, encogiéndome de hombros mientras nos acomodábamos en el sofá —. Tengo demasiadas cosas rondando mi cabeza últimamente.

Le ofrecí una copa, pero la rechazó con un movimiento elegante.

—¿Y dónde está Ash? — preguntó, justo cuando la puerta del baño se abrió para revelar a Ash, despreocupado y despojado de cualquier vestimenta que no fuese su seguridad habitual.

—Por favor, no empiecen. ¿Quieren que me vaya ya? — dijo entre risas, rompiendo la tensión. Nos reímos los tres. La comodidad entre nosotros era un refugio raro en un mundo lleno de máscaras.

Pasaron unos momentos, y el tema volvió al punto inevitable.

—Entonces, ¿qué sigue ahora? — preguntó Mia, fijando sus ojos en el pin que yo seguía girando distraídamente. Sus palabras flotaban con una mezcla de curiosidad y cansancio.

—Terminar el rompecabezas — respondí, poniéndome de pie —. Hay algo que debo hacer. ¿Esperarán aquí?

Con un simple gesto de aprobación de ambos, salí. Necesitaba el viento, la libertad de la velocidad. Pero, sobre todo, necesitaba verla. A Stella.

El motor de la moto rugió como un eco de mis pensamientos mientras la carretera se desplegaba ante mí. Una melodía insistente resonaba en mi cabeza, acompañándome en el camino hacia ella. Cuando llegué, no esperé; corrí hasta la puerta de su casa y golpeé con desesperación.

—¿Está Stella? —pregunté al ama de llaves con un tono que no podía ocultar mi urgencia.

—Lo siento, joven Zanith, pero la señorita Stella dio órdenes claras de no permitirle la entrada. — La puerta se cerró lentamente, dejando un peso amargo en mi pecho. Pero no iba a rendirme.

Rodeé la casa y, guiado por la intuición, escalé un árbol hasta la ventana de su habitación. Allí, detrás de las cortinas, estaba su mundo. Me escondí al escuchar sus pasos y la vi entrar: llevaba un vestido gris que resaltaba la delicadeza de sus movimientos. Cerré la puerta tras ella, asegurándola, y antes de que pudiera decir nada, mis labios buscaron los suyos con un ansia que no podía contener.

—¿Fuiste tú en la fiesta? — susurró cuando logramos detenernos. Mis ojos le dieron la respuesta que mis labios no podían.

—¿Qué intentas demostrar? — preguntó, pero yo solo tomé su mano y la llevé hacia la ventana.

—Confía en mí. — La ayudé a bajar y la conduje hasta mi moto. Durante el trayecto, el silencio entre nosotros decía mucho más que cualquier palabra.

Cuando llegamos al bosque, me detuve, y las palabras que llevaba reteniendo finalmente brotaron.

—Tus palabras dolieron, Stella. Tus acciones, más aún. Pero no estoy aquí para juzgarte. Estoy aquí porque, a pesar de todo, no puedo alejarme de ti. Solo necesito una palabra, una señal de que esto no es en vano.

Una tormenta se gestaba en el cielo, pero mi tormenta era ella. Nos adentramos más, hasta llegar a un acantilado donde las olas rompían con furia.

—¿Qué haces? —preguntó con preocupación, pero no respondí. Me giré hacia ella y dejé que el viento hablara por mí mientras caía de espaldas hacia el vacío.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora