Capítulo 28 - Parece que nada está mejorando

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Habían pasado solo unos minutos desde que dejé la casa de Mia. El aire frío de la noche me golpeaba el rostro, pero mi mente estaba mucho más helada. Recogí a Stella en la mansión de su padre. Desde la puerta, vi cómo gritaba algo que el viento se llevó antes de que pudiera entenderlo. Cuando subió al auto, sus mejillas aún estaban húmedas, y sus ojos, esos que siempre parecían llenos de vida, ahora se ahogaban en un océano turbio.

Era como si un relámpago me atravesara. Verla llorar era como un electroshock en el centro de mi pecho. Algo estaba roto, algo que ella no quería compartir, y lo sentí como si fuera mío.

—Oye... —murmuré con cautela, mirándola de reojo—. ¿Todo bien?

Ella negó con la cabeza, y aunque parecía querer gritar, su voz salió apenas como un susurro.

—Conduce. No quiero hablar ahora.

La dejé en su silencio, dándole el tiempo que necesitara, mientras mi mente giraba en círculos. Pasaron veinte minutos antes de que sus labios volvieran a moverse. Su tono había cambiado; la fragilidad en su voz ahora parecía velada por la curiosidad.

—¿A dónde vamos?

—A ver a alguien —respondí, sin apartar la mirada del camino—. Alguien que tiene respuestas.

Cuando llegamos, el auto se detuvo frente a una casa que parecía abandonada, pero esa fachada era un disfraz. Sabía que dentro de esas paredes habitaba alguien que buscaba refugio, alguien que se había apartado del mundo por su propia seguridad. Stella y yo bajamos y nos acercamos a la puerta.

Un hombre nos recibió con solemnidad, su traje impecable desentonando con el deterioro del lugar.

—¿Señor Demon? —preguntó.

Sí.

—La señorita Vanderbilt lo espera arriba. Pasen, por favor.

Stella no pudo evitar mirar alrededor con asombro.

—¿Cómo es posible que algo tan deteriorado por fuera sea tan hermoso por dentro?

Sonreí ligeramente.

—Todo tiene un propósito, Stella. Pero escucha: no puedes mencionar este lugar a nadie. Ni dónde está, ni quién vive aquí. ¿Entendido?

Ella asintió con seriedad.

—La persona que habita esta casa no ha tenido suerte en este mundo —continué—. Vive en el olvido para protegerse.

Subimos las escaleras que llevaban al segundo piso, donde la recámara principal ocupaba casi todo el nivel. Al abrir las puertas, me encontré con un salón que me era tan familiar como extraño. Las paredes estaban llenas de cuadros, colores que iban desde lo más tenue a lo más vibrante, contando historias que parecían susurrar secretos al observador.

Al fondo, una figura trabajaba en una nueva pintura. No hizo falta que hablara para reconocerla.

—¿Qué tal estás, Tara?

Ella giró al escuchar mi voz y, en un parpadeo, corrió hacia mí, abrazándome con fuerza.

—¡Zanith! ¡Gracias, gracias! Te estuve esperando...

Correspondí su abrazo, sintiendo el peso de los años que habían pasado desde la última vez que nos vimos.

—También me alegra verte.

Tara dirigió entonces su atención a Stella, sonriendo con dulzura.

—Hola, Stella. Quizás no me recuerdes, pero solíamos jugar juntas cuando éramos niñas. Antes de que... todo esto pasara.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora