En este tablero de ajedrez, la reina hace mucho que abandonó la partida.
Atravesé el pasillo, sintiendo cada paso como un eco en el laberinto de mi mente, hasta llegar al salón de Literatura. Allí estaba Ash, en su asiento habitual, esperándome como un faro en medio de un océano oscuro. Pero Stella no. Su ausencia era un vacío punzante, una interrogante que no dejaba de perseguirme. Desde ayer, no había escrito, ni siquiera dado señales de vida. Me senté junto a Ash, quien, sin decir nada, deslizó mi silla hacia atrás con un gesto mecánico. Suspiré, dejando que mi cabeza se hundiera entre mis brazos.
—Vamos, ya se le pasará —dijo Ash, apoyando su mano en mi espalda con la calidez de un amigo que intenta sostener lo insostenible.
—No es solo eso... Lo de ayer, Stella, la fiesta... todo se acumula. No he podido dormir desde esa maldita entrevista — murmuré, mi voz apenas un susurro.
—Les llevará más tiempo de lo que crees descubrir lo que realmente pasó. Créeme.
La clase comenzó, y el Sr. Adams no tardó en volverse hacia la pizarra, trazando palabras que apenas registraba. Fue entonces cuando Stella cruzó el umbral, como si la tormenta hubiera decidido materializarse en medio del salón. No se sentó junto a nosotros. No, eligió otra mesa, distante y fría, como su mirada.
—La señorita Van der Wildt estará ahora con el grupo de Noah —anunció el profesor, con una neutralidad que dolía más que cualquier reproche. Luego, añadió —: El joven Demon trabajará con el joven Bareford a partir de hoy.
La miré, buscando en sus ojos alguna explicación, algún indicio de que esto era un malentendido. Pero no encontré nada, solo un muro impenetrable. Ash se levantó de golpe, sus movimientos rápidos y precisos como un golpe de viento.
—Eres una idiota — espetó antes de salir del aula, dejando tras de sí un eco de pasos firmes y un aire cargado de tensión.
No pude soportarlo más. Tomé mi mochila y avancé por el pasillo del aula, sintiendo el peso de las miradas clavadas en mi espalda. Entonces, su voz rompió el silencio:
—No es mi culpa que hayas decidido convivir con las personas equivocadas.
Me detuve, su frase golpeándome como un látigo. Giré lentamente y la miré, intentando encontrar sentido a sus palabras.
—¿Recuerdas mi respuesta? Yo sí. No pasó. Quizás sea la única respuesta que escuches de mí si te atreves a pedirme algo más. —Mis palabras eran un filo, y el desprecio en su rostro me confirmó que habían dado en el blanco.
Salí del aula, dejando atrás los fragmentos rotos de lo que alguna vez fue.
Más tarde, me encontré con Ash en el restaurante del campus. Desde lejos, su enfado era evidente, una marea oscura que parecía envolverlo. Pedí pizza, no porque tuviera hambre, sino porque era lo único que prometía un poco de consuelo. Deslicé la bandeja hacia él, y ambos comimos en silencio hasta que una voz femenina irrumpió en nuestra burbuja.
—¿Por qué está Ash tan molesto? — preguntó Mia, acercándose con esa mezcla de gracia y desafío que siempre la caracterizaba.
Con un vestido ajustado y converse negros, parecía fuera de lugar en ese ambiente cargado de tensión, pero se sentó junto a Ash, ignorando por completo la atmósfera.
—Ni siquiera preguntes — murmuré, llevándome otro bocado de pizza a la boca.
Ella se encogió de hombros, como si la actitud de ambos fuera un enigma que no valía la pena descifrar.
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Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️
RomanceMisterioso y peculiar, especialmente por su característico pelo blanco. Sin nombre, sin voz y sin poder de hacer nada en la posición en el que se encuentra. Condenado a sufrir por causa de un suceso del cual aun se desconoce la razones y el por qu...