Capítulo 6 - Cicatrices en el Alma

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Me quedé inmóvil, sintiendo cómo el alcohol se desvanecía de mi sangre con la misma rapidez con la que la realidad me abofeteaba. Me volví hacia Ash, quien se revolvía el cabello con desesperación. Le pasé la botella sin pronunciar palabra, luego tomé mi camisa y oculté bajo su tela blanca aquello que nunca quise mostrar. Me senté nuevamente en el suelo, dejando que el fuego del licor descendiera por mi garganta mientras encendía un cigarrillo, tratando de encontrar algo de calma en el humo.

Ash rompió el silencio.

— Zanith... ¿por qué no intentamos lo que dijo Adolf? — sugirió con cautela.

Mia nos miró, confundida.

— ¿Quién es Adolf y qué fue lo que dijo? — preguntó, cruzando los brazos mientras nos observaba con la mirada fija.

Ash suspiró, ignorando mi desconcierto.

— Ya lo verás — respondió, esquivando su interrogante.

Me puse de pie con cierta torpeza, sintiendo un nudo formarse en mi estómago. Ash colocó una mano en el hombro de Mia y la guió hasta quedar detrás de mí. Antes de que pudiera objetar, sentí cómo ella tomaba el cuello de mi camisa y la deslizaba lentamente por mi espalda. La tela rozó mis cicatrices, dejando expuesto lo que había escondido durante años.

Un silencio pesado llenó la habitación.

— ¿Qué demonios, Zanith? — preguntó Mia, rompiendo el aire con su voz, ahora teñida de incredulidad.

— Mia, escucha... — intentó interceder Ash, pero ella no lo dejó continuar.

— ¿Qué es esto? ¿Qué te gusta el sexo salvaje y algo salió mal o qué? — soltó, claramente fuera de lugar, pero con un desconcierto genuino que no podía ocultar.

Vi su mano acercarse a mi piel, dudando antes de tocarla. Suavemente, sus dedos recorrieron cada marca en mi espalda, como si intentara descifrar una historia que no estaba lista para ser contada. Cerré los ojos, luchando contra el impulso de apartarme.

Cuando me giré, mi vergüenza era tan palpable como las lágrimas que luchaban por no caer. La mirada de Mia era un torbellino de emociones: confusión, pena, curiosidad. Ash, por su parte, parecía debatirse entre consolarme o destrozar todo a su alrededor.

Tomé aire, dejando que las palabras salieran con dificultad.

— Cuando comencé a trabajar... lo hice para alguien que tenía reglas poco comunes. Al principio no entendí en qué me había metido hasta que cometí mi primer error. — Miré a Ash, cuya expresión tensa reflejaba tanto dolor como el mío —. Las cicatrices... son su castigo. No solo para mí, sino para todos los que trabajaban en esa mansión.

La habitación pareció congelarse mientras relataba la historia.

— Había una chica... Talia. Ella fue quien me ayudó a escapar. Pagó el precio por mi libertad. — Mi voz se quebró mientras el recuerdo me golpeaba con fuerza —. Cuando escapé, la vi siendo castigada. Estaba suspendida... su cuerpo... — me detuve, cerrando los ojos con fuerza.

El sonido del cristal rompiéndose contra la pared me sobresaltó. Ash había lanzado un vaso, su rostro era un reflejo de rabia y tristeza.

— Ella ya no está, Zanith... — murmuró, apenas audible.

Mi mente no quería procesar esas palabras.

— ¿Qué quieres decir con que no está? — pregunté, aferrándome a una esperanza que sabía vacía.

Ash tragó saliva y bajó la mirada.

— Murió hace cuatro meses.

El mundo pareció derrumbarse bajo mis pies. Las lágrimas comenzaron a caer sin que pudiera detenerlas, mientras el peso de su confesión me hundía más profundamente en mi miseria.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora